Éste se trata de un FANFIC de género Romance y tragedia de la serie Harry Potter. Este es el 4ª Capítulo del contenido, para ver los siguientes tan sólo le tendréis que dar click en el título que deséeis del índice. Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!
Resumen: Debido a que esta historia es muy larga, voy a haceros un pequeño resumen del contenido. La historia se basa en Harry Potter, sin embargo nuestros protagonistas son originales. Loga y Alexei además viven en un ambiente muy alejado al que se cierne la historia de Harry Potter; nos centramos en la época de Tom Ryddle cuando cursaba Hogwarts. Por lo que, salen personajes de la serie; pero éstos son muy pocos y más bien en su época más joven. También nos encontraremos con familiares de personajes que o bien son inventados o que han sido alguna vez nombrados en los libros.
La historia gira alrededor de ellos dos. Loga es una chica presumida, extrovertida y escandalosa, de la casa de Gryffindor. Mientras que Alexei es un muchacho tranquilo, frío y reservado, de la casa de Slytherin. Pero el choque continuo que hay entre ellos no es el verdadero problema de la situación; en el colegio comienza haber extraños acontecimientos; y es que, en realidad nadie sabe con detalles la historia trágica que envuelve el año en el que por primera vez se abrió la Cámara de los Secretos. Con el tiempo, nuestros protagonistas se verán envueltos en el problema sin darse cuenta y, mientras Alexei esconde un verdadero secreto que intenta ocultar al colegio, Loga es conducida lentamente hacia una trampa mortal de la cual jamás podrá salir.
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1 ª Unos malos inicios
2ª Disparates y más disparates
4: Días de lluvia tranquilos : Alexei
Esa chica comenzaba a asquearle; más bien había empezado a
sentir un odio irrefutable hacia ella. Al principio le parecía indiferente,
pero desde que quedó castigado por su culpa no podía evitar sentirle tirria.
Encima su personalidad le desesperaba. Escandalosa; siempre entraba dando
portazos, arrastrando las sillas, sacaba las cosas casi a golpes y por nada
soltaba algún quejido o gemido por la boca. Gritona; porque si abría la boca
para hablar debía escucharle el castillo entero. Y encima, mirona; porque tenía
la cara dura de quedársele mirando embelesada como si tuviera monos en la cara.
No le gustaba ser el centro de atención a diferencia de ella, así que ese tipo
de cosas le inquietaban.
Ni siquiera un amago de disculparse, ya que según ella no
parecía estar a su altura para pedírselo. De todas formas; no iba a aceptar disculpas,
ni aunque lo intentara. Ya le parecía un acto irrespetuoso el que hubiera
pasado tantos días y no haberlo hecho en un primer momento, aunque viniendo de
ella no le extrañaba.
Antes podía ignorarla con mayor facilidad, pero con ese
castigo los días se volvían infernales. Porque en clase aún, daba la nota pero
en algunas se mantenía callada y si eras tan indiscreto como él no importaba
pero por las tardes cuando se juntaban en aquel despacho; los dos frente al
profesor, era más complicado.
El pleno frío del invierno que semanas antes se avecinaba,
ahora les azotaba con fiereza. Obligando a que la mayor parte, por no decir
toda, de los alumnos se cobijara dentro del castillo. Por esa misma razón, era
una época que detestaba. Con buen tiempo, los pasillos, las salas, la Biblioteca , estaban más
vacías. Él era alguien que prefería mantenerse siempre allí dentro. Si salía
fuera por el día era porque o bien había que ir por alguna asignatura, o porque
de tanto en tanto le gustaba apreciar la belleza del lago.
-
¿Os habéis enterado de que están organizando
excursiones a un pueblo cercano para los alumnos de a partir de tercer
curso?-comentó un alumno del grupo con los que ahora Alexei solía ir (se
limitaba a juntarse únicamente en horario de clases).
Escuchó. Como siempre, no iba a meterse en la conversación.
-
Sí, Hogsmeade. Dicen que es un pueblo muy animado, que
hay algunas cuantas tabernas y que además dicen que harán una casa de
golosinas.
-
¿Una casa de golosinas no os parece algo demasiado
infantil? ¿Y sabéis cuándo empezarán?
-
El próximo fin de semana, serán sólo algunos. Lo único
que tiene de interesante es que allí no estaremos supervisados por nadie. Eso
sí, deberemos volver a cierta hora al castillo o tendremos un castigo.
-
Vaya, que aburrimiento. No tiene gracia sino te puedes
quedar allí a dormir.
-
Quién sabe, quizá cambien los sistemas, lo que sé es
porque me lo ha dicho mi padre, pero no
se sabrá bien todo hasta que se lleve el proyecto a la práctica.
-
¡Oye esto de tener un padre enchufado no es justo, eh!
-
¡Sólo se organiza de actividades relacionadas con los
permisos familiares, no me tomes como enchufado!
Excursiones a un pueblo. Lo que faltaba, aunque si era libre
el aceptar ir o no era una buena manera de quedarse más solo en el castillo.
El rumor se extendió y a los pocos días se reveló su
afirmación. A todos los alumnos les dieron un certificado. En éste se anunciaba
las excursiones al pueblo para crear una forma de diversión a los alumnos
mayores de 13 años. En efecto, las excursiones durarían a lo largo de todo el
día y terminarían con el último tren hacia Hogwarts, a las nueve en punto. En
caso de ser menor de 16 años, el certificado debía estar firmado por el tutor o
padres del alumno y ser entregado al jefe de su respectiva casa.
¿Significaba entonce que debía mandarle una carta a su tío?
No le apetecía mucho contactar con él. Contra menos lo hiciera mejor.
-
Profesor Slughorn.-le llamó una vez los alumnos de
Slytherin con sus dudas le dejaron en paz, puesto que era él quién a estaba al
cuidado de la casa.-Me gustaría devolver el certificado, no me interesa visitar
el pueblo.
-
¿Por qué? –le preguntó éste entrecerrando los ojos
extrañado. Le cogió el certificado y lo golpeó con los dedos varias veces. –
muchacho, ten en cuenta que quizá en algún momento puedes cambiar de opinión y
no hay marcha atrás. ¿Quién está a tu cargo? Puedo hablar directamente yo con
él si crees que te pueden surgir problemas.
Horacle Slughorn era el profesor de Pociones y además el
jefe de la casa de Slytherin. Era un mago bajito y gordo, con la rubiera
perdiéndose entre tanta cana. Era un profesor simpático y además bastante bueno
en su labor, pero siempre se le veía interesado en los alumnos que únicamente
destacaban. Con Alexei era muy afable desde que el año pasado empezó a mejorar
en Pociones. Seguramente le ofrecía tales opciones porque era él, justamente.
Aún así, tampoco le caía mal.
Rodó los ojos hacia un lado y tragó saliva.
-
Borbloy Gandhor Bryant, señor.-aceptó a decir a
regañadientes.
No le gustaba decir su nombre. No le gustaba nada de ese
alcohólico de mala vida. Al morir sus padres, Gandhor se quedó con su tutela
pues así se decidió en los papeles. Era su padrino. Sin embargo, en vez de
quedarse a su cuidado él simplemente le obligó a aceptar un trato: Él le
ofrecería una paga mensual, con ella se debía distribuir bien para pagar sus
gastos y consumos. A cambio, no tendrían por qué vivir juntos y Alexei podría
seguir en la casa en la que vivían sus padres y sobre todo; él mantendría el
secreto a los demás sobre eso. La oferta era sugerente y le gustó desde un
principio, pero comprendió que su tío había querido quitarse el muerto de
encima y que no sentía verdadera estima por él. De tanto en tanto le mandaba
alguna carta, para ver como le iba. Pero claro, Alexei daba por supuesto que le
convenía que él estuviera bien; ya que si algo malo le ocurría, las denuncias y
los cargos caerían sobre él.
Como a Alexei desde bien pequeño se le había visto un chico
responsable, sin dudar alguna su tío había tenido fe en que no causaría
desastres a pesar de ser prácticamente independiente sin llegar aún si quiera
los diez años. Y en efecto, no sólo era apariencia. Alexei era un chico muy
maduro para su edad y lo suficientemente responsable para cuidarse sólo.
Recibió una educación de pequeño muy extensa: Sus padres tuvieron el detalle de
hacerle aprender cualquier cosa útil para la vida misma. Incluso sabía esgrima
y equitación.
No tuvo muchas lecciones sobre cocina; y sobre otras cosas
que se le omitieron al ser demasiado complejas para un niño pero su tío al
principio le visitó de tanto en tanto y le explicó algunas tareas básicas. Le
desagradaba, pero no iba desaprovechar la única ayuda que tenía. Así que, aprovechó
para preguntar sus dudas y que todo lo tuviera mínimamente entendido. Era
cierto que al principio le costó organizarse un verdadero horario y cocinar
adecuadamente, pero con el tiempo fue mejorando y aunque se había acostumbrado
a comer y dormir muy poco, sabía que era algo inevitable. No era por estar
solo, sino por las consecuencias que causó la perdida de sus padres y su
hermano mayor.
A eso que todos le llamaban enfermedad.
En todo caso, una vez Hogwarts le ofreció techo; algo que
tanto su tío como él ya esperaban, la mayoría de tareas y complicaciones se
resolvieron y eso era algo que él agradecía bastante ya que le quitaban mucho
tiempo al día. Fue complicado entrar para su caso; pero hablando con el
Director y un profesor en concreto fue posible. De esa manera, sólo en verano
costaba más de mantener el hogar y el alimento.
Sabía que sin la ayuda de su tío, su vida habría sido mucho
más caótica. Así que en el fondo, agradecía su existencia. Sólo que eso jamás
se lo iba a demostrar, pues le había mantenido no por afecto o cariño hacia él
o sus padres sino por pura obligación. Era algo que le había demostrado desde
un principio, así que él ni mucho menos le iba corresponder con agradecimientos.
Aunque vivir en la choza en la que él estaba, y esperarlo después de estar todo
el día en una taberna borracho, no creía que fuera una vida mejor que la que
estar sólo en su hogar, muy espacioso y vacío, pero suyo.
Ya, actualmente, ni siquiera se intercambiaban cartas. A él
le iba a bien, ahora si tenía dudas acudía más bien a algún profesor. Y su tío
sabiendo que no tendría problemas de supervivencia allí, ya no le interesaba.
Le seguía ingresando el dinero en su cuenta de Gringotts, pero yasta.
-
Hablaré con él, ¿de acuerdo?-le dijo el profesor
Slughorn apoyando con simpatía una mano en su hombro.-No temas, que mañana
mismo tendrás el certificado firmado, chico.- Le sonrió y se marchó con el
papel.
Bueno, está bien. No es que ir al pueblo le entusiasmara,
pero la opción tampoco le parecía mal si podía evitarse la charla con su tío.
Quería que llegara el día que no mantuviera ningún contacto con él y contra
antes empezara, mejor. ¿Por qué sus padres habían escogido a ese hombre como su
padrino? Se lo había preguntado tantas veces que ya había perdido la cuenta.
Después de comer, camino a clases de Runas Antiguas le tuvo
que suceder lo peor que podía ocurrir. Iba solo en aquella ocasión, porque casi
todo el grupito ese de Slytherin con el que iba ahora no había escogido Runas
Antiguas; cuando se encontró con esa impertinente. No tardó ni dos segundos en
reconocer esa melena rubia a lo lejos moviéndose con el viento; corría hacia
una dirección y lo peor fue que, al verlo, lo miró, se detuvo y caminó decidida
hasta él. Lo agarró del brazo y se lo llevó por delante.
-
¡Espera, ¿qué haces, lunática?!-medio bramó alterado
intentando que ésta le soltara pero no lo hacía.
-
¡Tienes que venir conmigo!
<<¿Por qué
tendría qué hacerlo?>> Y justo cuando hoy acababa ese castigo
injusto. Hacía dos días el profesor lo anunció. Si ahora por si culpa volvían a
ser castigados terminaría estirándose de los pelos de la locura.
Le consiguió arrastrar hasta el final del pasillo a duras
penas. La chica miró por la esquina, inquieta y emocionada. Esbozaba una
diablesca sonrisa que no le transmitía muy buenas vibraciones. En cuanto le
soltó, Alexei resopló y caminó de vuelta.
-
¡Ey, quédate aquí!-le llamó haciéndole señas y evitando
alzar la voz.
-
¿Por qué debería? –le dijo sin voltearse si quiera.- No
pienso meterme en ningún lío más y estar cerca tuya es igual a hacerlo.
-
¡Vamos, sosainas!-le animó ella y volvió a por él para
cogerle del brazo y estirar.-Es tu oportunidad de vengarte de Myrtle, por su
culpa terminaste castigado.
No pudo evitar esta vez voltear la cabeza y penetrarle con
una mirada llena de desdén.
<<Fue culpa tuya
>> pensó sin miramientos.
No esperó la respuesta del muchacho, le volvió a llevar a la
esquina y entonces le señaló a duras penas a la muchacha de coletas que iba
sola de camino hacia a los invernaderos con el resto de alumnos de Ravenclaw.
Debía ser una oportunidad de oro, porque la chica llevaba una bolsa
entrecruzada que estaba medio abierta y su paso lento taciturno y solitario sin
duda era una ventaja increíble para cualquiera que quisiera hacerle una
jugarreta.
La miró; entrecerró los ojos y volvió a darse la vuelta,
volviéndose a ir.
-¡EH!-se quejó ella.
- Te digo que no quiero volverme a meter en líos.
Porque nunca antes le habían castigado; y así habría querido
a lo largo de su estancia en Hogwarts pero por culpa de esa bocazas no había
podido ser así. Además, él debía tener un curriculum limpio y no llamar la
atención del Director.
-
¡Pues como te vayas pienso decirle a Binns que fuiste
tú el que le robó el huevo!-gritó ella segundos después cuando ya pensaba que
se habría rendido.
La odiaba. Definitivamente la odiaba. Paró el paso,
cabizbajo; ahí a mitad de pasillo.
- ¿Y qué si lo haces? –refutó él convencido y ladeando la
cabeza pero sin llegar a mirarla.- Ni siquiera tienes pruebas de ello. Yo
también puedo ir a decírselo, ¿En quién crees que confiará más? ¿A una
escandalosa y descuidada Gryffindor que siempre se mete en líos o en un
diplomático y educado Slytherin que nunca ha causado problemas?
Había ganado. La irritación que mostraba esa chica incluso
le causaba satisfacción pura. Observó con calma mientras ésta vociferaba varias
blasfemias hacia él, agitando los brazos y mirándole con odio. Lo que no sabía
la chica era que contra más enfadada estuviera con él, más gratificación le daba.
Se le iba a escapar una risa sin poder evitarlo, cuando ésta rebuscó en su
bolsillo y cogió el huevo.
Incrédulo sin poder creerse lo que iba a hacer no le dio
tiempo a reaccionar de lo inesperado que le pareció. La chica le arrojó el
mismísimo huevo. Ese huevo que tantos problemas había dado desde un principio.
Y sinceramente, le daría igual cómo terminara sino fuera porque iba directo hacia
su cara.
-
¡Winwardium leviosa!-gruñó con rapidez sacando con
torpeza la varita y recitando el hechizo a duras penas.
Pero lo había conseguido. El huevo se quedó levitando a tan
sólo unos pocos milímetros de su frente. Parpadeando con ojos como dos platos
ni él mismo se podía creer su propia destreza. Miró el objeto varios segundos,
aspirando fuertemente por la boca debido al sofoco del momento; y sonó un
chasquido.
-
¿Cómo lo has hecho?-preguntó Loga que se había quedado
de piedra por el resultado. Avanzó varios pasos con la mirada fija en aquel
huevo.
Alexei lo iba a coger. Porque así, la chica se olvidaría de
esa cosa y los problemas, al menos ese que parecía estar relacionado con él tan
sólo porque fue un mero espectador en el vagón del tren, desaparecerían. Pero
sonó otro chasquido y el huevo empezó abrirse.
Loga se había quedado en frente de él y el huevo se situaba
en medio de ellos dos cuando las cáscaras se rompieron y una pequeña araña
apareció entre ellas.
-
Deaj, una araña…-balbuceó la rubia esbozando un gesto
de asco.-habría sido tan divertido verla crecer en la mochila de Myrtle…
Sus ojos se desviaron del pequeño animal al ver que las
manos de la muchacha se alzaban sospechosamente.
- ¡Ni se te ocurra cogerla!-exclamó alarmado.
Le cogió de las muñecas y le apartó las manos. El huevo
calló al suelo porque el hechizo se rompió al bajar su varita; y Alexei
deteniendo las manos de Loga, el insecto no tardó en escapar, corriendo con
aquellas pequeñas patitas por todos lados hasta finalmente terminar saliendo
hacia las afueras del castillo.
Ambos no pudieron evitar quedarse mirando como la araña
terminaba desapareciendo; como si fuera algo cautivante de ver. Pero no era más
que una estupidez. Alexei balanceó la cabeza de un lado a otro comprendiendo
que se había quedado embobado por algo así y miró a la joven.
Había abierto la boca pero la volvió a
cerrar. Era la segunda vez que la veía tan cerca, sin rastro de enfado. Sin
duda le favorecía mucho no tener ese ceño fruncido o esa sonrisa estúpida llena
de tanta autoridad. Por un momento se cuestionó como luciría sonriendo de
felicidad. Ésta dejó de mirar también el animal y lo miró a él. Parpadeó
comprendiendo lo que acababa de hacer y le soltó.
-
Fantástico.-soltó con ironía.-esperemos que esa araña
decida tener una calmada vida en el Bosque Prohibido y dejar en paz al resto de
alumnos del castillo.
-
¿Acaso crees que una araña así tan pequeña podría
crecer mucho más? Seguro que no llega ni a los diez centímetros en su época
adulta.
Se encogió de hombros, ya que no le interesaba en absoluto.
Casi al mismo tiempo, como si el silencio inquieto les hubiera hecho
reflexionar, comprendieron entonces su situación.
-
Mierda, por tu culpa llegaré tarde a Runas.
-
¡No, es tu culpa!-le recriminó ésta señalándole con un
dedo acusador.- ¡Sino te hubieras negado, tan sólo habríamos tardado dos
segundos en meterle la araña a la chivata!
Iban de camino a clase, con paso rápido y discutiendo el
resto del camino con esas conclusiones que a Alexei le parecían tan absurdas.
Nadie del colegio le había hecho abrir la boca tantas veces
y esa conversación debía ser la más larga que había mantenido desde el inicio
de curso. Y era absurdo, y en parte deprimente, que su más larga conversación
fuera una discusión sin sentido con una muchacha que tanto repudiaba.
La suerte pareció volver con la temporada de lluvia. El
cielo se había oscurecido antes incluso de las cinco y media de la tarde y
sobre las nueve, un aguacero caía encima de todos ellos. Las gotas chocaban con
fiereza contra los pórticos de madera que cerraban cada ventanal, incluso
parecía que la gruesa madera fuera a romperse de un momento a otro. Y en
ciertos lugares, había que ir resguardado ya que la lluvia se colaba por cada
resquicio estrecho que hubiera. Los truenos resonaban por toda la fortaleza
entera y en las vidrieras de las salas grandes donde podía verse a través de
los coloridos cristales la lluvia caer, los relámpagos creaban su espeluznante
silueta. Prácticamente todo el servicio del castillo, incluso los mismísimos
profesores, parecían estar ocupados con esa repentina molestia inesperada que
amenazaba con inundar el colegio. La magia sin duda conseguía salvarles del
apuro, impedía en gran parte que el agua sumergiera los primeros pisos, ya que
sino fuera así perfectamente lo habría conseguido: El castillo estaba en la
cima de una montaña; las nubes cercanas expulsaban toda su ira directa hacia allí.
Los patios interiores sin techo, los pasillos de cara al exterior y la
inmensidad de balcones y terrazas; había una gran cantidad de lugares del
colegio donde la lluvia era una gran amenaza.
Todo ese ajetreo le era indiferente, pero no el castigo de
Binns que justo ese mismo día acababa de finalizar.
<<¡Por
fin!>> No daba saltos de alegría porque tampoco lo veía para tanto,
pero de camino al Gran Comedor para cenar, esbozaba una pequeña sonrisa al
pensar que ya no tenía por qué volver más a ese aburrido despacho. Ya no
tendría por qué ver la cara de ese idiota profesor y ni muchos menos tendría
que aguantar más a esa impertinente de Gryffindor.
Y el resto de días no cambiaron de parecer. Por un lado,
supo sobre los resultados de unas pruebas que se realizaron en Pociones y en
Defensa Contra las Artes Oscuras de la semana pasada. Ambas las tenía con dos
sobresalientes. En cuanto a estudios, se acercaba la época de exámenes, y la
idea le animaba ya que lo más seguro fuera que éstas no coincidieran con sus
días enfermos como le ocurrió el año pasado. Por lo que eso significaba que
podría hacerlos al mismo tiempo que todos y que además sus notas serían
aprobados seguros.
Por otro lado, comenzaba la temporada de Quidditch en el colegio.
Sólo esperaba que la lluvia se calmara un poco la semana siguiente, porque era
entonces cuando Slytherin tendría su primer partido. Desde el año pasado,
Alexei era el buscador del equipo de su casa. Se sentía bastante orgulloso de
si mismo referente a ese tema. Sus calificaciones en Vuelo llamaron la atención
de su profesor, éste se lo notificó al Capitán del equipo y entonces le
sometieron a una prueba el cual él aceptó. Debió aprobarla con creces, porque
al día siguiente ya era el nuevo buscador del equipo. Alexei en comparación con
el resto del equipo, no sólo era el más joven sino el más pequeño en cuanto a
contextura en sí. El capitán le confesó un día que siempre cogían a chicos
máximo de setenta quilos, porque así era más fácil empujar una vez arriba, pero
él sería la excepción ya que como buscador tenía otros objetivos (aunque
sutilmente le dejó caer que sino era capaz de soportar los empujones de los
demás entonces lo quitarían de su cargo).
Los empujones en ocasiones casi le habían arrojado de la
escoba, pero por el momento los había soportado bien. Su truco consistía en
evitarlos, y en caso de ser el objetivo de algún jugador, entonces esquivarlos
como fuera posible. Había verdaderos orangutanes gigantes ahí encima de la
escoba jugando.
El año pasado Slytherin ganó la copa de Quidditch.
Obviamente, como equipo fue gracias a todos pero sin duda su labor fue muy
reconocido y su confianza con la escoba, mejoró aún más.
En resumen, era una de las pocas motivaciones que tenía hoy
en día. Al subir a una escoba sentía que todos sus problemas volaban con el
viento y se alejaban… muy lejos.
Para colmo, y para añadir a los sucesos afortunados que
tenía últimamente; el profesor Slughorn le notificó que su tío no había tenido
problema en firmar el certificado y que a partir de ahora ya podría ir a
Hogsmeade las veces que quisiera. No era una buena noticia, pero como estaba de
buen humor tampoco le pareció mal probar a hacer una visita a ese pueblo de los
que ahora cualquier alumno hablaba.
-
Ey, Bryant.-le llamó la atención un chico a la hora del
desayuno que se acercó hasta él y se sentó a su lado.
Levantó la cabeza y siguió masticando el trozo de magdalena
que tenía en la boca. No era muy común ver a alumnos sobre esas horas en el
Gran Comedor. A las nueve en punto de la mañana, Alexei siempre era uno de los
primeros en bajar a desayunar. No era el hambre; sino más bien que la mayoría
de alumnos decidían saltarse las primeras horas de desayuno y llegar entre las
dos últimas. Así que, para evitarse todo el ajetreo que se engendraba allí
dentro cada mañana, prefería alzarse pronto y luego aprovechar el resto de
horas en otras cosas. No era el único en hacerlo; habían bastantes alumnos que
tenían la misma idea que él, o al menos se levantaban también pronto cada día.
Pero claro, ese número no tenía ni punto de comparación con el que se formaba en
las siguientes. Desgraciadamente, alguna vez lo había tenido que vivir por
haberse quedado dormido sin querer (en la época de exámenes, por ejemplo,
tendía a quedarse hasta muy tarde estudiando y luego le costaba madrugar).
Ese chico sabía quién era. Iba en el grupo de amigos que
ahora temporalmente le habían aceptado; pero sinceramente no se acordaba de su
nombre. Parecía ser en sí un chico que no destacaba en nada. Tenía el cabello
muy corto, casi rapado y unos cuantos lunares dispersados por toda la cara.
Parecía tener un tick en el labio al hablar, o eso le había parecido en
ocasiones.
-
¿Has ido a la fiesta de la otra vez?-le preguntó
mientras se preparaba su desayuno.
Resaboreó aún el resto de magdalena que tenía en la boca y
se mantuvo en silencio, pensando. Fiesta… No recordaba la existencia de ninguna
fiesta.
-
¡Vamos!-le animó él con una media sonrisa y
propinándole un codazo cómplice en la costilla.- ¿No sabías acerca de la primera reunión del año…?
Le hablaba como si fuera evidente saberlo; pero la verdad
era que Alexei ni se acordaba de la existencia de esas reuniones. Ahora que se
lo decía; sí, sabía muy bien cuáles eran. Y es que, entre los Slytherin, ir a
la reuniones secretas era algo muy
común. La mayoría de ellos estaban muy orgullosos de que un evento tan
ingenioso hubiera sido creado y siga siendo administrado por ellos.
La idea era algo original; lo admitía. Sobre todo porque se
las habían ingeniado para que la fiesta fuera casi imposible de encontrar por
los profesores o vigilantes. Se hacía en una extraña sala del castillo, en la
que si esa persona no deseaba con todas sus fuerzas acceder a la “reunión secreta de los Slytherin”
entonces la puerta no se le aparecía nunca. El truco estaba en tener grandes
deseos festivos, o eso decían; aunque más bien Alexei pensaba que era cuestión
de convicción. El año pasado le obligaron a asistir a una porque la querían
hacer en nombre del equipo de quidditch y sus victorias y el resto de jugadores
le dijeron que fuera para que así pudieran estar todos. No quería ni asistir,
ni tenía ganas de fiesta ni algo parecido, pero el Quidditch era algo que le
estaba agradando demasiado y no quería arriesgarse a que le echaran del equipo
por aburrido (habrían sido capaces) así que fue suficiente con desear querer
entrar a la reunión secreta, porque
así de esa manera podría estar con el resto del equipo allí dentro.
Parecía una sala diseñada justo para eso: para festividades.
Era una sala enorme, alargada y al final se ensanchaba de forma circular. Quien
encontrara la sala sin duda debió de tener mucha suerte. Aunque si Alexei la
hubiera encontrado no la habría dedicado para reuniones, precisamente. Sino para algo más provechoso.
Según lo que había oído, en un principio las reuniones se
hicieron sólo entre pocos alumnos y a escondidas de los prefectos de la casa.
Pero al poco tiempo, los prefectos se enteraron y prometieron no decir nada a
los profesores si se llegaba a un acuerdo: Si la celebración se realizaba
siempre a escondidas y con ciertas normas, se podría hacer siempre y cuando
hubiera un gran motivo para su realización. Entre las normas, una de ellas era
poder acceder a la fiesta sólo a ciertas horas citadas con uno de los
encargados (así los alumnos se dispersaban en horas distintas y no se llamaba
la atención), tener que ir siempre camuflado en caso de ir bien vestido (a
algunos les parecía gustar el hecho de ir con traje de gala) y lo más
importante, no nombrar la fiesta a nadie que no estuviera invitado. La última
era una norma no muy cumplida y a pesar de haber tenido especial cuidado en
mantener las reuniones en secreto precisando horas y días incluso en señales que sólo algunos sabían, algún que otro profesor se
había enterado al respecto. Sin embargo, ninguno llegaba a nada en claro;
porque todos se quedaban estancados en el mismo paso: No sabía cómo llegar a
esa fiesta.
Se tomaban muchas precauciones; si el rumor se corría
demasiado y empezaban a saberlo alumnos no invitados entonces las fiestas se
cancelaban por un largo tiempo y sólo se reinstalaban en caso de estar seguros
todos que se podrían retomar. Los de
Slytherin siempre estaban invitados, pero en caso de ser de una casa distinta
entonces sólo ciertos alumnos (prefectos su mayoría) podían tener el derecho a
invitarlos. Por supuesto, el día de la realización del evento, siempre era un
día distinto (incluso a veces siendo entre semana) y el tiempo entre evento y
evento también. Así que a veces era uno al mes, otros cada dos semanas; la
tardanza variaba según el tiempo que tenían los alumnos, las condiciones en las
que estaban para hacerla y el tiempo que podían gastar para dar una excusa de
crearla.
Lo que Alexei no entendía aún era como los prefectos podían
estar casi al mando de esa, para su opinión, estupidez. Según los alumnos de
Slytherin, era porque esas fiestas siempre eran en honor de algo importante y
digno de ser celebrado; como la victoria de un partido, el fin de la época de
exámenes o el reconocimiento de un día o persona importante. Pero él no las
veía más que una excusa para beber y divertirse.
Porque bebían, y no chocolate caliente precisamente. Él
había visto como entre los refrescos y los jugos, filtraban bebidas alcohólicas
como, Ron de Grosella y una inmensa variedad de Whisky. No accedían todos los
alumnos; ésta no era servida directamente, sólo los que sabían donde estaba
guardada podían tomar. Pero esos eran casi la mayoría de los Slytherin; aunque
muchos otros bebían a costa de ser sus amigos. Y muchos eran menores como él
(es más, a él le ofrecieron una copa de Whisky de fuego que rechazó).
Sabía que además de la bebida, no debía ser lo único
prohibido que debían hacer allí. Admitía que en ocasiones era inevitable jugar
sucio. La vida era muy injusta, y si uno iba con ideales de equidad y
honestidad entonces terminaría siendo engañado, utilizado y pisoteado por el
resto del mundo. A veces había que escoger caminos que no eran precisamente
honestos, sólo para querer aquello que tanto anhelas. Sin embargo, algunos se
excedían con tales ideales. Un ejemplo de ello eran casos que había escuchado
de rechazo; chicos con un amor no correspondido. Una cosa era intentar gustar a
la chica con alguna mentira, o pareciendo un poco más amable y virtuoso de lo
que uno es y otra cosa era engañarla de cualquier manera. En las reuniones, en
muchas ocasiones, se propalaban pócimas. Pócimas peligrosas y prohibidas, como
elixires amorosos o de atontamiento.
Le parecía ridículo
hasta que punto una persona no podía reconocer los límites de lo que estaba
bien y lo que estaba mal. Y sabía que “jugar sucio” para los Slytherin había
sido siempre un defecto demasiado excedido por la mayoría. Por suerte, a él le
enseñaron de pequeño a controlar sus límites como era debido.
-
Hm, vaya. Esta vez se me pasó.-mintió rascándose el
cogote.
Mentira. Lo había ignorado de tal forma cuando lo comentaban
que se le había olvidado.
-
¡Jolín, pues lo que te has perdido!-soltó el otro
gesticulando con la mano muy emocionado.
Ya entendía el por qué de toda esa conversación. Arqueó una
ceja y se pasó los dientes por el labio inferior. Sabía que debía escuchar; no
le apetecía pero ese chico se le había acercado tan sólo por ese objetivo.
Seguramente la fiesta se debió hacer anoche y debía estar tan emocionado para
contárselo a alguien que no se había podido aguantar más y había ido al Gran
Comedor bien temprano. No debía haber a esas horas nadie que conociera, o
hubiera ido a la fiesta (todos debían dormir seguramente) así que al verle a él
el problema se le había solucionado. La amabilidad no existía, pero sí la
conveniencia.
Se mantuvo en silencio escuchando; el chico contaba tan
animado como si hubiera sido el mejor día de su vida. Le explicó todo; de principio
a fin. De cómo llegó, hasta cómo terminó. Le explicaba cosas tan absurdas y
desinteresantes que le costaba seguir el hilo. Al final, le explicó de lo que
estaba más orgulloso: había conseguido ligar con tres chicas en una sola noche.
-
… Entonces la otra se puso celosa, y empecé a bailar
con ella como si nada, ¿sabes? Le agarré así, y le apreté. Había que aprovechar
que tenía unas buenas tetas…
Bebía de la leche templada cuando escuchó eso y casi se
atragantó. Pechos… Ese niño sólo era un año mayor que él, ¿qué hacía pensando
en pechos? Bueno, él al menos no había pensado nunca en ellos. La palabra “tetas”
para él significaba únicamente una parte más del cuerpo; que todo ser humano
tenía, por cierto.
Estaba claro que no tenían una misma perspectiva de la vida;
porque él tampoco precisaba en algún momento su concentración en el tema de
“chicas”. La mayoría de niños de su edad tampoco, pero siempre había algún
listillo sabihondo que le gustaba hablar de esas perversiones.
-
¿No te ha gustado ninguna chica nunca o qué?-le terminó
preguntando. Sin darse cuenta le había estado mirando con extrañeza todo el
tiempo.
-
Eh, sí, alguna.-mintió.
Si decía que no seguro que le tomaba como algún rarito.
Prefería evitar discusiones a esa hora del día.
-
Pues deberías probar con Sindy Marvell.-le comentó como
si tal cosa.
-
¿Marvell? ¿Esa chica no va con nosotros?
Le asintió con la cabeza y le dirigió una mirada pícara.
Sindy Marvell podía definirse con un sólo adjetivo: grande.
Las chicas de Slytherin, en su mayoría, solían ser así. Se les podía confundir
perfectamente con muros gigantes imposibles de derrumbar. Marvell tampoco era
una de las que más grandes había visto; pero sin embargo era de segundo año y
era mucha más corpulenta que él. Él era más alto, pero la complexión de Marvell
le duplicaba. Aunque era cierto que él era muy delgado y no era difícil
superarle de tamaño. Pero quitando eso, ni siquiera veía algún rasgo sobresalir
de ella; tan sólo que era un poco simpática pero incluso parecía algo boba.
Miró al chico con su habitual gesto indiferente, meditando
qué debía decir exactamente. Se rascó la mejilla y parpadeó. ¿Eran los pechos?
Ni siquiera había mirado los pechos de Marvell una sola vez.
-
Creía que te habías dado cuenta ya.-se asombró el chico.-Sobre
todo porque cuando estamos todos no se te quita de encima.
-
Ah… No, la verdad es que no.-reparó entonces él
esbozando una mueca, comprendiendo.
-
¿No te acuerdas? – le insistió.- Dijo que hasta se
haría una mecha roja para ir a conjunto contigo, ¡vamos, no es muy normal decir
eso!-le señaló el mechón rojizo del flequillo.
-
Sería ridículo.-admitió él recordando ese momento
bochornoso y soltando un suspiro.- Yo no quise tener este mechón rojo por
gusto.
Tampoco le desagradaba, le recordaba a su hermano mayor;
pero prefería no decirlo porque seguro que entonces los demás pensarían que sí
se lo había hecho a propósito. Sabía de la existencia de pócimas que te hacían
cambiar el color de cabello; y de gente, en especial chicas, que lo usaban en
constancia. Sin embargo, lo que él realizó de pequeño no fue una pócima de
tinte sino una de sangre. En el caso de ser tinte su mechón habría desaparecido
con el tiempo; pero a su contrario, ya podía crecerle el cabello que ese mechón
siempre estaría de ese color.
El chico ya le había contado toda su historia festera, así
que le dijo que tenía que hacer unas cosas y lo dejó solo. Su perdida no fue
algo que echaría en falta. Apoyando los codos sobre la mesa, se quedó
patidifuso mirando el techo.
Las gotas de lluvia caían sobre él, transparente. En
realidad no era que estuvieran bajo un techo transparente, pero el hechizo que
desde el año pasado se hacía cada día lo hacía parecer. De esa forma, podías
ver a través de él. Solía haber siempre un mar de estrellas preciosas, o un sol
que cegaba la vista, pero en esa ocasión los nubarrones lo impedían. Tan de
mañana, y parecía incluso ser de noche.
Mientras la lluvia cesara aunque fuera un poco pasado mañana,
para el entrenamiento, era suficiente. Sin darse cuenta empezó a cavilar
estrategias de Quidditch.