sábado, 10 de noviembre de 2012

Cómplice de secretos 4ª Capítulo


Éste se trata de un FANFIC de género Romance y tragedia de la serie  Harry Potter. Este es el 4ª Capítulo del contenido, para ver los siguientes tan sólo le tendréis que dar click en el título que deséeis del índice. Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

Resumen: Debido a que esta historia es muy larga, voy a haceros un pequeño resumen del contenido. La historia se basa en Harry Potter, sin embargo nuestros protagonistas son originales. Loga y Alexei además viven en un ambiente muy alejado al que se cierne la historia de Harry Potter; nos centramos en la época de Tom Ryddle cuando cursaba Hogwarts. Por lo que, salen personajes de la serie; pero éstos son muy pocos y más bien en su época más joven. También nos encontraremos con familiares de personajes que o bien son inventados o que han sido alguna vez nombrados en los libros. 

La historia gira alrededor de ellos dos. Loga es una chica presumida, extrovertida y escandalosa, de la casa de Gryffindor. Mientras que Alexei es un muchacho tranquilo, frío y reservado, de la casa de Slytherin. Pero el choque continuo que hay entre ellos no es el verdadero problema de la situación; en el colegio comienza haber extraños acontecimientos; y es que, en realidad nadie sabe con detalles la historia trágica que envuelve el año en el que por primera vez se abrió la Cámara de los Secretos. Con el tiempo, nuestros protagonistas se verán envueltos en el problema sin darse cuenta y, mientras Alexei esconde un verdadero secreto que intenta ocultar al colegio, Loga es conducida lentamente hacia una trampa mortal de la cual jamás podrá salir. 


· ·       índice    ··

1 ª Unos malos inicios 

2ª Disparates y más disparates






4: Días de lluvia tranquilos : Alexei


Esa chica comenzaba a asquearle; más bien había empezado a sentir un odio irrefutable hacia ella. Al principio le parecía indiferente, pero desde que quedó castigado por su culpa no podía evitar sentirle tirria. Encima su personalidad le desesperaba. Escandalosa; siempre entraba dando portazos, arrastrando las sillas, sacaba las cosas casi a golpes y por nada soltaba algún quejido o gemido por la boca. Gritona; porque si abría la boca para hablar debía escucharle el castillo entero. Y encima, mirona; porque tenía la cara dura de quedársele mirando embelesada como si tuviera monos en la cara. No le gustaba ser el centro de atención a diferencia de ella, así que ese tipo de cosas le inquietaban.

Ni siquiera un amago de disculparse, ya que según ella no parecía estar a su altura para pedírselo. De todas formas; no iba a aceptar disculpas, ni aunque lo intentara. Ya le parecía un acto irrespetuoso el que hubiera pasado tantos días y no haberlo hecho en un primer momento, aunque viniendo de ella no le extrañaba.

Antes podía ignorarla con mayor facilidad, pero con ese castigo los días se volvían infernales. Porque en clase aún, daba la nota pero en algunas se mantenía callada y si eras tan indiscreto como él no importaba pero por las tardes cuando se juntaban en aquel despacho; los dos frente al profesor, era más complicado.

El pleno frío del invierno que semanas antes se avecinaba, ahora les azotaba con fiereza. Obligando a que la mayor parte, por no decir toda, de los alumnos se cobijara dentro del castillo. Por esa misma razón, era una época que detestaba. Con buen tiempo, los pasillos, las salas, la Biblioteca, estaban más vacías. Él era alguien que prefería mantenerse siempre allí dentro. Si salía fuera por el día era porque o bien había que ir por alguna asignatura, o porque de tanto en tanto le gustaba apreciar la belleza del lago.

-         ¿Os habéis enterado de que están organizando excursiones a un pueblo cercano para los alumnos de a partir de tercer curso?-comentó un alumno del grupo con los que ahora Alexei solía ir (se limitaba a juntarse únicamente en horario de clases).

Escuchó. Como siempre, no iba a meterse en la conversación.

-         Sí, Hogsmeade. Dicen que es un pueblo muy animado, que hay algunas cuantas tabernas y que además dicen que harán una casa de golosinas.
-         ¿Una casa de golosinas no os parece algo demasiado infantil? ¿Y sabéis cuándo empezarán?
-         El próximo fin de semana, serán sólo algunos. Lo único que tiene de interesante es que allí no estaremos supervisados por nadie. Eso sí, deberemos volver a cierta hora al castillo o tendremos un castigo.
-         Vaya, que aburrimiento. No tiene gracia sino te puedes quedar allí a dormir.
-         Quién sabe, quizá cambien los sistemas, lo que sé es porque me lo  ha dicho mi padre, pero no se sabrá bien todo hasta que se lleve el proyecto a la práctica.
-         ¡Oye esto de tener un padre enchufado no es justo, eh!
-         ¡Sólo se organiza de actividades relacionadas con los permisos familiares, no me tomes como enchufado!


Excursiones a un pueblo. Lo que faltaba, aunque si era libre el aceptar ir o no era una buena manera de quedarse más solo en el castillo.

El rumor se extendió y a los pocos días se reveló su afirmación. A todos los alumnos les dieron un certificado. En éste se anunciaba las excursiones al pueblo para crear una forma de diversión a los alumnos mayores de 13 años. En efecto, las excursiones durarían a lo largo de todo el día y terminarían con el último tren hacia Hogwarts, a las nueve en punto. En caso de ser menor de 16 años, el certificado debía estar firmado por el tutor o padres del alumno y ser entregado al jefe de su respectiva casa.

¿Significaba entonce que debía mandarle una carta a su tío? No le apetecía mucho contactar con él. Contra menos lo hiciera mejor. 

-         Profesor Slughorn.-le llamó una vez los alumnos de Slytherin con sus dudas le dejaron en paz, puesto que era él quién a estaba al cuidado de la casa.-Me gustaría devolver el certificado, no me interesa visitar el pueblo. 
-         ¿Por qué? –le preguntó éste entrecerrando los ojos extrañado. Le cogió el certificado y lo golpeó con los dedos varias veces. – muchacho, ten en cuenta que quizá en algún momento puedes cambiar de opinión y no hay marcha atrás. ¿Quién está a tu cargo? Puedo hablar directamente yo con él si crees que te pueden surgir problemas.

Horacle Slughorn era el profesor de Pociones y además el jefe de la casa de Slytherin. Era un mago bajito y gordo, con la rubiera perdiéndose entre tanta cana. Era un profesor simpático y además bastante bueno en su labor, pero siempre se le veía interesado en los alumnos que únicamente destacaban. Con Alexei era muy afable desde que el año pasado empezó a mejorar en Pociones. Seguramente le ofrecía tales opciones porque era él, justamente. Aún así, tampoco le caía mal.

Rodó los ojos hacia un lado y tragó saliva.

-         Borbloy Gandhor Bryant, señor.-aceptó a decir a regañadientes.

No le gustaba decir su nombre. No le gustaba nada de ese alcohólico de mala vida. Al morir sus padres, Gandhor se quedó con su tutela pues así se decidió en los papeles. Era su padrino. Sin embargo, en vez de quedarse a su cuidado él simplemente le obligó a aceptar un trato: Él le ofrecería una paga mensual, con ella se debía distribuir bien para pagar sus gastos y consumos. A cambio, no tendrían por qué vivir juntos y Alexei podría seguir en la casa en la que vivían sus padres y sobre todo; él mantendría el secreto a los demás sobre eso. La oferta era sugerente y le gustó desde un principio, pero comprendió que su tío había querido quitarse el muerto de encima y que no sentía verdadera estima por él. De tanto en tanto le mandaba alguna carta, para ver como le iba. Pero claro, Alexei daba por supuesto que le convenía que él estuviera bien; ya que si algo malo le ocurría, las denuncias y los cargos caerían sobre él.

Como a Alexei desde bien pequeño se le había visto un chico responsable, sin dudar alguna su tío había tenido fe en que no causaría desastres a pesar de ser prácticamente independiente sin llegar aún si quiera los diez años. Y en efecto, no sólo era apariencia. Alexei era un chico muy maduro para su edad y lo suficientemente responsable para cuidarse sólo. Recibió una educación de pequeño muy extensa: Sus padres tuvieron el detalle de hacerle aprender cualquier cosa útil para la vida misma. Incluso sabía esgrima y equitación.

No tuvo muchas lecciones sobre cocina; y sobre otras cosas que se le omitieron al ser demasiado complejas para un niño pero su tío al principio le visitó de tanto en tanto y le explicó algunas tareas básicas. Le desagradaba, pero no iba desaprovechar la única ayuda que tenía. Así que, aprovechó para preguntar sus dudas y que todo lo tuviera mínimamente entendido. Era cierto que al principio le costó organizarse un verdadero horario y cocinar adecuadamente, pero con el tiempo fue mejorando y aunque se había acostumbrado a comer y dormir muy poco, sabía que era algo inevitable. No era por estar solo, sino por las consecuencias que causó la perdida de sus padres y su hermano mayor.

A eso que todos le llamaban enfermedad.

En todo caso, una vez Hogwarts le ofreció techo; algo que tanto su tío como él ya esperaban, la mayoría de tareas y complicaciones se resolvieron y eso era algo que él agradecía bastante ya que le quitaban mucho tiempo al día. Fue complicado entrar para su caso; pero hablando con el Director y un profesor en concreto fue posible. De esa manera, sólo en verano costaba más de mantener el hogar y el alimento.

Sabía que sin la ayuda de su tío, su vida habría sido mucho más caótica. Así que en el fondo, agradecía su existencia. Sólo que eso jamás se lo iba a demostrar, pues le había mantenido no por afecto o cariño hacia él o sus padres sino por pura obligación. Era algo que le había demostrado desde un principio, así que él ni mucho menos le iba corresponder con agradecimientos. Aunque vivir en la choza en la que él estaba, y esperarlo después de estar todo el día en una taberna borracho, no creía que fuera una vida mejor que la que estar sólo en su hogar, muy espacioso y vacío, pero suyo.

Ya, actualmente, ni siquiera se intercambiaban cartas. A él le iba a bien, ahora si tenía dudas acudía más bien a algún profesor. Y su tío sabiendo que no tendría problemas de supervivencia allí, ya no le interesaba. Le seguía ingresando el dinero en su cuenta de Gringotts, pero yasta.

-         Hablaré con él, ¿de acuerdo?-le dijo el profesor Slughorn apoyando con simpatía una mano en su hombro.-No temas, que mañana mismo tendrás el certificado firmado, chico.- Le sonrió y se marchó con el papel.

Bueno, está bien. No es que ir al pueblo le entusiasmara, pero la opción tampoco le parecía mal si podía evitarse la charla con su tío. Quería que llegara el día que no mantuviera ningún contacto con él y contra antes empezara, mejor. ¿Por qué sus padres habían escogido a ese hombre como su padrino? Se lo había preguntado tantas veces que ya había perdido la cuenta.      

Después de comer, camino a clases de Runas Antiguas le tuvo que suceder lo peor que podía ocurrir. Iba solo en aquella ocasión, porque casi todo el grupito ese de Slytherin con el que iba ahora no había escogido Runas Antiguas; cuando se encontró con esa impertinente. No tardó ni dos segundos en reconocer esa melena rubia a lo lejos moviéndose con el viento; corría hacia una dirección y lo peor fue que, al verlo, lo miró, se detuvo y caminó decidida hasta él. Lo agarró del brazo y se lo llevó por delante.

-         ¡Espera, ¿qué haces, lunática?!-medio bramó alterado intentando que ésta le soltara pero no lo hacía.
-         ¡Tienes que venir conmigo!

<<¿Por qué tendría qué hacerlo?>> Y justo cuando hoy acababa ese castigo injusto. Hacía dos días el profesor lo anunció. Si ahora por si culpa volvían a ser castigados terminaría estirándose de los pelos de la locura.

Le consiguió arrastrar hasta el final del pasillo a duras penas. La chica miró por la esquina, inquieta y emocionada. Esbozaba una diablesca sonrisa que no le transmitía muy buenas vibraciones. En cuanto le soltó, Alexei resopló y caminó de vuelta.

-         ¡Ey, quédate aquí!-le llamó haciéndole señas y evitando alzar la voz.
-         ¿Por qué debería? –le dijo sin voltearse si quiera.- No pienso meterme en ningún lío más y estar cerca tuya es igual a hacerlo.
-         ¡Vamos, sosainas!-le animó ella y volvió a por él para cogerle del brazo y estirar.-Es tu oportunidad de vengarte de Myrtle, por su culpa terminaste castigado.

No pudo evitar esta vez voltear la cabeza y penetrarle con una mirada llena de desdén.

<<Fue culpa tuya >> pensó sin miramientos.

No esperó la respuesta del muchacho, le volvió a llevar a la esquina y entonces le señaló a duras penas a la muchacha de coletas que iba sola de camino hacia a los invernaderos con el resto de alumnos de Ravenclaw. Debía ser una oportunidad de oro, porque la chica llevaba una bolsa entrecruzada que estaba medio abierta y su paso lento taciturno y solitario sin duda era una ventaja increíble para cualquiera que quisiera hacerle una jugarreta.

La miró; entrecerró los ojos y volvió a darse la vuelta, volviéndose a ir.

-¡EH!-se quejó ella.
- Te digo que no quiero volverme a meter en líos.

Porque nunca antes le habían castigado; y así habría querido a lo largo de su estancia en Hogwarts pero por culpa de esa bocazas no había podido ser así. Además, él debía tener un curriculum limpio y no llamar la atención del Director.

-         ¡Pues como te vayas pienso decirle a Binns que fuiste tú el que le robó el huevo!-gritó ella segundos después cuando ya pensaba que se habría rendido.

La odiaba. Definitivamente la odiaba. Paró el paso, cabizbajo; ahí a mitad de pasillo.

- ¿Y qué si lo haces? –refutó él convencido y ladeando la cabeza pero sin llegar a mirarla.- Ni siquiera tienes pruebas de ello. Yo también puedo ir a decírselo, ¿En quién crees que confiará más? ¿A una escandalosa y descuidada Gryffindor que siempre se mete en líos o en un diplomático y educado Slytherin que nunca ha causado problemas?

Había ganado. La irritación que mostraba esa chica incluso le causaba satisfacción pura. Observó con calma mientras ésta vociferaba varias blasfemias hacia él, agitando los brazos y mirándole con odio. Lo que no sabía la chica era que contra más enfadada estuviera con él, más gratificación le daba. Se le iba a escapar una risa sin poder evitarlo, cuando ésta rebuscó en su bolsillo y cogió el huevo.

Incrédulo sin poder creerse lo que iba a hacer no le dio tiempo a reaccionar de lo inesperado que le pareció. La chica le arrojó el mismísimo huevo. Ese huevo que tantos problemas había dado desde un principio. Y sinceramente, le daría igual cómo terminara sino fuera porque iba directo hacia su cara.

-         ¡Winwardium leviosa!-gruñó con rapidez sacando con torpeza la varita y recitando el hechizo a duras penas.

Pero lo había conseguido. El huevo se quedó levitando a tan sólo unos pocos milímetros de su frente. Parpadeando con ojos como dos platos ni él mismo se podía creer su propia destreza. Miró el objeto varios segundos, aspirando fuertemente por la boca debido al sofoco del momento; y sonó un chasquido.

-         ¿Cómo lo has hecho?-preguntó Loga que se había quedado de piedra por el resultado. Avanzó varios pasos con la mirada fija en aquel huevo.

Alexei lo iba a coger. Porque así, la chica se olvidaría de esa cosa y los problemas, al menos ese que parecía estar relacionado con él tan sólo porque fue un mero espectador en el vagón del tren, desaparecerían. Pero sonó otro chasquido y el huevo empezó abrirse.

Loga se había quedado en frente de él y el huevo se situaba en medio de ellos dos cuando las cáscaras se rompieron y una pequeña araña apareció entre ellas.

-         Deaj, una araña…-balbuceó la rubia esbozando un gesto de asco.-habría sido tan divertido verla crecer en la mochila de Myrtle…

Sus ojos se desviaron del pequeño animal al ver que las manos de la muchacha se alzaban sospechosamente.

- ¡Ni se te ocurra cogerla!-exclamó alarmado.

Le cogió de las muñecas y le apartó las manos. El huevo calló al suelo porque el hechizo se rompió al bajar su varita; y Alexei deteniendo las manos de Loga, el insecto no tardó en escapar, corriendo con aquellas pequeñas patitas por todos lados hasta finalmente terminar saliendo hacia las afueras del castillo.

Ambos no pudieron evitar quedarse mirando como la araña terminaba desapareciendo; como si fuera algo cautivante de ver. Pero no era más que una estupidez. Alexei balanceó la cabeza de un lado a otro comprendiendo que se había quedado embobado por algo así y miró a la joven.

 Había abierto la boca pero la volvió a cerrar. Era la segunda vez que la veía tan cerca, sin rastro de enfado. Sin duda le favorecía mucho no tener ese ceño fruncido o esa sonrisa estúpida llena de tanta autoridad. Por un momento se cuestionó como luciría sonriendo de felicidad. Ésta dejó de mirar también el animal y lo miró a él. Parpadeó comprendiendo lo que acababa de hacer y le soltó.

-         Fantástico.-soltó con ironía.-esperemos que esa araña decida tener una calmada vida en el Bosque Prohibido y dejar en paz al resto de alumnos del castillo.
-         ¿Acaso crees que una araña así tan pequeña podría crecer mucho más? Seguro que no llega ni a los diez centímetros en su época adulta.

Se encogió de hombros, ya que no le interesaba en absoluto. Casi al mismo tiempo, como si el silencio inquieto les hubiera hecho reflexionar, comprendieron entonces su situación.

-         Mierda, por tu culpa llegaré tarde a Runas.
-         ¡No, es tu culpa!-le recriminó ésta señalándole con un dedo acusador.- ¡Sino te hubieras negado, tan sólo habríamos tardado dos segundos en meterle la araña a la chivata!

Iban de camino a clase, con paso rápido y discutiendo el resto del camino con esas conclusiones que a Alexei le parecían tan absurdas.

Nadie del colegio le había hecho abrir la boca tantas veces y esa conversación debía ser la más larga que había mantenido desde el inicio de curso. Y era absurdo, y en parte deprimente, que su más larga conversación fuera una discusión sin sentido con una muchacha que tanto repudiaba.

La suerte pareció volver con la temporada de lluvia. El cielo se había oscurecido antes incluso de las cinco y media de la tarde y sobre las nueve, un aguacero caía encima de todos ellos. Las gotas chocaban con fiereza contra los pórticos de madera que cerraban cada ventanal, incluso parecía que la gruesa madera fuera a romperse de un momento a otro. Y en ciertos lugares, había que ir resguardado ya que la lluvia se colaba por cada resquicio estrecho que hubiera. Los truenos resonaban por toda la fortaleza entera y en las vidrieras de las salas grandes donde podía verse a través de los coloridos cristales la lluvia caer, los relámpagos creaban su espeluznante silueta. Prácticamente todo el servicio del castillo, incluso los mismísimos profesores, parecían estar ocupados con esa repentina molestia inesperada que amenazaba con inundar el colegio. La magia sin duda conseguía salvarles del apuro, impedía en gran parte que el agua sumergiera los primeros pisos, ya que sino fuera así perfectamente lo habría conseguido: El castillo estaba en la cima de una montaña; las nubes cercanas expulsaban toda su ira directa hacia allí. Los patios interiores sin techo, los pasillos de cara al exterior y la inmensidad de balcones y terrazas; había una gran cantidad de lugares del colegio donde la lluvia era una gran amenaza.    

Todo ese ajetreo le era indiferente, pero no el castigo de Binns que justo ese mismo día acababa de finalizar.

<<¡Por fin!>> No daba saltos de alegría porque tampoco lo veía para tanto, pero de camino al Gran Comedor para cenar, esbozaba una pequeña sonrisa al pensar que ya no tenía por qué volver más a ese aburrido despacho. Ya no tendría por qué ver la cara de ese idiota profesor y ni muchos menos tendría que aguantar más a esa impertinente de Gryffindor.

Y el resto de días no cambiaron de parecer. Por un lado, supo sobre los resultados de unas pruebas que se realizaron en Pociones y en Defensa Contra las Artes Oscuras de la semana pasada. Ambas las tenía con dos sobresalientes. En cuanto a estudios, se acercaba la época de exámenes, y la idea le animaba ya que lo más seguro fuera que éstas no coincidieran con sus días enfermos como le ocurrió el año pasado. Por lo que eso significaba que podría hacerlos al mismo tiempo que todos y que además sus notas serían aprobados seguros.

Por otro lado, comenzaba la temporada de Quidditch en el colegio. Sólo esperaba que la lluvia se calmara un poco la semana siguiente, porque era entonces cuando Slytherin tendría su primer partido. Desde el año pasado, Alexei era el buscador del equipo de su casa. Se sentía bastante orgulloso de si mismo referente a ese tema. Sus calificaciones en Vuelo llamaron la atención de su profesor, éste se lo notificó al Capitán del equipo y entonces le sometieron a una prueba el cual él aceptó. Debió aprobarla con creces, porque al día siguiente ya era el nuevo buscador del equipo. Alexei en comparación con el resto del equipo, no sólo era el más joven sino el más pequeño en cuanto a contextura en sí. El capitán le confesó un día que siempre cogían a chicos máximo de setenta quilos, porque así era más fácil empujar una vez arriba, pero él sería la excepción ya que como buscador tenía otros objetivos (aunque sutilmente le dejó caer que sino era capaz de soportar los empujones de los demás entonces lo quitarían de su cargo).

Los empujones en ocasiones casi le habían arrojado de la escoba, pero por el momento los había soportado bien. Su truco consistía en evitarlos, y en caso de ser el objetivo de algún jugador, entonces esquivarlos como fuera posible. Había verdaderos orangutanes gigantes ahí encima de la escoba jugando.

El año pasado Slytherin ganó la copa de Quidditch. Obviamente, como equipo fue gracias a todos pero sin duda su labor fue muy reconocido y su confianza con la escoba, mejoró aún más.

En resumen, era una de las pocas motivaciones que tenía hoy en día. Al subir a una escoba sentía que todos sus problemas volaban con el viento y se alejaban… muy lejos.

Para colmo, y para añadir a los sucesos afortunados que tenía últimamente; el profesor Slughorn le notificó que su tío no había tenido problema en firmar el certificado y que a partir de ahora ya podría ir a Hogsmeade las veces que quisiera. No era una buena noticia, pero como estaba de buen humor tampoco le pareció mal probar a hacer una visita a ese pueblo de los que ahora cualquier alumno hablaba.

-         Ey, Bryant.-le llamó la atención un chico a la hora del desayuno que se acercó hasta él y se sentó a su lado.

Levantó la cabeza y siguió masticando el trozo de magdalena que tenía en la boca. No era muy común ver a alumnos sobre esas horas en el Gran Comedor. A las nueve en punto de la mañana, Alexei siempre era uno de los primeros en bajar a desayunar. No era el hambre; sino más bien que la mayoría de alumnos decidían saltarse las primeras horas de desayuno y llegar entre las dos últimas. Así que, para evitarse todo el ajetreo que se engendraba allí dentro cada mañana, prefería alzarse pronto y luego aprovechar el resto de horas en otras cosas. No era el único en hacerlo; habían bastantes alumnos que tenían la misma idea que él, o al menos se levantaban también pronto cada día. Pero claro, ese número no tenía ni punto de comparación con el que se formaba en las siguientes. Desgraciadamente, alguna vez lo había tenido que vivir por haberse quedado dormido sin querer (en la época de exámenes, por ejemplo, tendía a quedarse hasta muy tarde estudiando y luego le costaba madrugar).

Ese chico sabía quién era. Iba en el grupo de amigos que ahora temporalmente le habían aceptado; pero sinceramente no se acordaba de su nombre. Parecía ser en sí un chico que no destacaba en nada. Tenía el cabello muy corto, casi rapado y unos cuantos lunares dispersados por toda la cara. Parecía tener un tick en el labio al hablar, o eso le había parecido en ocasiones.

-         ¿Has ido a la fiesta de la otra vez?-le preguntó mientras se preparaba su desayuno.

Resaboreó aún el resto de magdalena que tenía en la boca y se mantuvo en silencio, pensando. Fiesta… No recordaba la existencia de ninguna fiesta.

-         ¡Vamos!-le animó él con una media sonrisa y propinándole un codazo cómplice en la costilla.- ¿No sabías acerca de la primera reunión del año…?

Le hablaba como si fuera evidente saberlo; pero la verdad era que Alexei ni se acordaba de la existencia de esas reuniones. Ahora que se lo decía; sí, sabía muy bien cuáles eran. Y es que, entre los Slytherin, ir a la reuniones secretas era algo muy común. La mayoría de ellos estaban muy orgullosos de que un evento tan ingenioso hubiera sido creado y siga siendo administrado por ellos.

La idea era algo original; lo admitía. Sobre todo porque se las habían ingeniado para que la fiesta fuera casi imposible de encontrar por los profesores o vigilantes. Se hacía en una extraña sala del castillo, en la que si esa persona no deseaba con todas sus fuerzas acceder a la “reunión secreta de los Slytherin” entonces la puerta no se le aparecía nunca. El truco estaba en tener grandes deseos festivos, o eso decían; aunque más bien Alexei pensaba que era cuestión de convicción. El año pasado le obligaron a asistir a una porque la querían hacer en nombre del equipo de quidditch y sus victorias y el resto de jugadores le dijeron que fuera para que así pudieran estar todos. No quería ni asistir, ni tenía ganas de fiesta ni algo parecido, pero el Quidditch era algo que le estaba agradando demasiado y no quería arriesgarse a que le echaran del equipo por aburrido (habrían sido capaces) así que fue suficiente con desear querer entrar a la reunión secreta, porque así de esa manera podría estar con el resto del equipo allí dentro.

Parecía una sala diseñada justo para eso: para festividades. Era una sala enorme, alargada y al final se ensanchaba de forma circular. Quien encontrara la sala sin duda debió de tener mucha suerte. Aunque si Alexei la hubiera encontrado no la habría dedicado para reuniones, precisamente. Sino para algo más provechoso.

Según lo que había oído, en un principio las reuniones se hicieron sólo entre pocos alumnos y a escondidas de los prefectos de la casa. Pero al poco tiempo, los prefectos se enteraron y prometieron no decir nada a los profesores si se llegaba a un acuerdo: Si la celebración se realizaba siempre a escondidas y con ciertas normas, se podría hacer siempre y cuando hubiera un gran motivo para su realización. Entre las normas, una de ellas era poder acceder a la fiesta sólo a ciertas horas citadas con uno de los encargados (así los alumnos se dispersaban en horas distintas y no se llamaba la atención), tener que ir siempre camuflado en caso de ir bien vestido (a algunos les parecía gustar el hecho de ir con traje de gala) y lo más importante, no nombrar la fiesta a nadie que no estuviera invitado. La última era una norma no muy cumplida y a pesar de haber tenido especial cuidado en mantener las reuniones en secreto precisando horas y días incluso en señales que sólo algunos sabían, algún que otro profesor se había enterado al respecto. Sin embargo, ninguno llegaba a nada en claro; porque todos se quedaban estancados en el mismo paso: No sabía cómo llegar a esa fiesta.

Se tomaban muchas precauciones; si el rumor se corría demasiado y empezaban a saberlo alumnos no invitados entonces las fiestas se cancelaban por un largo tiempo y sólo se reinstalaban en caso de estar seguros todos que se podrían retomar.  Los de Slytherin siempre estaban invitados, pero en caso de ser de una casa distinta entonces sólo ciertos alumnos (prefectos su mayoría) podían tener el derecho a invitarlos. Por supuesto, el día de la realización del evento, siempre era un día distinto (incluso a veces siendo entre semana) y el tiempo entre evento y evento también. Así que a veces era uno al mes, otros cada dos semanas; la tardanza variaba según el tiempo que tenían los alumnos, las condiciones en las que estaban para hacerla y el tiempo que podían gastar para dar una excusa de crearla.

Lo que Alexei no entendía aún era como los prefectos podían estar casi al mando de esa, para su opinión, estupidez. Según los alumnos de Slytherin, era porque esas fiestas siempre eran en honor de algo importante y digno de ser celebrado; como la victoria de un partido, el fin de la época de exámenes o el reconocimiento de un día o persona importante. Pero él no las veía más que una excusa para beber y divertirse.

Porque bebían, y no chocolate caliente precisamente. Él había visto como entre los refrescos y los jugos, filtraban bebidas alcohólicas como, Ron de Grosella y una inmensa variedad de Whisky. No accedían todos los alumnos; ésta no era servida directamente, sólo los que sabían donde estaba guardada podían tomar. Pero esos eran casi la mayoría de los Slytherin; aunque muchos otros bebían a costa de ser sus amigos. Y muchos eran menores como él (es más, a él le ofrecieron una copa de Whisky de fuego que rechazó).

Sabía que además de la bebida, no debía ser lo único prohibido que debían hacer allí. Admitía que en ocasiones era inevitable jugar sucio. La vida era muy injusta, y si uno iba con ideales de equidad y honestidad entonces terminaría siendo engañado, utilizado y pisoteado por el resto del mundo. A veces había que escoger caminos que no eran precisamente honestos, sólo para querer aquello que tanto anhelas. Sin embargo, algunos se excedían con tales ideales. Un ejemplo de ello eran casos que había escuchado de rechazo; chicos con un amor no correspondido. Una cosa era intentar gustar a la chica con alguna mentira, o pareciendo un poco más amable y virtuoso de lo que uno es y otra cosa era engañarla de cualquier manera. En las reuniones, en muchas ocasiones, se propalaban pócimas. Pócimas peligrosas y prohibidas, como elixires amorosos o de atontamiento.

 Le parecía ridículo hasta que punto una persona no podía reconocer los límites de lo que estaba bien y lo que estaba mal. Y sabía que “jugar sucio” para los Slytherin había sido siempre un defecto demasiado excedido por la mayoría. Por suerte, a él le enseñaron de pequeño a controlar sus límites como era debido.

-         Hm, vaya. Esta vez se me pasó.-mintió rascándose el cogote.

Mentira. Lo había ignorado de tal forma cuando lo comentaban que se le había olvidado.

-         ¡Jolín, pues lo que te has perdido!-soltó el otro gesticulando con la mano muy emocionado.

Ya entendía el por qué de toda esa conversación. Arqueó una ceja y se pasó los dientes por el labio inferior. Sabía que debía escuchar; no le apetecía pero ese chico se le había acercado tan sólo por ese objetivo. Seguramente la fiesta se debió hacer anoche y debía estar tan emocionado para contárselo a alguien que no se había podido aguantar más y había ido al Gran Comedor bien temprano. No debía haber a esas horas nadie que conociera, o hubiera ido a la fiesta (todos debían dormir seguramente) así que al verle a él el problema se le había solucionado. La amabilidad no existía, pero sí la conveniencia.

Se mantuvo en silencio escuchando; el chico contaba tan animado como si hubiera sido el mejor día de su vida. Le explicó todo; de principio a fin. De cómo llegó, hasta cómo terminó. Le explicaba cosas tan absurdas y desinteresantes que le costaba seguir el hilo. Al final, le explicó de lo que estaba más orgulloso: había conseguido ligar con tres chicas en una sola noche.

-         … Entonces la otra se puso celosa, y empecé a bailar con ella como si nada, ¿sabes? Le agarré así, y le apreté. Había que aprovechar que tenía unas buenas tetas…

Bebía de la leche templada cuando escuchó eso y casi se atragantó. Pechos… Ese niño sólo era un año mayor que él, ¿qué hacía pensando en pechos? Bueno, él al menos no había pensado nunca en ellos. La palabra “tetas” para él significaba únicamente una parte más del cuerpo; que todo ser humano tenía, por cierto.

Estaba claro que no tenían una misma perspectiva de la vida; porque él tampoco precisaba en algún momento su concentración en el tema de “chicas”. La mayoría de niños de su edad tampoco, pero siempre había algún listillo sabihondo que le gustaba hablar de esas perversiones.

-         ¿No te ha gustado ninguna chica nunca o qué?-le terminó preguntando. Sin darse cuenta le había estado mirando con extrañeza todo el tiempo.
-         Eh, sí, alguna.-mintió.

Si decía que no seguro que le tomaba como algún rarito. Prefería evitar discusiones a esa hora del día.

-         Pues deberías probar con Sindy Marvell.-le comentó como si tal cosa.
-         ¿Marvell? ¿Esa chica no va con nosotros?

Le asintió con la cabeza y le dirigió una mirada pícara.

Sindy Marvell podía definirse con un sólo adjetivo: grande. Las chicas de Slytherin, en su mayoría, solían ser así. Se les podía confundir perfectamente con muros gigantes imposibles de derrumbar. Marvell tampoco era una de las que más grandes había visto; pero sin embargo era de segundo año y era mucha más corpulenta que él. Él era más alto, pero la complexión de Marvell le duplicaba. Aunque era cierto que él era muy delgado y no era difícil superarle de tamaño. Pero quitando eso, ni siquiera veía algún rasgo sobresalir de ella; tan sólo que era un poco simpática pero incluso parecía algo boba.

Miró al chico con su habitual gesto indiferente, meditando qué debía decir exactamente. Se rascó la mejilla y parpadeó. ¿Eran los pechos? Ni siquiera había mirado los pechos de Marvell una sola vez.

-         Creía que te habías dado cuenta ya.-se asombró el chico.-Sobre todo porque cuando estamos todos no se te quita de encima.
-         Ah… No, la verdad es que no.-reparó entonces él esbozando una mueca, comprendiendo.
-         ¿No te acuerdas? – le insistió.- Dijo que hasta se haría una mecha roja para ir a conjunto contigo, ¡vamos, no es muy normal decir eso!-le señaló el mechón rojizo del flequillo.
-         Sería ridículo.-admitió él recordando ese momento bochornoso y soltando un suspiro.- Yo no quise tener este mechón rojo por gusto.

Tampoco le desagradaba, le recordaba a su hermano mayor; pero prefería no decirlo porque seguro que entonces los demás pensarían que sí se lo había hecho a propósito. Sabía de la existencia de pócimas que te hacían cambiar el color de cabello; y de gente, en especial chicas, que lo usaban en constancia. Sin embargo, lo que él realizó de pequeño no fue una pócima de tinte sino una de sangre. En el caso de ser tinte su mechón habría desaparecido con el tiempo; pero a su contrario, ya podía crecerle el cabello que ese mechón siempre estaría de ese color.

El chico ya le había contado toda su historia festera, así que le dijo que tenía que hacer unas cosas y lo dejó solo. Su perdida no fue algo que echaría en falta. Apoyando los codos sobre la mesa, se quedó patidifuso mirando el techo.

Las gotas de lluvia caían sobre él, transparente. En realidad no era que estuvieran bajo un techo transparente, pero el hechizo que desde el año pasado se hacía cada día lo hacía parecer. De esa forma, podías ver a través de él. Solía haber siempre un mar de estrellas preciosas, o un sol que cegaba la vista, pero en esa ocasión los nubarrones lo impedían. Tan de mañana, y parecía incluso ser de noche. 

Mientras la lluvia cesara aunque fuera un poco pasado mañana, para el entrenamiento, era suficiente. Sin darse cuenta empezó a cavilar estrategias de Quidditch. 

viernes, 9 de noviembre de 2012

Cómplice de secretos 3 ª Capítulo


Éste se trata de un FANFIC de género Romance y tragedia de la serie  Harry Potter. Este es el 3ª Capítulo del contenido, para ver los siguientes tan sólo le tendréis que dar click en el título que deséeis del índice. Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

Resumen: Debido a que esta historia es muy larga, voy a haceros un pequeño resumen del contenido. La historia se basa en Harry Potter, sin embargo nuestros protagonistas son originales. Loga y Alexei además viven en un ambiente muy alejado al que se cierne la historia de Harry Potter; nos centramos en la época de Tom Ryddle cuando cursaba Hogwarts. Por lo que, salen personajes de la serie; pero éstos son muy pocos y más bien en su época más joven. También nos encontraremos con familiares de personajes que o bien son inventados o que han sido alguna vez nombrados en los libros. 

La historia gira alrededor de ellos dos. Loga es una chica presumida, extrovertida y escandalosa, de la casa de Gryffindor. Mientras que Alexei es un muchacho tranquilo, frío y reservado, de la casa de Slytherin. Pero el choque continuo que hay entre ellos no es el verdadero problema de la situación; en el colegio comienza haber extraños acontecimientos; y es que, en realidad nadie sabe con detalles la historia trágica que envuelve el año en el que por primera vez se abrió la Cámara de los Secretos. Con el tiempo, nuestros protagonistas se verán envueltos en el problema sin darse cuenta y, mientras Alexei esconde un verdadero secreto que intenta ocultar al colegio, Loga es conducida lentamente hacia una trampa mortal de la cual jamás podrá salir. 



· ·       índice    ··

1 ª Unos malos inicios 

2ª Disparates y más disparates








3: Catigados : Loga







-         Entiendo que te hayan castigado por haber sido una completa estúpida entrando en la Biblioteca como si fuera el Bar de la esquina, -comentó el joven cruzándose de brazos y mirando hacia el lado contrario en el que ella estaba.- pero lo que no llego a comprender es porque me han castigado a mí también.

Sí, allí estaban los dos. Castigados en la sala de profesores esperando a que alguno de ellos llegara para recibir su castigo. La mujer de la Biblioteca había decidido que ambos tenían la culpa, Prideoux por el alboroto y Bryant porque “parecía” estar involucrado en ello. Eso último sin duda le parecía injusto al muchacho.

-         Sino me hubieras ignorado durante toda la mañana, esto no habría pasado, idiota.-escupió ella pataleando y mirándole, pero le molestó al ver que éste le ignoraba mirando por la ventana.-¡¿Se puede saber por qué no me escuchas?!
-         No soy como los demás, no pienso hacer caso a tus órdenes, niña mimada.-le aclaró sin despegar ni un momento los ojos de la cristalera.-No funciona el truco ese de la chica Veela para mí.

Loga volvió a patalear y por las ansias casi volcó la silla en la que estaba sentada. Le miró por varios segundos hinchando los mofletes y entonces esbozó una sonrisa.

-         ¿Entonces por qué no me miras?-sugirió más tranquila.- Seguro que es porque te pongo nervioso.

Sí, definitivamente esos trucos tampoco servían con ese chico ya que no le dirigió la mirada y no es que se hiciera el despistado; de verdad le estaba ignorando. Pero no, a ella realmente no le gustaba que nadie más que ella se saliera con la suya.

-         Te digo que me mires, estúpido…-le ordenó apretando los dientes.

Le palmeó fuerte la rodilla, se apoyó y con la otra mano le giró la barbilla. El chico intentó evitarlo haciendo fuerza hacia el lado contrario pero obviamente una cabeza no tenía más fuerza que una mano.

EL contacto directo provocó que éstos esbozaran un verdadero gesto de asombro. No fueron ni dos segundos lo que pudieron mirarse directamente a los ojos ya que el chico los entrecerró como dos rajillas y finalmente colapsó. La empujó con ambas manos y la silla en la que ésta se sentaba finalmente cayó.

-         ¡OYE, IDIOTA!-gritó eufórica levantándose de un salto más caer.-¿¡Te parece bonito empujar a una chica?!
-         Me da igual si eres una chica o no, a mi nadie me fuerza a nada.-zanjó él volviendo a cruzar los brazos y mirándole con desafío.-Ya te lo he dicho, no funciona conmigo, porque consigas hacer lo que quieras con la mayoría no significa que con otros sí. Además.-añadió frunciendo ligeramente el ceño.-¿Culpable de qué? No intentes meterme en líos, yo no he hecho nada.
-         ¡Mentiroso!-gruñó ella desplegando brazos y piernas.

Corría directo hacia él. De verdad lo  hacía, quién sabe lo que habría pasado allí ¿una pelea? Sino fuera porque el profesor llegó y con un movimiento de varita levantó la silla interponiéndose en medio de ellos dos.

-         ¡Ya basta!

Quien se había interpuesto había sido el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Kane Damian, que no parecía estar muy de buen humor acompañado del Profesor de Historia de Magia, el aburrido y anciano Cuthbert Binns al que todo alumno detestaba o más bien prefería ignorar (en especial en sus charlas aburridas de clase) su aflautada voz.

-         ¡Señorita Mercoux, señorito Lorey, por favor comportaos como serios alumnos!-exigió éste último, siempre acertando en los apellidos.

No tuvieron otra más que obedecer. Así que Loga se contuvo, cogió la silla y se sentó a regañadientes al lado del chico el cual se mantuvo rígido y esperando en posición al frente.

-         A ver, ¿A qué se debe todo este escándalo?- prosiguió el profesor Damian que  al sentarse en la silla dio un suspiro y miró de reojo unos cuantos papeles que habían en la mesa. Binns se limitó a mantenerse de pie a su lado, con su gesto aburrido de siempre.

Damian era un hombre bastante joven comparado con el resto de personal que había como profesorado; su edad debía rondar sobre los cuarenta, y bajo esa apariencia desgastada se apreciaban rasgos atractivos. Solía vestir de cuero, en ocasiones hasta podía vérsele la ropa estropeada y sucia. Con gabardinas largas y botas desmesuradas, parecía un auténtico cazador de lo oscuro, o al menos ese era el rumor que se corría por Hogwarts. Llevaba el cabello moreno recogido en una larga coleta y siempre iba a medio afeitar. En situaciones normales era una persona agradable, pero cuando alguien conseguía hacerle enfadar o no estaba en una muy buena época, podía apreciarse su mal temperamento.

Era obvio que en aquel instante no rebosaba de simpatía. Los miró con unas grandes bolsas debajo de sus verdosos ojos y arqueó una ceja esperando la respuesta de alguno.

-         Verás, Kane…
-         Profesor Damian.-le corrigió de inmediato él a la entusiasta muchacha que ya en menos de tres años le conocía demasiado bien. Le había dado demasiados problemas en clase, ya sea por discusiones o por utilizar las propias defensas de  las Artes Oscuras en contra de otros alumnos. Además, tenía la dichosa manía de tutearle sólo por tratarse de un profesor joven. Chasqueó la lengua y tamborileó los dedos.- le te he dicho mil veces que cuides tu forma de hablar, señorita Prideoux.

Ésta puso los ojos en blanco y apartó un mechón de la frente con un resoplido.

-         “Profesor Damian” –dijo ésta con cierto rin tintín que sin duda no ayudó mucho a mejorar la situación.-Yo sólo quería encontrarme con ESTE individuo.-señaló a Alexei mientras sin darse cuenta alzaba la voz demasiado.-Porque se me acusa de haberme chivado cuando es él el culpable.
-         ¿¡Qué?!-se sobresaltó éste mirándola, curvando la boca sin poder creerse lo que oía.-¡¿Pero qué tonterías puede llegar a soltar esta papanatas?! ¡Yo no me he chivado de nada!
-         ¿¡Cómo qué no?! ¡Él único que pudo chivarse del huevo del Longhottom fuiste tú! Porque el resto no pudimos ser.-concluyó ella cruzándose de brazos. Cerró los ojos, con la barbilla en alto para variar.
-         Siento deciros que quién me informó sobre el huevo de Longhottom fue la señorita Myrtlle.-les interrumpió entonces el profesor Binns avanzando unos pasos hasta ellos para tomar su atención.- y debo añadir, que hizo bien en decírmelo, ya que ese huevo sin duda se trataba de algo peligroso en el que el profesor Dicklet y yo estamos investigando todavía. 

Loga, que aún no había dejado de mirar a Alexei, se quedó segundos patidifusa por lo que acababa de enterarse. Pudo ver como el chico arqueaba las cejas con predominio, satisfecho por haberle dejado tan mal.

-         Bien, así que como pueden ver, profesor Orphen, profesor Binns.-comentó entonces Alexei con una perfecta educación mientras inclinaba la cabeza hacia delante. Sonreía, estaba sonriendo de forma victoriosa y eso a Loga le hizo sentir ciertas ansias de venganza.-Yo no tengo nada que ver en esto, así que puedo marcharme.

Iba a alzarse, pero entonces fue el profesor Damian que dio unos golpes rudos en la mesa con la mano y lo asustó haciendo que el poco movimiento lo retrocediera lentamente hacia atrás.

-         Aquí nadie es inocente, me importa un bledo quién fue el causante y quién el consecuente.-les gruñó con la cabeza cabizbaja y aún apoyando la mano sobre la mesa.- El problema consiste en que ambos terminasteis haciendo un escándalo en la Biblioteca por un estúpido huevo, así que, LOS DOS estáis castigados.-enfatizó aquello último, alzando dos dedos.-Ayudaréis al profesor Binns a preparar tarea escolar después de clases hasta que él decida. Y hasta aquí todo.

Se dio por finalizada la reunión y Damian se levantó, haciendo ruido con todos esos aparatosos cinturones de tantas hebillas y cadenas enganchadas por todas partes. A Loga le debió molestar lo que le había dicho, o quizá porque le había castigado; porque al pasar éste, volteó la cabeza en dirección contraria de forma exagerada demostrando su enojo. Cuando quedaron solos con Binns, éste les explicó dónde tendrían que ir a partir de mañana y siguiéndoles el paso, se marcharon cada uno a su respectiva habitación.

No había sido para tanto. Eso es lo que pensaba ella. Tampoco nadie había salido malherido o ni siquiera nadie se había quejado allí en la biblioteca exceptuando la amargada bibliotecaria que tan mal le caía. Una vez le amenazó que si volvía a pasar por allí, avisaría a los profesores para que le expulsaran. Sólo porque según ella, siempre que iba era para gritar o hacer de todo menos leer o estudiar.

Aquella noche fría, en la que se tuvo que enrollar en las sábanas tal como un capullo para soportar bien el frío, soñó con sus días de infancia. En esos días de invierno en los que su madre se ponía a su lado y la abrazaba. El calor que ella propagaba era tan gratificante y afable que siempre le hacía dormir, aunque ella hubiera tenido un mal día. Por eso, siempre le había gustado más el invierno que el verano. Ahora, le daba bastante lo mismo. Pues, en los inviernos gélidos como aquél ahora no había nadie para hacerlo.

-         ¿No vas a venir? ¿De verdad? ¡Aún estás a tiempo!

Desde el primer día de clases, Runas Antiguas siempre transcurría así. Giselle y ella se ponían juntas, entonces ésta aprovechaba para siempre preguntarle lo mismo. La “reunión secreta” de los Slytherin. La que ese mismo día iba a realizarse. Por fin, sólo esperaba que una vez sucediera, Giselle le dejara en paz y se olvidara de fiestas.

Loga le devolvió una mirada furtiva en la que podía verse el mal genio sumado a lo de ayer y a que eran tempranas horas de la mañana. La chica pegó un bote del susto y palideció.

-         Como me lo vuelvas a decir, te juro que te dejo de forma que te será imposible ir a la fiesta.-aseveró amenazadoramente.
-         ¿H-ha pasado algo malo?-adivinó ella alzando las manos en son de paz.
-         Me castigaron.

Giselle cerró la boca, meditativa. A los minutos, mientras el profesor seguía dando páginas de aquel aburrido libro de Runas y los alumnos seguían en aquel silencio sepulcral, sinónimo de un aburrimiento colectivo, Loga apoyó la cabeza sobre el libro por unos momentos y le confesó:

-         Me castigaron con ese chico de Slytherin, ¿recuerdas? El que buscaba para quitarme el muerto de encima.
-         Ya te avisé de que sería mejor que no lo hicieras.-le reprochó Giselle con dulzura sintiendo pena por su amiga.
-         No es necesario que me lo digas, de todos modos yo me había olvidado de ese. Sólo que apareció tan de repente... tiene una enfermedad extraña o algo así.

La otra parpadeó, dando a comprender que no tenía ni idea al respecto.

-         Dejemos cualquier tema relacionado con Slytherin, ¿de acuerdo?- bufó ella agitando la mano y con ello llevándose la primera riña del día.

Pero los Slytherin no parecían ser los únicos que odiaban a Loga, aunque eso era algo que ya sabía. Al pasar cinco días, Loga se enteró de que las gemelas fantômes habían sido las causantes de la desaparición de su marco de fotos. Se lo habían quitado por mero entretenimiento. Cuando consiguió saber donde estaba, la foto ya estaba estropeada e inservible. Habían jugado con ella como si de mierda se tratara.

-         ¡Os JURO QUE OS MATARÉ!-bramaba ella en medio de la Sala Común.

Una chica que también compartía con ella habitación se lo había dicho, más bien por lástima. En cuanto Loga vio a las gemelas cruzar por el cuadro de la Sala, las alcanzó y tuvieron que ponerse varios alumnos por medio, entre ellos, Hagrid, para que aquello no acabara peor de lo que ya estaba.

-         Loga, cálmate. Tuviste un castigo, y a este paso te van a expulsar…-le decía su amigo Hagrid.

Pero no, ella no podía calmarse. En lo único que pensaba en ese instante era en arrancarles a la vez cada pelo de aquella caballera. Fingió calmarse, o quizá fue un lapsus en el que el mareo le hizo perder fuerzas y entonces la soltaron. Apoyó la cabeza sobre una mano, sintiendo lo de su alrededor tambalearse.

A los dos segundos, se había abalanzado de nuevo contra ellas. Había pillado de tan imprevisto a todos que ninguno tuvo tiempo de interponerse. Loga les cogió fuerte de la túnica arrojándolas violentamente contra el suelo y en el momento en que ésta sacaba la varita y por las escaleras llegaba ya un prefecto, Hagrid le cogió de las axilas y se la llevó por delante. Abrió el cuadro, y corrió arrastrándola.

El resto de alumnos de Gryffindor tan sólo no supieron que decir una vez el prefecto llegó. Éste se encontró con las dos gemelas arrojadas en el suelo, una desmayada y otra echando sangre por la boca.

Por el camino, a medida que se alejaban Hagrid y ella de la Sala Común, corrompió a un lloro de lágrimas a causa de la impotencia y la rabia.

Sabía que no sólo era envidia. Cuando otras personas le hacían cosas así, no sólo se trataba de eso. Loga sabía perfectamente que era su carácter muchas veces lo que causaba el odio de los demás. A pesar de saberlo, ella nunca iba a aceptar que era un error suyo. Porque ella era así y sino la aceptaban era su problema.

Hagrid la llevó fuera del castillo puesto que con el frío que hacía era más difícil que alguien paseara por allí y cualquier profesor que los encontrara preguntaría al respecto; y ni Loga estaba para dar excusas ni tampoco él creía encontrar una en ese momento.

-         Ey, Loga. Vamos, cálmate. –le insistía Hagrid continuamente.- Esa fotografía seguramente pueda arreglarse, ¿sabes? Sólo es cuestión de mirar algún hechizo, o incluso podamos encontrar la manera de conseguir duplicarla.

La fotografía rota, la que aún ella sostenía dentro de su puño con fuerza, arrugándola. El grandullón ahora le aferraba de los hombros y le balanceaba para hacerle reaccionar. No debía ser su intención, pero lo hacía con tanta fuerza que los lloros y el movimiento casi le hicieron perder la consciencia por un momento.

-         No es la foto… -pudo decir casi de forma inteligible. Le interrumpió un hipo causado por las lágrimas, balbuceó un poco y pudo seguir:-… Son ellas… Me da rabia. 
-         Lo entiendo, ya haremos algo.-le dijo dejando de moverla para dale unas cuantas palmaditas en la cabeza. - Seguro que si se lo decimos a algún profesor tendrán su merecido castigo. Ya verás, tú mientras tanto aguanta. Hace poco fuiste castigada y no te conviene.

Se mordió el labio, viendo el suelo el cual había impregnado de gotas. Se limpió con un puño las mejillas y alzó la cabeza para ver a su amigo que le sonreía con calma. A pesar de lo agradecida que se sentía, no podía evitar mostrarse tensa. Con el ceño fruncido y los labios oprimidos, rasgaba los ojos como si quisiera matar a alguien de verdad.

A las siete en punto tenían que estar en el despacho del profesor Binns. Tal como de costumbre, Loga llegó tarde aquel día. Siempre que entraba, Alexei ya estaba allí. En frente del profesor, sentado al lado de una silla vacía que ella debía ocupar.

Todos los días, Binns les daba unas hojas sacadas de a saber dónde de las cuales ellos debían leer y leer para luego resumir lo que les podía parecer más importante. Esos resúmenes Binns los tendría en cuenta para futuras clases; a pesar de que él ya hiciera sus respectivas conclusiones con esos materiales.

No era que les fuera a beneficiar en cuanto a conocimientos, porque ni siquiera lo que leían les podría servir para clase ya que lo que el profesor les daba eran temas que ellos ya habían dado en cursos pasados. Así que al ver lo poco que importaba, Loga ni siquiera se molestaba en apuntar algo. Cuando lo hacía, era más bien porque se aburría. Por otro lado, Alexei al menos había entregado ya un resumen.

La satisfacción del chico al demostrar a Loga que él no había sido el culpable de nada, se había esfumado con el viento. Expresaba verdadera molestia si las miradas se las cruzaban, debía sentir un gran rencor hacia ella por haber sido castigado injustamente. No le iba a pedir perdón, era demasiado orgullosa. Aunque sí era cierto que se sentía con la labor de solucionar las cosas con esa Myrtle tan sólo para sentirse algo mejor.

-         Siento la tardanza.-se limitó a decir al entrar al despacho.

Cerró la puerta tras de si y fue con paso lento hacia la silla. Le gustaba molestar al otro de su concentración haciendo ruido con las cosas, pero esa vez no lo hizo. Se sentó, cogió los respectivos papeles sin preguntar a nadie y comenzó a leer apoyando la cabeza sobre una mano.

Leyó dos frases y ya se desconcentró. Qué poco interés podía llegar a causar las transiciones políticas que llegaron a tomar con el Ministerio a lo largo de la historia. Había millones de nombres, fechas y todo era contado de una forma tan neutral y poco humanizada que parecía estar leyendo los manuales muggles que enseñaban paso a paso cómo hacer funcionar un aparato (esos a los que su padre tanto recurría).

Se quedó en blanco sin darse cuenta. Entonces pensó que su padre no debía tener ni idea de la foto que ella conservaba. Bueno, la que había conservado. Desvió la mirada hacia arriba y se fijó en el cielo oscuro que se visualizaba en la ventana. Su padre odiaba demasiado a su madre. Siempre habían parecido llevarse mal; hasta que al final terminaron divorciándose.

Su padre le había recordado siempre que su madre había sido una mantenida. Pero ella sabía muy bien que la situación no había sido tan fácil; la madre de Loga tuvo que dejar su trabajo al darle a luz. El cuidado de una niña fue más complicado de lo que pensó; y su madre le confesó cuando era muy pequeña, que ella al principio había dejado el trabajo de forma temporal hasta que creciera pero con los años no se atrevió a volver por miedo a perderla.
<<Mi trabajo significa arriesgar tu vida al día a día, pequeña.>> Le dijo con esa tierna voz. Siempre le cogía en brazos, le abrazaba casi por cualquier excusa. <<Antes no me daba miedo hacerlo, a pesar de tener a tu padre. Ahora estando tú, es un miedo que me abordaría hasta en sueños>>.

Si hubiera tenido voto en aquella ocasión; Loga habría decidido quedarse con su madre sin lugar a dudas en el momento del divorcio. Pero en el juzgado ni siquiera hubo discusión; la madre de Loga no tenía ni un hogar ni un oficio fijo. La decisión estaba clara y su padre se quedo con su custodia.

Loga volteó la cabeza hacia el lado contrario, esta vez mirando la cantidad inmensa de libros que había en el despacho y que hasta ahora no había reparado su atención. Lo que hacía el aburrimiento.

¿Qué había sido de su madre? Pues, tal como su padre le había dejado de esa forma tan cruel; seguro que había terminado siendo una vagabunda o teniendo un oficio de camarera y viviendo a duras penas en algún lugar de Francia.

De pequeña fue algo que le ofuscó durante años. Quiso encontrar la manera de contactar con ella, pero su padre se lo impedía y por otro lado su madre no daba señales de vida. Y al vivir en Inglaterra la cosa se complicó mucho más. Desde ese día, Loga le tomó un rencor inconsciente a su padre; el cual iba en contra de la magia que había desarrollado. Porque claro, el padre de Loga era un muggle. Un muggle que en realidad nunca había aceptado el lado mágico de su mujer, por lo que no lo haría de su propia hija.

Sin embargo, a pesar de lo poco que disfrutó; su madre consiguió enseñarle algo de magia. Se lo pasaron muy bien así y a Loga era una de las pocas cosas que le había fascinado de pequeña. A medida que fue creciendo ella estaba convencida de que quería ser una maga como su madre; al separarse sus padres, no cambió de opinión.

A los once años, cuando recibió la carta de Hogwarts, su padre no se lo podía creer. Él conocía el colegio de Beauxbatons de Francia, porque fue ahí donde la madre de Loga se desarrolló como maga, pero desconocía la existencia de otros colegios (en parte, uno de los motivos por los que la llevó a Inglaterra seguramente debía ser por eso); al igual que Loga, que por un momento pensó que la oportunidad como maga al irse de Francia desaparecería.

A Loga le hizo tal ilusión que a pesar de su padre decirle que no iría, ella investigó por su cuenta. Mandó a sirvientes que mantuvieran en secreto las órdenes que ella les daría, órdenes en las que entraba llevarles al Callejón Diagon. Ella solita se encargó de ir primero al Banco para intercambiar dinero Muggle (el cual tenía demasiado) por mágico, crearse una cuenta allí para poder almacenar casi todo y después ir a comprar todo lo que en la lista le exigían, incluso consiguió un animal. Al poco tiempo, su padre terminó enterándose de todos los movimientos (algún criado debió delatar) pero aunque le amenazó con encerrarla en casa o internarla en algún colegio cualquiera, la palabra de Loga no podía ser refutada.

Y es que, desde que vivió con él, Loga había hecho en la mansión lo que le había dado la gana. Siempre; había recibido castigos, órdenes, incluso le habían amenazado con quitarle caprichos, pero ella seguía en la misma línea. Si era castigada, se pasaba por alto el castigo o se comportaba peor, cualquier mandato para ella entraba por una oreja y salía por la otra y si le quitaban cualquier cosa, ella la volvía a comprar con su tarjeta de crédito (si se la quitaban, entonces robaba la de su padre). Le habían juzgado de caso sin solución; estuvo durante un año en un colegio interno pero ni siquiera terminó el año escolar y le expulsaron por su comportamiento (el cual lo hizo a propósito para que su padre no se saliera con la suya). Con tales hechos, su padre en teoría le debería tener un enorme odio, pero no era el caso. Estaba siempre tan ocupado con su trabajo que quiénes le cogían odio eran los sirvientes o cuidadores, los que en realidad se ocupaban de ella en persona. Y si era respecto al dinero, el padre de Loga tenía tanto que daba igual lo que éste se malgastara por la inmadurez de Loga, ni siquiera él lo notaba en sus recibos.

Al final, haciendo todo lo posible incluso amenazando a sirvientes con que serían despedidos (porque ella ya lo había hecho y sabían que era capaz, obligando prácticamente a su padre), Loga consiguió llegar el primer año al andén nueve y tres cuartos e insertarse en el colegio. Al segundo año, el hecho no le costó tanto. Su padre al igual que los sirvientes debieron notar el enorme cambio. Estar sin ella casi todo el año debía ser un lujo; además cuando ahora ella volvía la situación era distinta. Ya era maga, tenía otros conceptos en la cabeza y en verano u otras festividades estaba más ocupada de lo usual.

Parpadeó comprendiendo que se había quedado inmersa en su pasado. Y todo por esa foto perdida que tanta rabia le daba. No era añoranza por una familia; en realidad que su padre saliera en ella le daba igual.

Miraba los libros por encima de la cabeza del chico y éste se rascó la cabeza, haciendo que el mechón rojizo de su flequillo le llamara su atención; tal como la primera vez que lo vio. Entonces bajó la mirada hasta él, lo miró por unos segundos y luego vio la tirita que aún tenía en la frente.

¿Y esas heridas? Una enfermedad normal no hacía esas heridas. Parecía haberse peleado con un perro callejero en vez de haber caído enfermo. No parecían graves, pero recordaba la de su cuello, la que ahora siempre se tapaba con la bufanda. La primera vez que llegó a clase lo tenía vendado, como si se hubiera hecho un tajo en él. ¿Es que acaso no sabía que las heridas en los cuellos podían ser perjudiciales? Incluso si eran muy profundas podían hacerte perder la voz.

Se palpó el cuello inconscientemente mirando la bufanda del chico, como si así pudiera ver a través de ella o en algún momento se le pudieran ver las vendas, cosa que no iba a suceder.

Desde que lo vio con las heridas recordó que en alguna otra ocasión en años anteriores un chico siempre aparecía vendado o herido por algo. Le sonaba el rumor de un chico enfermo en Slytherin, pero la verdad, era algo que nunca le había dado importancia. 

Reparó en que éste le estaba mirando y que ella seguía con los ojos clavados en él. Le debía haber estado viendo durante todo el rato. El gesto de odio que siempre le mandaba había desaparecido por uno de sorpresa. No desvió la mirada, más bien la mantuvo clavada en sus ojos con ese gesto aburrido que tenía desde horas. Al final éste se debió enojar, porque frunció el ceño molestó y volteó la cabeza en dirección contraria como si quisiera que le dejara de mirar.

Levantó ambas cejas y se encogió de hombros. Tampoco mirarlo era gran cosa ni mucho menos; no era feo pero tampoco la belleza personificada. Medio sonrió con picardía, le gustaba ver como la gente se ponía nerviosa una vez sabía que le estaba dando atención. Porque ese chico ahora lo estaba, al coger la pluma lo hizo con tanta torpeza que se le cayó al suelo. A pesar de lo frívolo que se mostraba, era humano después de todo.

Se aburrió y pasó a mirar la mesa del profesor Binns. Tantos papeles y carpetas le agobiaban; como ese profesor. Esa voz acompasada y aguda en más de una ocasión en clase le había perforado el oído en medio de un gratificante viaje al mundo de los sueños. Tamborileó los dedos y dejó caer un suspiro, expresando la pesadez del tiempo allí dentro. Algo no encajaba entre tanto documento; parpadeó varias y comprendió que estaba mirando la silueta de un huevo.

Sí, el huevo de Longhottom. El huevo de Longhottom estaba allí mismo, en frente de sus narices; reposando en una copa, tan frágilmente como la primera vez que lo vio. ¿Parecía más grande o era impresión suya?

-         Manteneos así, debo ir un momento a hablar con la profesora Nyra de algo muy importante.-aseveró Binns que parecía muy concentrado en los papeles que tenía en las manos. Sin despegar la mirada de ellos, se levantó y se marchó de allí con un paso rápido poco habitual en él.
-         Oh…-soltó Loga de forma misteriosa una vez se cerró la puerta.

Echó levemente el cuerpo hacia delante, extendiendo los brazos cuan largos eran. Alexei no se había inmutado por lo sucedido, ni siquiera había dejado de escribir cuando el profesor les comunicó aquello.

Echada hacia delante, entonces dio un bote y la agarró. La copa estaba en sus manos y en su rostro había una sonrisa victoriosa.

-         ¿Qué haces?-preguntó éste levantando la mirada entonces y viendo lo que agarraba.
-         ¿Tú no eres un chivato, no? Así que no dirás nada si me lo llevo.
-         ¿Eres tonta o te lo haces? Si desaparece justo cuando vuelva, sabrá que hemos sido uno de nosotros dos.
-         No, -negó ella esbozando aún más su sonrisa y le miró con predominio.- ¿Quién te crees que soy? Saco sobresalientes en Transformaciones.

Cogió la cajita en la que guardaba la pluma, la posó en medio de la mesa; sacó la varita, recitó un hechizo y no tardó en tener dos huevos completamente idénticos en sus manos.

-         Que gracia me va a dar cuando el profesor vea que el huevo jamás se abrirá.-rió ella haciendo demasiado escándalo en la sala vacía. Por si acaso alguien llegaba; volteó rápido la cabeza hacia la puerta, vio que estaba cerrada y con rapidez metió el huevo verdadero en el bolsillo, dejando el falso tal como estaba el anterior.
-         Vaya, no sabía que te gustaban los chicos regordetes.-se burló él con aquella mueca que debía ser su sonrisa.

-         ¿Quién te dice que se lo voy a dar?-le soltó ella con rabia, pues sus comentarios agrios empezaban a molestarle.-Es un huevo peligroso, así que estaría bien que Myrtle aprendiera a no chivarse. Quizá escarmiente si por casualidad un huevo que incubaba en la mochila se abriera y se encontrara con una criatura espeluznante…

-         Y que otras personas aprendieran a no juzgar por las apariencias también estaría bien.-añadió él que volvía a mirar la hoja y a escribir con desinterés.

Encorvó los labios hacia un lado y aspiró por la nariz.

-         Mira, si fueras más simpático te pediría disc…
-         No quiero disculpas de alguien como tú.-le interrumpió diciendo aquello con claridad. Encima le molestaba aún más que casi siempre que le hablara ni siquiera le dirigiera la mirada.

Se medio alzó de la silla, mirándole.

Sino fuera porque la rabia acumulada en ese momento la sentía hacia las estúpidas gemelas por lo que le habían hecho aquella tarde, ahora habría cogido la varita y le hubiera retado a un duelo. O lo que es lo mismo, le habría dejado papilla en el suelo de aquel despacho. Pero no tenía ganas, no tenía ganas de nada más que de encontrar la manera para devolvérsela a esas arpías.

-         Bien.-aseveró con un gesto de indiferencia y se volvió a sentar correctamente, volviendo su concentración (o al menos intentándolo) a aquellos aburridos papeles.