Éste se trata de un ONESHOT (un sólo capítulo) de género YAOI (chico x chico) de la serie Hetalia (World Series Hetalia). Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!
La pareja que sale en este capítulo es Alfred x Arthur (Inglaterra x America).
La pareja que sale en este capítulo es Alfred x Arthur (Inglaterra x America).
Por naturaleza, las personas creen. En Dioses, en objetos,
en otras personas… Aunque ellas quieran desconfiar, aunque deseen ser
precavidas, para sentir seguridad en su vida y en el mundo necesitan al menos
confiar en ciertas puntualidades.
Con lo mentiroso que era el humano y lo mucho que podía
confiar una persona de otra, ni en ocasiones era necesario el tiempo y la
cercanía.
¿Cuál fue la última vez en la que él depositó sus confianzas
en algo? Se preguntaba Arthur mientras encajaba la llave en la cerradura de la
puerta de su apartamento, invadido por la oscuridad de la noche que reinaba en
aquel momento. La abrió y con cuidado la empujó con la mano que agarraba el
maletín de piel.
Sí, ya recordaba la última vez que había confiado, y amado
también, en alguien. Después de todo, ambos términos estaban conectados. Si
amabas a una persona debías confiar en ella, y por amarla, en fin de cuentas,
se convertía en la persona en la que más confiabas.
Con su habitual gesto irritado entró por el pasillo, colocando
las llaves sobre la mesita del recibidor. Tras cerrar la puerta, encendió el
interruptor más cercano y de esa forma, colocó el abrigo negro y el maletín en
el perchero de al lado de la puerta.
Él tenía una concepción del mundo quizá diferente a muchas
personas. Sólo una vez, tan sólo una pequeña vez, esa visión se transgiversó,
creando un haz de luz en aquella opaca tiniebla que había invadido siempre su
futuro.
Y es que Arthur tenía muy claro que nada duraba para
siempre. Ya no sólo porque la vida fuera corta y todo el mundo tenía que morir,
tarde o temprano. Sino porque él sabía que las personas no podían estar siempre
a tu lado. Vivas o muertas, ellas debían alejarse de ti en algún momento.
Por tanto, ¿Para qué depender de algo que desaparecerá
dentro de un tiempo? La dependencia a algo, y más a una persona, luego se
convertía en dolor. En un dolor trágico difícil de soportar que amargaba y
sobre todo, desesperaba.
El resto solía negar tales afirmaciones, sí. En especial,
aquellos felices países que vivían con demasiado optimismo desechando los aspectos pesimistas de la humanidad como sino fueran ciertos tan sólo por vivir en un mundo considerado perfecto.
El inglés se acomodó en el sofá del comedor que aún mantuvo
a oscuras. Con la poca luz que venía del pasillo, contempló su mano que alzó
hacia el techo. Se miró los dedos que estaba tensando.
No pensaba así porque estaba amargado. Quizá pensando así
era lo que le amargaba. Aún así, prefería ser consciente de ello. No más dolor,
las personas no te acompañan hasta la muerte. Todo eso era una farsa.
Bajó la mano poco a poco hasta posarla en el pecho. Sabía
que a veces las personas amadas duraban hasta tal punto. ¿Pero era cierto? ¿De
verdad tantos años se habían amado? O en realidad… ¿Dependían tanto el uno del
otro que no se alejaban por miedo a quedar solos?
Había que ser realista. Simplemente realista. Al final, el amor
pasaba a necesidad y conveniencia, nada más. Y por ello, la existencia de
amados que duraban por tanto tiempo.
Se volteó hacia un lado y observó el suelo de la habitación.
Entrecerró los ojos verdes que brillaban con aquella poca luz. Él no quería un
falso amor, no quería algo por conveniencia; quería un verdadero amor.
Como aquel amor que creyó una vez y que, de nuevo como todo,
se disolvió.
-
Soy un idiota…-murmuró para sí mismo convirtiéndose así
en un murmullo casi inteligible al apretar la boca contra el brazo que estiraba.
Bajo las sábanas
blancas, en aquel frío invierno, estaban tapados y disfrutando del calor
corporal que se daban el uno al otro desnudos. Notó como la mano de éste le acariciaba el torso, bajando lentamente
hasta rozar su estómago y pelvis.
- Alfred…-lo llamó en
aquel momento y el nombrado ladeó la cabeza hacia
arriba para penetrarle con aquellos ojos color cielo.- Alfred, ¿Cuánto me amas?…
Se dibujó una pequeña
sonrisa en el rostro del americano, la mano siseó hasta salir de las sábanas y así acariciarle el rostro.
-
Te amo tanto que
nunca te dejaré solo, pase lo que pase estaré a tu lado. Te lo prometo.-le
farfulló acercando el rostro al suyo y rozando los labios en su piel al decir
aquellas palabras. Su aliento le provocó cosquilleos.
Arthur cerró los ojos
lentamente, asimilando aquellas palabras nuevas para él, o al menos eso quería
pensar: que fueran diferentes a las demás. Y por primera vez, creería en esas
palabras que hacia años catalogaría como huecas.
Alzó un poco la cabeza al escuchar el incesante goteo. Pudo
ver por los cristales de la ventana más cercana como gotas empezaban a caer
cada vez más rápido desde el cielo. Aquella noche llovería. Y desgraciadamente,
contemplaría la lluvia solo. Como siempre había pensado que acabaría. Quizá
en el fondo siempre lo había estado esperando; aunque sabía que no en aquellos momentos. No en esos
momentos en los que había pasado con él, no en esos días de lluvia que en su
entonces sí que los había compartido.
-
llueve…-titubeó tembloroso
saliendo de sus comisuras vaho. Con cuidado, echó la cabeza hacia atrás para
mirar por la ventana y ver como la lluvia manchaba los cristales.
-
¿tienes frío?-le
respondió el otro apretando así con sus manos la manta que tapaba su cuerpo, acomodado en la mesa.
-
Realmente no
tanto.-a pesar de la respuesta él también se apretujó contra el tejido mientras
volvía la cabeza hacia delante para ver al muchacho de más de cerca.-
Estoy acostumbrado a los días de lluvia y al frío.
En ese silencio, los
ojos de Arthur se rasgaron como dos rajillas, observándole detenidamente.
-
Cuando no
discutimos, parece esto tan tranquilo...-añadió entonces.
La sonrisa infantil
del americano fue la respuesta, para luego abrazarle y rodearle con aquellos
grandes brazos que tanto le cobijaban. Aquella risa que en ocasiones lo
impacientaba; pero que en aquellos momentos sonaba agradable. Una risa mezclada
con el tintineo de aquellas gotas tan frías que, en conjunto, se volvían una
hermosa melodía.
Por un momento aquella risa volvió a sus oídos, como si
pudiera escucharse de algún lado. Fue tal la sorpresa, que el bello de la nuca
se le erizó; sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo. Con cada extremidad
tensa, volvió a mirar por la ventana; como la lluvia había aumentado y ahora no
podía si quiera verse el otro lado de la calle. La noche incluso se había
vuelto más oscura.
En el tiempo en el que dio un parpadeo contempló entre las
gotas una silueta familiar que no tardó en desaparecer. Miró alarmado donde la
había visto y con el corazón en un puño, se alzó corriendo del sofá para
arrimarse a la ventana.
No tardó en abrirla. Ignoró el frío que el viento de la
lluvia daba, también la humedad de ésta que no tardó en azotarle el rostro. Con
ello, el ruido de la lluvia aumentó, resonando en sus oídos fuertemente.
Entrecerró los ojos para intentar ver a través de la lluvia. Pero no, la
silueta no volvía a aparecer.
A pesar de saber que siempre quedaría solo, por un momento
había tenido la estúpida esperanza de que podría volver a tener la oportunidad.
Era como si, por momentos, su cabeza de verdad quisiera creer en los finales
felices, en un para siempre. Quizá
más que su cabeza era su corazón.
Para que mentirse así mismo, eso no era cierto. Un trueno
resonó muy cerca, y el relámpago no tardó en aparecer y alumbrar por unos
segundos la estancia a oscuras que le rodeaba.
¿Por qué a pesar de no creer, en aquellas noches de lluvia
continuaba esperándole?
Alfred lo abrazó
fuertemente contra él, haciéndole callar de repente. Apoyando la cabeza y manos
sobre su pecho, parpadeó con los ojos de par en par. Enseguida se apartó de él
con brusquedad.
-
¡Alfred, te he
dicho que no estoy para abrazos!- bramó con un irritante tono .-¡Perdona…!
A veces tenía esos
días. Esos días que era la persona más repelente del universo. Suponía que esos
días los podía tener todo el mundo, aún así se sentía muy único y especial y no
le agradaba en absoluto.
Salió de la casa,
sabiendo que si se quedaba allí un tiempo más con Alfred lo pagaría con él. Se
había esforzado mucho desde que empezaron juntos a no ser tan cascarrabias,
sobre todo en aquellos días. Se había esforzado en mostrar su amor todo lo
posible, ahora no quería arruinarlo.
Sabía que había
rechazado su abrazo, pero cuando estuviera más calmado y tranquilo volvería
para devolvérselo.
Y así hizo, sin
embargo al volver pudo contemplar algo que ojala nunca hubiera visto.
-
Mira, Matthew, no
funciona así que… No hay otra que dejarlo.
Las palabras de éste
se repitieron en su cabeza por un momento. No tardó en silenciar sus
movimientos y en esconderse lo suficiente como para que no le vieran ninguno de
los hermanos. Tan enfrascados, no debían haber escuchado la puerta de salida
abrirse.
Se podía imaginar de
qué hablaba Alfred pero no quería asimilarlo. No…
-
Bueno, si tú
piensas que es lo mejor para ti y para Arthur, yo te apoyaré, Al.-fue lo que
respondió la voz pausada de Matthew.
Sí, estaban hablando
de lo que él imaginaba. No quiso escuchar más, para él esas palabras ya eran
tan dolorosas…
El hilo débil y fino que unía a ambos se quebró en ese momento. Un hilo
que él había forjado con esfuerzo, con esmero y en especial, con esperanza. Esa
esperanza ahora quedaba tan lejos, tan falsa.
Aún siendo un impulso del americano del que luego se
arrepentiría, aún siendo tan sólo pensamientos que había compartido con su
hermano, se sentía mal. Sentía como si esa mentira que había evadido siempre
volviera de nuevo.
El mundo que había
rechazado para creer en algo que iba en contra de sus principios, resurgió.
Tan frágil… Prefería
ocultar esa fragilidad que había mostrando a Alfred aquellos días en sus
momentos de ansiedad pero que ya, con tanta duda, no tenía sentido alguno.
Y por esa razón,
porque él mismo lo decidió, dio fin a la relación entre él y Alfred.
¿Dónde estaban
aquellas palabras, ese “pase lo que pase estaré a tu lado”?
Al mismo tiempo que resonaba otro trueno, el timbre de la
casa sonó.
En un minuto ocurrió una gran variedad de acciones: Arthur
alzándose rápido, corriendo por el comedor casi tropezando con el dobladillo de
la alfombra; esquivando las sillas, la mesita del recibidor, llegando a la
puerta con la cual casi choca por no frenar a tiempo; su mano nerviosa
abriéndola de un impulso, su respiración cortante rompiendo el silencio, su
corazón alterado, su mirada clavada al frente donde…
No le esperaba nada.
Sólo la lluvia caer, con ese olor a tierra mojada.
Sus ojos brillaron al llenarse de lágrimas. Porque a pesar
de no creer en nadie, aún tenía la esperanza de que Alfred volvería.
Ni con miles de
disculpas ese hilo pudo volver a forjarse. Por ende, no tenía sentido seguir con Alfred si ya no creía en
él. Y si ya no creía en él, Alfred no tenía por qué volver.
Eso dolía, dolía
porque continuaba amándole.
Finalmente se desbordaron las lágrimas de sus ojos,
acompañando la lluvia que se mostraba ante él.
LAUZ
Mielda, es jodidamente hermoso y triste TT^TT
ResponderEliminarMe encantó, en serio, casi lloro TTuTT
No hay muchos fics buenos de Usuk ,pero encontre tu fic!! y escribes genial chica! :3 , la historia es directa al kokoro TwT pero tú manera de escibir es muy buena, ojala y escribas otro fic Usuk pero esta vez con un Happy end y si no es mucho pedir LEMON 7w7
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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