lunes, 17 de septiembre de 2012

Días de lluvia [Alfred x Arthur/ USUK]

Éste se trata de un ONESHOT (un sólo capítulo) de género YAOI (chico x chico) de la serie  Hetalia (World Series Hetalia). Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

La pareja que sale en este capítulo es Alfred x Arthur (Inglaterra x America).



Por naturaleza, las personas creen. En Dioses, en objetos, en otras personas… Aunque ellas quieran desconfiar, aunque deseen ser precavidas, para sentir seguridad en su vida y en el mundo necesitan al menos confiar en ciertas puntualidades.

Con lo mentiroso que era el humano y lo mucho que podía confiar una persona de otra, ni en ocasiones era necesario el tiempo y la cercanía.

¿Cuál fue la última vez en la que él depositó sus confianzas en algo? Se preguntaba Arthur mientras encajaba la llave en la cerradura de la puerta de su apartamento, invadido por la oscuridad de la noche que reinaba en aquel momento. La abrió y con cuidado la empujó con la mano que agarraba el maletín de piel.

Sí, ya recordaba la última vez que había confiado, y amado también, en alguien. Después de todo, ambos términos estaban conectados. Si amabas a una persona debías confiar en ella, y por amarla, en fin de cuentas, se convertía en la persona en la que más confiabas.

Con su habitual gesto irritado entró por el pasillo, colocando las llaves sobre la mesita del recibidor. Tras cerrar la puerta, encendió el interruptor más cercano y de esa forma, colocó el abrigo negro y el maletín en el perchero de al lado de la puerta.

Él tenía una concepción del mundo quizá diferente a muchas personas. Sólo una vez, tan sólo una pequeña vez, esa visión se transgiversó, creando un haz de luz en aquella opaca tiniebla que había invadido siempre su futuro. 

Y es que Arthur tenía muy claro que nada duraba para siempre. Ya no sólo porque la vida fuera corta y todo el mundo tenía que morir, tarde o temprano. Sino porque él sabía que las personas no podían estar siempre a tu lado. Vivas o muertas, ellas debían alejarse de ti en algún momento.

Por tanto, ¿Para qué depender de algo que desaparecerá dentro de un tiempo? La dependencia a algo, y más a una persona, luego se convertía en dolor. En un dolor trágico difícil de soportar que amargaba y sobre todo, desesperaba.

El resto solía negar tales afirmaciones, sí. En especial, aquellos felices países que vivían con demasiado optimismo desechando los aspectos pesimistas de la humanidad como sino fueran ciertos tan sólo por vivir en un mundo considerado perfecto. 

El inglés se acomodó en el sofá del comedor que aún mantuvo a oscuras. Con la poca luz que venía del pasillo, contempló su mano que alzó hacia el techo. Se miró los dedos que estaba tensando.

No pensaba así porque estaba amargado. Quizá pensando así era lo que le amargaba. Aún así, prefería ser consciente de ello. No más dolor, las personas no te acompañan hasta la muerte. Todo eso era una farsa.

Bajó la mano poco a poco hasta posarla en el pecho. Sabía que a veces las personas amadas duraban hasta tal punto. ¿Pero era cierto? ¿De verdad tantos años se habían amado? O en realidad… ¿Dependían tanto el uno del otro que no se alejaban por miedo a quedar solos?

Había que ser realista. Simplemente realista. Al final, el amor pasaba a necesidad y conveniencia, nada más. Y por ello, la existencia de amados que duraban por tanto tiempo.

Se volteó hacia un lado y observó el suelo de la habitación. Entrecerró los ojos verdes que brillaban con aquella poca luz. Él no quería un falso amor, no quería algo por conveniencia; quería un verdadero amor.

Como aquel amor que creyó una vez y que, de nuevo como todo, se disolvió.

-         Soy un idiota…-murmuró para sí mismo convirtiéndose así en un murmullo casi inteligible al apretar la boca contra el brazo que estiraba.

Bajo las sábanas blancas, en aquel frío invierno, estaban tapados y disfrutando del calor corporal que se daban el uno al otro desnudos. Notó como la mano de éste  le acariciaba el torso, bajando lentamente hasta rozar su estómago y pelvis.

- Alfred…-lo llamó en aquel momento y el nombrado ladeó la cabeza hacia arriba para penetrarle con aquellos ojos color cielo.- Alfred, ¿Cuánto me amas?…

Se dibujó una pequeña sonrisa en el rostro del americano, la mano siseó hasta salir  de las sábanas y así acariciarle el  rostro.

-         Te amo tanto que nunca te dejaré solo, pase lo que pase estaré a tu lado. Te lo prometo.-le farfulló acercando el rostro al suyo y rozando los labios en su piel al decir aquellas palabras. Su aliento le provocó cosquilleos.

Arthur cerró los ojos lentamente, asimilando aquellas palabras nuevas para él, o al menos eso quería pensar: que fueran diferentes a las demás. Y por primera vez, creería en esas palabras que hacia años catalogaría como huecas.

Alzó un poco la cabeza al escuchar el incesante goteo. Pudo ver por los cristales de la ventana más cercana como gotas empezaban a caer cada vez más rápido desde el cielo. Aquella noche llovería. Y desgraciadamente, contemplaría la lluvia solo. Como siempre había pensado que acabaría. Quizá en el fondo siempre lo había estado esperando; aunque sabía que no en aquellos momentos. No en esos momentos en los que había pasado con él, no en esos días de lluvia que en su entonces sí que los había compartido.

-         llueve…-titubeó tembloroso saliendo de sus comisuras vaho. Con cuidado, echó la cabeza hacia atrás para mirar por la ventana y ver como la lluvia manchaba los cristales.
-         ¿tienes frío?-le respondió el otro apretando así con sus manos la manta que tapaba su cuerpo, acomodado en la mesa.
-         Realmente no tanto.-a pesar de la respuesta él también se apretujó contra el tejido mientras volvía la cabeza hacia delante para ver al muchacho de más de cerca.- Estoy acostumbrado a los días de lluvia y al frío.

En ese silencio, los ojos de Arthur se rasgaron como dos rajillas, observándole detenidamente.

-         Cuando no discutimos, parece esto tan tranquilo...-añadió entonces.

La sonrisa infantil del americano fue la respuesta, para luego abrazarle y rodearle con aquellos grandes brazos que tanto le cobijaban. Aquella risa que en ocasiones lo impacientaba; pero que en aquellos momentos sonaba agradable. Una risa mezclada con el tintineo de aquellas gotas tan frías que, en conjunto, se volvían una hermosa melodía.

Por un momento aquella risa volvió a sus oídos, como si pudiera escucharse de algún lado. Fue tal la sorpresa, que el bello de la nuca se le erizó; sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo. Con cada extremidad tensa, volvió a mirar por la ventana; como la lluvia había aumentado y ahora no podía si quiera verse el otro lado de la calle. La noche incluso se había vuelto más oscura.

En el tiempo en el que dio un parpadeo contempló entre las gotas una silueta familiar que no tardó en desaparecer. Miró alarmado donde la había visto y con el corazón en un puño, se alzó corriendo del sofá para arrimarse a la ventana.

No tardó en abrirla. Ignoró el frío que el viento de la lluvia daba, también la humedad de ésta que no tardó en azotarle el rostro. Con ello, el ruido de la lluvia aumentó, resonando en sus oídos fuertemente. Entrecerró los ojos para intentar ver a través de la lluvia. Pero no, la silueta no volvía a aparecer.

A pesar de saber que siempre quedaría solo, por un momento había tenido la estúpida esperanza de que podría volver a tener la oportunidad. Era como si, por momentos, su cabeza de verdad quisiera creer en los finales felices, en un para siempre. Quizá más que su cabeza era su corazón.

Para que mentirse así mismo, eso no era cierto. Un trueno resonó muy cerca, y el relámpago no tardó en aparecer y alumbrar por unos segundos la estancia a oscuras que le rodeaba.

¿Por qué a pesar de no creer, en aquellas noches de lluvia continuaba esperándole?

Alfred lo abrazó fuertemente contra él, haciéndole callar de repente. Apoyando la cabeza y manos sobre su pecho, parpadeó con los ojos de par en par. Enseguida se apartó de él con brusquedad.

-         ¡Alfred, te he dicho que no estoy para abrazos!- bramó con un irritante tono .-¡Perdona…!

A veces tenía esos días. Esos días que era la persona más repelente del universo. Suponía que esos días los podía tener todo el mundo, aún así se sentía muy único y especial y no le agradaba en absoluto.

Salió de la casa, sabiendo que si se quedaba allí un tiempo más con Alfred lo pagaría con él. Se había esforzado mucho desde que empezaron juntos a no ser tan cascarrabias, sobre todo en aquellos días. Se había esforzado en mostrar su amor todo lo posible, ahora no quería arruinarlo.

Sabía que había rechazado su abrazo, pero cuando estuviera más calmado y tranquilo volvería para devolvérselo.

Y así hizo, sin embargo al volver pudo contemplar algo que ojala nunca hubiera visto.

-         Mira, Matthew, no funciona así que… No hay otra que dejarlo.

Las palabras de éste se repitieron en su cabeza por un momento. No tardó en silenciar sus movimientos y en esconderse lo suficiente como para que no le vieran ninguno de los hermanos. Tan enfrascados, no debían haber escuchado la puerta de salida abrirse.

Se podía imaginar de qué hablaba Alfred pero no quería asimilarlo. No…

-         Bueno, si tú piensas que es lo mejor para ti y para Arthur, yo te apoyaré, Al.-fue lo que respondió la voz pausada de Matthew.

Sí, estaban hablando de lo que él imaginaba. No quiso escuchar más, para él esas palabras ya eran tan dolorosas…

El hilo débil y fino que unía a ambos se quebró en ese momento. Un hilo que él había forjado con esfuerzo, con esmero y en especial, con esperanza. Esa esperanza ahora quedaba tan lejos, tan falsa.

Aún siendo  un impulso del americano del que luego se arrepentiría, aún siendo tan sólo pensamientos que había compartido con su hermano, se sentía mal. Sentía como si esa mentira que había evadido siempre volviera de nuevo. 

El mundo que había rechazado para creer en algo que iba en contra de sus principios, resurgió.

Tan frágil… Prefería ocultar esa fragilidad que había mostrando a Alfred aquellos días en sus momentos de ansiedad pero que ya, con tanta duda, no tenía sentido alguno.

Y por esa razón, porque él mismo lo decidió, dio fin a la relación entre él y Alfred.

¿Dónde estaban aquellas palabras, ese “pase lo que pase estaré a tu lado”?

Al mismo tiempo que resonaba otro trueno, el timbre de la casa sonó.

En un minuto ocurrió una gran variedad de acciones: Arthur alzándose rápido, corriendo por el comedor casi tropezando con el dobladillo de la alfombra; esquivando las sillas, la mesita del recibidor, llegando a la puerta con la cual casi choca por no frenar a tiempo; su mano nerviosa abriéndola de un impulso, su respiración cortante rompiendo el silencio, su corazón alterado, su mirada clavada al frente donde…

No le esperaba nada.

Sólo la lluvia caer, con ese olor a tierra mojada.

Sus ojos brillaron al llenarse de lágrimas. Porque a pesar de no creer en nadie, aún tenía la esperanza de que Alfred volvería.

Ni con miles de disculpas ese hilo pudo volver a forjarse. Por ende, no tenía  sentido seguir con Alfred si ya no creía en él. Y si ya no creía en él, Alfred no tenía por qué volver.

Eso dolía, dolía porque continuaba amándole.

Finalmente se desbordaron las lágrimas de sus ojos, acompañando la lluvia que se mostraba ante él.



LAUZ




3 comentarios:

  1. Mielda, es jodidamente hermoso y triste TT^TT
    Me encantó, en serio, casi lloro TTuTT

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  2. No hay muchos fics buenos de Usuk ,pero encontre tu fic!! y escribes genial chica! :3 , la historia es directa al kokoro TwT pero tú manera de escibir es muy buena, ojala y escribas otro fic Usuk pero esta vez con un Happy end y si no es mucho pedir LEMON 7w7

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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