viernes, 9 de noviembre de 2012

Cómplice de secretos 1ª Capítulo

Éste se trata de un FANFIC de género Romance y tragedia de la serie  Harry Potter. Este es el 1ª Capítulo del contenido, para ver los siguientes tan sólo le tendréis que dar click en el título que deséeis del índice. Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

Resumen: Debido a que esta historia es muy larga, voy a haceros un pequeño resumen del contenido. La historia se basa en Harry Potter, sin embargo nuestros protagonistas son originales. Loga y Alexei además viven en un ambiente muy alejado al que se cierne la historia de Harry Potter; nos centramos en la época de Tom Ryddle cuando cursaba Hogwarts. Por lo que, salen personajes de la serie; pero éstos son muy pocos y más bien en su época más joven. También nos encontraremos con familiares de personajes que o bien son inventados o que han sido alguna vez nombrados en los libros. 

La historia gira alrededor de ellos dos. Loga es una chica presumida, extrovertida y escandalosa, de la casa de Gryffindor. Mientras que Alexei es un muchacho tranquilo, frío y reservado, de la casa de Slytherin. Pero el choque continuo que hay entre ellos no es el verdadero problema de la situación; en el colegio comienza haber extraños acontecimientos; y es que, en realidad nadie sabe con detalles la historia trágica que envuelve el año en el que por primera vez se abrió la Cámara de los Secretos. Con el tiempo, nuestros protagonistas se verán envueltos en el problema sin darse cuenta y, mientras Alexei esconde un verdadero secreto que intenta ocultar al colegio, Loga es conducida lentamente hacia una trampa mortal de la cual jamás podrá salir. 


· ·       índice    ··

1 ª Unos malos inicios

2ª Disparates y más disparates

3ª Castigados







1: Unos malos inicios: Loga


El cuerpo desnudo reposaba en aquel rojizo charco, casi hundido en él, dejando que sus miembros se impregnaran de aquella sustancia que tanto contraste hacía con su blanquecina y tersa piel. Mirando hacia el techo de aquella sala que debía estar oculta a muchos metros bajo tierra, yacía ella; de una forma frágil tal como una muñeca sin vida. Las piernas esbeltas, los brazos delgados y la cintura se flexionaban levemente hacia un lado descansando sobre la fría piedra y el líquido de su alrededor que le congelaba las articulaciones. El cabello rubio y lacio estaba dispersado como una fina cortina que había perdido ya su color al contaminarse tanto de la sangre.

Tenía los ojos entrecerrados, perdiendo de tanto en tanto la vista nublosa que a duras penas conseguía. Tenía muchas preguntas en la cabeza, pero aquel mareo tan potente le incapacitaba de tal manera que no conseguía pasar de la primera, <<¿Dónde estoy?>>…

¿Dónde estaba? ¿Dónde? Pero por más que intentaba concentrarse en pensar poniendo empeño en las pocas fuerzas que le quedaban, no llegaba a ninguna conclusión.

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Soy Loga Prideoux, nací en Francia pero mi padre se divorció y me llevó con él a Inglaterra. Desde pequeña siempre he tenido una finalidad clara en mi vida; encontrarme con un dragón. Y es que, estoy convencida de que uno me salvó la vida.

Ya era el tercer año en Hogwarts para Loga. Tal como había sido el primero y el segundo, se lo esperaba algo entretenido pero monótono. Con el tiempo había conseguido hacerse algunos amigos, pero más que los nombrados tenía justo su contrario (¿o mejor dicho enemigas?). Sin embargo, de lo que más había conseguido formar era lo que podía denominarse “fans obsesionados”.

Cuando Loga entró al andén nueve y tres cuartos que hacia pocos años que se había construido (sino recordaba mal antes cada alumno debía arreglárselas para llegar al castillo. Ya sea en escoba, en trasladores u otros métodos <<Menudo rollo>>), había muchísima gente ya alrededor del tren que se preparaba para subir.

No tardaron ni diez minutos en acometerles un grupo de estudiantes de diferentes edades. Sí, esos debían ser sus especiales seguidores. Tenía varios en el colegio, pero el año pasado se habían juntado un grupito en concreto atreviéndose a formar una especie de club con el fin de compartir la adoración que sentían hacia ella.

<<Patético>> fue lo primero que pensó al conocer de su existencia. 

Le llamaban la “chica Veela” y es que, debía ser la primera chica con orígenes franceses que asistía a ese colegio. Su cabello largo y rubio brillante y sus ojos azulados acompañados de una estructura y rasgos perfectos no daban más que hincapié a pensar que ella no era humana. Pero sí lo era, era muy humana. Loga conocía a los niños de su país natal y recordaba muchas de aquellas niñas que tenían rasgos parecidos a los suyos. Ser rubia de ojos azules en Francia no era algo a destacar. Aunque más que eso, debía ser la composición en sí esbelta y de curvaturas desarrolladas. Tenía trece años y aún así su pecho había crecido más de la cuenta para una niña de su edad. Tener esas características a pesar de ser aún tan pequeña sin duda debía ser desconcertante para los ingleses acostumbrados a ver a las jóvenes, algunas rubias como ella pero más pequeñas y carecientes de todo en fin de cuentas de lo que ella tenía. Resumiendo, una chica inglesa al lado de ella podía ser guapa, pero siempre terminaba destacando Loga.

El falso rumor sobre que era un “monstruo” mezclado con su belleza de nacimiento hicieron el efecto “profecía” que le incordiaría durante toda su instancia en Hogwarts. Algunos estaban tan convencidos de que era Veela que se justificaban con que la hipnosis de su belleza era la causante de su estúpido enamoramiento. Para ellos era una excusa perfecta y además,  provocaba que se hicieran falsas hipótesis y alucinaciones como que su cabello brillaba o que sus ojos conseguían penetrar sus mentes. La realidad era que al sol su cabello dorado tenía resplandores, tal como cualquiera que tuviera ese color y que cuando Loga quería conseguir algo, con gestos persuadía a cualquiera pero eso no era más que por la atracción que sentía el otro. Al igual que muchas otras explicaciones lógicas sobre otras disparatadas de esas.

-         Señorita Prideoux.-medio gritó uno de los seguidores de la emoción.  Estaba por delante de los demás, quizá se trataba del jefe. Tenía el flequillo tan largo que ni siquiera podían vérsele los ojos.- Llevamos una semana realizando una actividad en la que consiste en saber quién conocía más cosas sobre usted.

Frunció las cejas disimiladamente mientras posaba la barbilla sobre una mano. ¿Cómo narices le decían algo tan ridículo sin sentir una pizca de vergüenza? Ensanchó los ojos y se quedó en silencio esperando que explicara la razón del por qué.

-         Pensamos que el ganador merecía subir con usted en un vagón y tener el privilegio de estar acompañado de su presencia durante todo el viaje, ¿¡Le parece bien?!- los nervios se habían apoderado de él. Lo último lo había dicho gritando, abriendo la boca de par en par y mirando hacia el techo. Los mofletes los tenía tan rojos que parecía un tomate con peluca.

Echó una hojeada a los niños que se apelotonaban entre ellos para mirarle, camuflados con el resto que se preparaba para subir. Esa hojeada rápida fue suficiente para saber que ninguno de ellos era ni el principio de atractivo; en otras palabras, ninguno se merecía tal “honor” como ellos decían.

Sí, era petulante y engreída. Era una forma de defenderse en parte, puesto que tenía demasiado orgullo como para aceptar que era una “monstruo”. Aunque eso no era más que una excusa, ella era así de bien pequeña. Le habían educado con demasiada riqueza y caprichos; siempre había tenido claro que era hermosa, inteligente y en definitivas, perfecta. Ni siquiera su padre había sido una amenaza para ella nunca en caso de éste haberle contradicho alguna vez; Si ella quería algo, lo conseguía. Ya era bastante notable que era una niña consentida. 

Tamborileó los dedos en la maleta de ruedas que agarraba, meditó unos segundos que para ella fueron suficientes y avanzó un paso para agarrar el brazo del primer chico que se le ocurrió.

-         No, no me gusta que se decidan cosas sobre mí sin mi consentimiento así que yo escogeré al chico que vendrá conmigo.-decidió en aquel instante muy convencida.

El tren dio su primer aviso de partida, el ajetreo de los niños que faltaban por subir fue ideal para despistarlos. Loga agarró a aquel joven regordete y de cara redondeada y se metió entre la multitud.

-         Has tenido mucha suerte, petit joufflu.- le comunicó ladeando la cabeza hacia él para que le escuchara entre el albedrío. Le guiñó un ojo y el brazo que le agarraba se lo estiró para que alcanzara su maleta.-Y por eso vas a llevar mi maleta hasta el vagón, ¿verdad que sí?-le ordenó con voz acaramelada y ni siquiera esperó respuesta para subir directamente al tren dejándole con el encargo asegurada de que se lo haría sin problemas.

El tren partió a los quince minutos, y no hubo tranquilidad dentro hasta pasar bien los veinte o treinta. El chico joufflu  (a pesar de que el acento francés a penas se notaba en Loga, aún tenía costumbre en poner los apodos así, que continuamente  les ponía a todos a los que le daba la gana.) y ella tuvieron mucha dificultad en encontrar un vagón vacío, porque Loga estaba empeñada en que quería uno para ella sola; o como mínimo sino lo estaba al menos que fueran de conocidos.  

Al final se tuvo que rendir al duodécimo en el que un chico y una chica se sentaban silenciosos ocupando cada uno un asiento diferente. El primero leía un libro y la jovencita con gafas miraba la ventana concentrada. Ni siquiera se inmutaron cuando éstos dos llegaron abriendo la puerta de un sonoro golpe, como todas las entradas en cada vagón que había hecho Loga.

-         ¡Nos sentamos aquí!-anunció ella con la barbilla en alto y una mano en la cadera.

Estiró de la camisa a su temporal criado haciendo que éste entrara con las dos maletas que apenas podía con ellas y se sentó en el primer asiento que le pareció; al lado de la chica de coletas.


-         petit joufflu sube mi maleta también.-le dijo a éste cuando vio como subía la suya al estante de arriba del vagón. Se cruzó de piernas con tranquilidad mientras observaba como éste se esforzaba tanto en subir los equipajes con sudor y mucho tiempo de dedicación. Incluso por un momento estuvo a punto de caer encima de la chica de anteojos.- Sube también a esa cosa, anda.- añadió haciendo un gesto con la mano dirigiéndose al transportín en el que dentro estaba su gato que no paraba de quejarse como durante todo el viaje hasta allí.
-         Veo que ni siquiera tratas bien a tu mascota, que improcedente.

Era el chico que leía. Le clavó la mirada rápida casi al instante en el que abrió la boca y arqueó una ceja, molesta. 

-         Nadie te ha dado vela en este entierro, Curieux cheveux.

Éste le devolvió la misma mirada de asquedad. Por el gesto y su silencio se hizo claro que no había comprendido lo que le había llamado. Loga echó una carcajada estridente y aclaró sin miramientos:

-         Significa pelo rarito.-señaló su pelo, concretamente a aquel mechón rojo del flequillo que contrastaba con el resto del cabello negro.

El chico regordete terminó al fin su tarea pudiéndose sentar al lado del joven, ahora la que se entrometió fue la chica:

-         No hace falta adivinar mucho para saber que eres la chica Veela esa de la que hablan algunos. Te haces evidenciar con demasiada exageración.

Loga sonrió irónicamente y avanzó hacia delante para cogerle una coleta y enrollarla en su dedo.

-  Mira quién fue hablar, Myrtle la Llorona. Tu pelo saturado de esa hermosa grasa y esas gafas que tienes de culo de botella te delatan, querida.-ensanchó aquella sonrisa malvada al mismo tiempo que se echaba hacia atrás y los ojos de la joven se llenaban de lágrimas.-¿vas a llorar otra vez? Normal que te digan llorona, por nada te echas a llorar. Deberías ser más fuerte.

El pelo rarito bufó con molestia y cerró de un golpe el libro que había estado intentando leer durante aquel rato.

-         Mira me da igual quién seáis, lo único que quiero es que cerréis la dichosa boca y sino lo hacéis ahora mismo os largáis de aquí.-sentenció. No parecía enfadado, más bien porque su entonación frívola y su gesto rígido parecían carecientes de emociones. Las miradas que les clavó expresaban suficiente odio.-  En fin de cuentas yo he sido el primero en llegar y el vagón me pertenece.
-         No tienes ningún derecho a…
-         Mirad, quiero que veáis esto.

El chico regordete le interrumpió y eso le ofendió bastante. Aunque parecía que lo había hecho con buenos fines, a ella le daba igual tener una disputa interminable con aquellos raritos. Pero para que ella estuviera de acuerdo en cambiar de tema debía ser algo bastante interesante; y el muchacho lo había conseguido. Enseñaba en la palma de la mano un pequeño huevo del tamaño de un dedal.

-         ¿De qué es?-preguntó ella enseguida acercando la cara para verlo mejor.

No era de dragón; los huevos de dragón eran mucho más grandes que eso. Parecía interesante pero sospechaba que no era más que un huevo de codorniz o de algún ave.

-         No lo sé.-confesó el chico con los cachetes ruborizados. Había conseguido la atención de Loga, y eso le inquietaba.-Mi padre trabaja en el Ministerio, a veces se encuentra con criaturas muy extrañas y un día trajo a casa este huevo diciendo que parecía de algún ser minúsculo. Él quería encerrarlo en una jaula hasta que se abriera para que fuera mascota, pero yo no me he podido aguantar las ganas y me la he llevado de compañía para el curso, ¿os imagináis que es de una hada?
-         Las hadas no se dejan atrapar tan fácilmente. Además, no está claro si ellas ponen huevos o se recrean de otra forma.-le contradijo ella súbitamente. Sin pedirle permiso cogió el embrión con el pulgar y el dedo índice y con la mano suspendida en el aire lo agitó con cuidado.-Yo diría que simplemente es de algún pájaro, por lo que seguro que la cría ya estará muerta…
-         ¡Pero tiene una rallas muy extrañas en los extremos!-se defendió él apenado.

El otro chico se había dispuesto a seguir con la lectura; obviamente el tema no le interesaba en absoluto.

-         Oye, ¿sabes que si te pillan estás perdido, no?-dijo Myrtlle medió riéndose con picardía. Estaba claro que la idea le entusiasmaba.
-         ¡N-no! ¡Por favor no digáis nada!- suplicó éste cogiendo el huevecito con ambas manos y atesorándolo como algo muy especial.-Quería contárselo a alguien. Así si se abre os lo enseñaré, ¿de acuerdo? Pero a cambio quiero que no digáis nada, porfa.

Con la carita de cordero degollado era bastante cómico, con esa rechoncha cara y esos ojos pequeñitos y redondos. Loga medio sonrió aunque no porque quisiera aprovecharse de la situación.

-         Oye, ¿eres de Gryffindor, verdad?-soltó porque ahora le sonaba más la cara.

Los ojos de éste brillaron de forma especial, con una sonrisa ilusionada asintió enérgicamente con la cabeza.

-         ¡Sí, soy Petroille Longottom!-se presentó animado.-Y-yo… nos hemos cruzado varias veces por la Sala Común.
-         Lo siento, ni siquiera me suena tu nombre.-dijo aunque no parecía sentirlo y como si tal cosa se puso a mirar por la ventana desinteresada.

Longottom le intentó seguir dando tema de conversación, pero Loga empezó a asentir con la cabeza y afirmar con simpleza y pronto en el vagón reinó el silencio aburrido exceptuando por el traqueteo del tren y los bufidos de Nell, su gato.

Ya cuando el castillo podía verse a lo lejos y el sol empezaba a esconderse, decidieron ponerse las túnicas.

-         Imaginaba que eras de Slytherin con esa cara de rancio que tienes.-comentó en alto no con mucha simpatía precisamente, mirando de reojo al chico frívolo que se ajustaba la túnica forrada de verde esmeralda.- Lo raro es que no estés con los tuyos.

Los de Slytherin siempre solían ir en grupitos. Eran como pollitos asustados que no sabían defenderse por si solos. La casa que más detestaba de todas; era como si el espíritu de león que yacía en su interior rugiera cada vez que viera a esos hipócritas y mentirosas serpientes. Odiaba que fueran tan interesados y mentirosos y en sus dos años en Hogwarts había tenido más problemas con ellos que días internada. Intentaba no ser prejuiciosa, pero aún no conocía ni un solo Slytherin que mereciera su respeto. Aún le dolía recordar que dos chicas de allí se juntaron con ella por una temporada simulando que eran amigas y luego resultaba formar parte todo de una jugarreta. Sí, la codicia propia de los Slytherin los hacía en general ser muy envidiosos, y las muchachas Slytherin cuando sentían envidia de la belleza de otra eran lo más rastrero que uno se podía encontrar.

-         Me gusta ir en el tren solo, en especial lejos de la compañía desagradable, molesta y gritona.-aclaró resaltando cada adjetivo. Se ató el último botón y alzó la mirada hasta ella.

Así que compañía desagradable... Apretó los puños y rechinó los dientes. Dio un paso hasta él y le agarró la camisa lo cual produjo una mirada desafiante por su parte.

-         Mira, estoy harta de tu prepotencia.-escupió frunciendo el ceño y tocando casi su frente con la suya.- Tienes suerte de que no he sacado la varita aún, pues sino no dudaría en lanzarte algún que otro maleficio.
-         ¿Ah sí? Vaya que casualidad, porque yo sí que la tengo.-pronunció él con tranquilidad a pesar de que ésta le agarraba con tanta fuerza. Entonces notó como la varita se le pinchaba en el costado.- Sino fuera por esa cabellera, podrías ser confundida por un chico, tienes de feminidad lo que ese chico tiene de delgado.-dijo refiriéndose al Longottom. - Suéltame, niñata.

Pues claro que no le iba a soltar, esas provocaciones no estaban más que encendiéndole más. Esa boca sucia propia de un Slytherin que no dejaba de soltar barbaridades le estaba desquiciando de una manera sobrenatural.

El tren empezó a parar. Se escuchaba los vagones abrirse, la gente ansiosa por salir y los prefectos intentando mantener el orden sin mucho resultado.

Si las miradas mataran, Loga y ese chico estarían más que muertos. Se mordió el labio y sin pensárselo dos veces echó la cabeza  hacia atrás y le propinó un cabezazo frente con frente. Lo hizo tan fuerte como pudo y estaba tan enfadada que cuando le soltó de la túnica, ignoraba la palpitación que sentía en la cabeza. Fue hacía la puerta, se volteó, se apartó un mechón dorado hacia atrás con desdén y con una mancha rojiza en toda la frente como la que tenía él le miró malhumorada y gruñó:

-         Al menos no tengo esa cara alargada de amargado y antisocial. Seguro que te gusta estar solo porque no tienes amigos.

Salió del vagón no sin antes gritarle por el pasillo a Longottom que le cogiera el equipaje.

Después de eso, pensaba que no habría cosa más aburrida que aquel eterno viaje pero se equivocó cuando al llegar al castillo tuvo que aguantar por segunda vez todos los nuevos alumnos que se inscribían aquel año en Hogwarts. Cuando lo tuvo que vivir ella en sus carnes al cursar el primer año y le metieron en la casa de Gryffindor habría jurado que no había ni la mitad de alumnos para seleccionar y que todo duró unos diez minutos contados; pero no era más que mera percepción ya que los nervios y la ilusión podían hacer mucho más pasajero y rápido ese tipo de actos.

-         ¡Por fin!-suspiró cuando tras el último alumno seleccionado a Slytherin bajó del taburete para ir a su respectiva mesa y el Director Armando Dippet después de unas pocas palabras, anunció a todos que ya podían empezar comer; haciéndose así que los miles de platos, bandejas y copas se llenaran de exquisita comida.

Tenía algo de hambre y comer siempre era más entretenido que escuchar la cháchara de un viejo y ver como críos se iban de una casa a otra.

-         ¿Quieres una de estas alitas? Quedan pocas y voy a coger casi todas.-le comentó el joven de su lado.

Éste sobresalía entre los demás. Un chico excesivamente robusto y grande. Se podría decir que ocupaba de altura como anchura dos veces más que una persona normal. Rubeus Hagrid desde el primer día que se internó en Hogwarts fue alguien de notar. Era un chico muy sumiso, tranquilo y amable pero era su apariencia lo que tanto les llamaba la atención a los demás. Quizá era por esa razón por la que Loga y él se llevaban tan bien; o… a lo mejor era porque tenían un gran interés en común.

Loga agarró una de las alitas como respuesta y antes de metérsela a la boca le sonrió y le comentó:

-         oye, ¿sabes que uno de nuestra casa ha conseguido un huevo de alguna criatura rara? –tuvo cuidado de decirlo lo bastante bajito acercándose levemente hacia él, aunque sabía que no era necesario. Habían miles de alumnos hablando en ese momento y comiendo; el ruido de alrededor era suficiente para ocultar su conversación.-Aunque quizá sólo sea de alguna ave, porque era muy pequeño.

Hagrid tragó la carne que tenía en la boca con un gesto entre sorprendido y emocionado mientras ella masticaba, expresó:

-         ¿En serio? Hay muchas criaturas que hacen huevos tan pequeños que incluso son difíciles de encontrar; como los Aswinders, los Caballitos de Mar Voladores, los Doxys, las Rémoras, ¡incluso las propias hadas! ¿Dónde lo encontró?

Se encogió de hombros, porque realmente le daba igual. Sabía que a Hagrid la noticia le animaría por eso se lo había dicho. No se lo quería contar a nadie más, pero Hagrid era un caso especial. El interés en común que tenían era que a ambos les fascinaba en general las criaturas. Aunque había que añadir que el caso de Hagrid era extremista comparado con el suyo. Le gustaban algunas, pero sólo si eran interesantes o peligrosas. Sobre todo si éstas eran dragones. Hagrid sabía que éstos le fascinaban así que solía buscar información de ellos y muchas veces se quedaban hablando durante horas sobre teorías de su origen o crecimiento.

Es más, así fue como ellos se conocieron. En un trabajo libre de Defensa Contra Las Artes Oscuras, el joven presentó un trabajo que hablaba ni más ni menos de “Cómo defender a los dragones ante la magia y maleficios”. Sin duda, fue algo desconcertante para todos. Durante todo el trabajo ningún alumno, ni siquiera el profesor, se lo tomaron en serio. ¿Quién iba a pararse a pensar en cómo defender a un dragón cuando al ver uno lo primero que había que hacer era preocuparse por la vida de uno mismo? A pesar de todas las burlas y que las risas de la sala ni siquiera permitían que se escuchara bien su voz, Hagrid con manos temblorosas no dejó en ningún momento los papeles que agarraba, leyendo el trabajo del que estaba orgulloso. Y eso le conmovió; y debía ser la primera vez en aquel colegio que Loga sentía las ganas de jugarse el pellejo por otra persona.

- ¿Cómo vas a proteger a un dragón si el dragón debe estar pensando en comerte todo el tiempo?- abucheó uno entre las risas.

Debió ser ese comentario en especial lo que le hizo estallar.

-         ¡A mí me defendió un dragón!-gritó ella alzándose de la silla y golpeando la mesa con las palmas de las manos.- ¡Claro que podemos protegerlos porque ellos pueden protegernos a nosotros! ¡Sé que no todos deben ser iguales, pero hay dragones buenos y deberíamos de considerarlos!

Mirando fijamente al greñudo compañero que tanto parecía amar a los dragones como ella, desde aquel día Hagrid comenzó a hablarle y con el tiempo, se fueron amistando. Había un centenar de información sobre dragones; Loga había leído sobre ellos desde muy pequeña comprando casi todos los libros referente a su especie; muchos sólo se podían conseguir en el mercado negro o comprándolos a altos precios así que sabía cosas de las que Hagrid no había conseguido enterarse.

A los meses, cogieron la confianza como para que Hagrid contara con ella cada vez que sabía algo nuevo sobre cualquier criatura en general, ya que era su pasión en la vida, y para pasar un rato como amigos.

El chico se entretuvo hablándole de las Doxys, porque era muy complicado diferenciar un huevo de Doxy y de hada así que, aún seguía explicándole las pequeñas diferencias y las pocas probabilidades de adivinar antes de que se abrieran cuando ya  habían terminado de cenar y los alumnos se iban levantando para ir hacia las habitaciones; los novatos guiados por los prefectos.

-         … Una mezcla entre ambas nunca. ¿Y quién es el afortunado?

Llevaba tanto tiempo ausente que le costó comprender que le estaba preguntando. Miraba a un punto cualquiera mientras estaban atascados entre todo el montón de alumnos que querían salir de allí cuando abrió la boca para hablar pero se quedó a mitad de camino.

Vaya la casualidad que el “afortunado” pasaba por su lado. Pudo ver como el pelotón de alumnos hacía paso al profesor que le agarraba de la oreja.

Abrió los ojos de par en par y entonces señaló a la espalda del pobre arrastrado.

-         Me parece que no ha sido tan afortunado.-comentó asomando la cabeza para seguirlos pues ya se perdían por el pasillo.
-         ¿Crees que lo habrán pillado? 

Con lo tonto que parecía, seguro que había ido enseñando el huevo a todo el mundo hasta encontrarse con un profesor.


Al día siguiente, los de tercer año en exclusiva debían levantarse más pronto puesto que habría cambios en su horario. Ese año sería el primero que insertarían unas nuevas asignaturas; en definitiva, serían los conejillos de indias para su sistema de enseñanza. Sin embargo, el Director parecía bastante convencido de su éxito puesto que quien dirigía tales cambios era el profesor de Transformaciones, Albus Dumbledore.

Así que todos los alumnos de 3ª curso debían madrugar antes que el resto y sumando que a algunos prefectos y de otros años les gustaba madrugar, el Gran Comedor comenzó a llenarse bastante más pronto de lo usual.

Lo de madrugar no era algo que se le diera muy bien a Loga. Sin dejar de bostezar, untaba mermelada a la tostada que tenía en la mano. Las ojeras matinales se presenciaban en su rostro, pero al igual que cualquier cicatriz o desarreglo en su cuerpo, por extraño que pareciera, no destrozaban su natural belleza.

-         Aquí tenéis las optativas, debéis escoger únicamente dos. Éstas no suplantaran ninguna asignatura cursada, se añadirán al horario.- iba diciendo el profesor Dumbledore que pasaba por la mesa de Gryffindor e iba dejando en la mesa pergamino por alumno.

<< Genial, lo que significa tener más asignaturas para aprobar…>> pensó inmediatamente.

Sin duda, la elección no fue muy complicada para Loga. Entre todas las que había, Cuidado de Criaturas Mágicas y Runas Antiguas eran lo más interesante que podía haber. Bueno, la última no, pero a diferencia del resto era lo que menos aburrido le sonaba. Hagrid que no se sentaba muy lejos de donde estaba le hizo un gesto señalando al papel y levantando el pulgar. Fue suficiente para comprender que Hagrid había pensado lo mismo que ella: En Cuidado de Criaturas Mágicas estarían juntos.

Le sonrió, pensando que ya podía haber un tema exclusivo de dragones en aquella asignatura para no arrepentirse de su elección.

Terminó la tostada e iba a beber un sorbo de la leche caliente cuando alguien muy cerca gritó su nombre y se abalanzó hacia ella por detrás, abrazándose a su cuello y dejando reposar su cuerpo sobre su espalda.

-         ¡Ey, Giselle!- saludó a su amiga con una media sonrisa.- Ayer no te vi en todo el acto, ni siquiera en el tren.

La nombrada Giselle se despegó de ella y se acomodó a su lado con una tímida sonrisa. Era una chica de Hupplepuff, de coloretes sonrosados y cabello acastañado, éste lo solía tener recogido en dos dulces coletas que le hacían tirabuzones. Giselle era  de contextura muy pequeña (incluso a esa edad, Loga le sobrepasaba casi un palmo), apacible y muy sumisa. Aunque también era excesivamente torpe.  Había sido una de las pocas chicas, por no decir que la única, que había soportado tanto sus rabietas incontroladas y su carácter tan autoritario. Se apreciaba el cariño mutuo que se tenían; Loga porque en el fondo consideraba mucho que ésta la quisiera aún siendo así tan especial y Giselle porque a parte de admirarla, la consideraba una fiel amiga.  
-         A mí me pareció verte, pero ya estabas de camino a la Sala…-le comentó con su afinada y suave voz, con esa inseguridad habitual en ella. Se rasco el cogote y le miró cabizbaja como esperando que ésta le reprochara.
-         ¡Anda, tonta! ¡Podrías haberte acercado igualmente!-le contestó con ánimo y le propinó una palmada en la espalda tan fuerte que casi la lanzó contra la mesa.-¿Qué asignaturas has cogido?

Como iban en el mismo curso, quizá tenían suerte y habían cogido alguna en común. Y en efecto, cuando Giselle le enseñó su papel se alegró al ver que ella había cogido Runas Antiguas también.

-         ¿No crees que suena interesante?-le comentó animada.

Ensanchó los ojos y arqueó una ceja.

-         La verdad es que no me lo parece mucho… Pero todas tienen la misma pinta de aburridas.-confesó poniendo los labios en buzo y tamborileando el dedo sobre la mesa.
-         ¡No digas eso, ya verás que divertida será!-le intentó animar mientras le daba codazos cómplices en la costilla y le guiñaba un ojo.

Loga rodó los ojos hacia arriba absteniéndose a decirle que no creía que le fuera a parecer entretenida ni aunque le trajeran Runas de verdad. En sí, todo lo muerto le parecía lo más aburrido del mundo pero comprendía un poco porque a Giselle le podía emocionar tanto ya que sino recordaba mal, cuando se conocieron el año pasado ésta le confesó que venía de padres muggles y que ambos eran unos reconocidos arqueólogos.

-         Basta de paparruchas, Longottom. Eso te pasa por traer cosas al colegio que no están permitidas.-regañó alguien.

Allí estaba el petit joufflu, en las sillas de en frente no muy lejos y acompañado de Mcgonagall. La mujer más rígida y exigente jamás vista en Gryffindor. Siempre que la veía llegaba a la conclusión de que estaría mucho mejor en la casa de Ravenclaw. Era una de las mejores estudiantes del colegio, siempre tenía la mejor nota escolar en Gryffindor y la mayoría de puntos ganados en las aulas se debía a sus aportes continuos, sus deberes siempre hechos y su excelente maña en cualquier asignatura. Era de un curso superior a Loga, y aún así se la había cruzado bastantes veces y le habían hablado de ella. Por no decir que en una ocasión la regañó porque no dejaba de hacer ruido en la Sala Común. Casi tuvieron discusión, pero alguien las interrumpió enseguida. No le caía muy bien, aunque tampoco la detestaba.

Incluso la taza de leche la cogía con los modales de una señorita correcta y perfeccionista. Siempre se recogía el cabello en un moño, sin dejar un solo mechón fuera (lo que hacía que en momentos de éxtasis muchas veces le dieran ganas de ir corriendo hasta ella y alborotarle el pelo); viendo a través de aquellas gafas que al menos no eran tan ridículas como las de Myrtle; pequeñas y cuadradas se escurrían en su recta y alargada nariz.

-         Además, ¿Cómo es que se lo dices a Prideoux? - aseveró otro que estaba algo más lejos que ellos.- Seguro que lo ha dicho ella.

 Entrecerró los ojos como dos rajillas y a propósito se aclaró la garganta con exageración. Los tres jóvenes entonces repararon que la nombrada no estaba tan lejos como pensaban.

-         Esto…-empezó a decir el chico al ver que se levantaba, del cual ni siquiera le sonaba la cara.
-         ¿Es que acaso alguien se ha chivado de lo del huevo, Longottom?-se limitó a decir ella dirigiéndose al regordete y con una presenciable irritación en el tono.
-         Esto… Sí…-tartamudeó él juntando los dedos índices de cada mano.-¡Pero yo no creo que hayas sido tú!
-         ¡Claro que no he sido yo, bobo! ¡Yo no soy una chivata, ¿entiendes?!-explotó ella y sacó la varita del bolsillo, no dirigiéndola a Longotthom, sino más bien a su amigo.-¿¡Cómo sabes que alguien se chivó, hay pruebas de ello, bocazas?!

El chico tragó saliva, apretó los labios y le miró con seriedad intentando mostrar supremacía.

-         A Longotthom le dijo el profesor que alguien se lo había dicho. Además, él lo mantuvo escondido durante todo el tiempo en el Gran Comedor...
-         Que más da.-intentó calmar Longotthom con gesto apenado.-A mí lo que me entristece es haber perdido mi huevo y que tenga un castigo todas las noches.

Loga arrastró un poco el banco de la mesa y se levantó con firmeza.

-         Bien. Pues ahora os voy a hacer callar la boca a todos. -sentenció con las manos en las caderas. Y sin decir más, se fue de allí con paso firme y decidido y todo a pesar de que ni Mcgonagall ni Longotthom le habían echado culpa alguna.
-         ¡Espera, Loga!-gritó Giselle levantándose anonada sin comprender muy bien la situación, y como le fue posible corrió hasta alcanzarla. Por suerte, no paró muy lejos, de brazos cruzados se asomaba por la puerta de la sala.-¿Se puede saber que buscas?
-         A ese chico de Slytherin, seguro que ha sido él. Me da igual el huevo, pero voy a demostrar que no soy ninguna chivata.-aclaró convencida rodando los ojos de un lado a otro en su búsqueda. No estaba por ningún lado del Comedor, así que no debía estar muy lejos, ¿O aún no había llegado? Claro, era temprano y sino era de tercero asistiría más tarde como de normal, a pesar de que ya alumnos de todos los cursos estaban entrando.
-         ¿Él habrá contado que ese chico tenía un huevo? ¿Por qué iba a hacerlo?

Se encogió de hombros.

-         No sé, a los de Slytherin les gusta meter zizaña.
-         Vamos, Loga… No creo que haya dicho nada, no todos los de Slytherin son así. Yo conozco a varios que son muy agradables.
-         Giselle, -le llamó pausando su búsqueda para mirarla con seriedad.- para ti todo ser humano es agradable, a pesar de que éste sea lo más horrible del universo. ¡Ya puede oler a estiércol que a ti te gustaría!

Ésta le miró al mismo tiempo que los cachetes se le ponían de un color rojo.

-         ¡E-eso no es verdad, jolín!-se intentó defender.- ¡Te digo que son majos! Ayer, unos que conocía del año pasado me confesaron que cada mes se reunían unos pocos para hacer fiestas en una sala muy poco conocida por los profesores. Sólo dan invitaciones a excepciones, pero me dijeron que era tan simpática y buena chica que me darían una a mí.
-         Te están timando.-zanjó enseguida, frunciendo el ceño.
-         ¡No lo sabes, Loga! Yo quería que vinieras conmigo…-empezó a decir mientras hacia círculos con el pie en el suelo y le miraba parpadeando varias veces.
-         Ni hablar.

Y si ella decía “ni hablar” era más que un “no” rotundo, era una negación que por más que le intentara convencer mil veces no cambiaría de idea. ¿Fiestas creadas por los Slytherin? La simple idea le parecía surrealista; debía ser una trampa o una broma de aquellos.

Al final tuvo que dejar la búsqueda para otra ocasión, porque aquel chico no dio señales de vida en toda la mañana.

Como las clases no empezaban hasta el día siguiente, por la tarde no tenía nada que hacer. Hacía tiempo que no pasaba por el castillo, era tan inmenso y lleno de pasillos que un alumno nunca terminaría de conocer todas las salas allí existentes. Giselle se ofreció amablemente a acompañarle durante unas horas pero al rato tuvo que irse ya que ella no había terminado de ordenar la habitación (Loga tampoco, pero no le preocupaba).

Se encontró con varios conocidos, se entretuvo con algunos para hablar del verano y con otros simplemente se limitó a saludar. Iba de camino ya hacía la Sala Común, más por aburrimiento que por ganas de ordenarse el equipaje cuando se cruzó con un grupo de Slytherin y no pudo evitar quedarse a mitad de camino.

Fue mala idea, el dirigirles una mirada curiosa que en absoluto era discreta enseguida causó que la mayoría de los que hablaban entre ellos se quedaran mirándole, absortos por su descaro. Enseguida comenzaron a reírse y chismorrear. A Loga no le importó, miró a cada uno de ellos y al comprobar que ninguno era aquel desgraciado de pacotilla, chascó la lengua molesta y continuó su camino.

A pesar de que los elfos domésticos ya se encargaban de sacar el equipaje y ponerlo bien ordenado en la cama de cada estudiante, uno mismo debía colocar la ropa y sus pertenencias allí donde quisiera.

Al llegar a la habitación compartida, ya había dos chicas más dentro. Las dos estaban en la misma cama, riéndose de algo que parecía resultarles muy gracioso. Al oírles entrar pararon las risas; la que llevaba algo en la mano lo escondió y después le dirigió una mirada desafiante mientras la otra decía:

-         Que mala suerte tenemos que todos los años nos va a tocar compartir cuarto con la Chica Veela.

Frunció el ceño y gruñó.

- Sólo os atrevéis a decir vuestras estupideces cuando no hay nadie delante, eh.

Porque ayer, al llegar todas las chicas del dormitorio de tercero no le dirigieron ni una sola palabra. Suffie y Yelffie eran gemelas, ambas de la misma casa y obviamente, al ser de la misma edad, del mismo curso. Por desgracia, el mismo que Loga. Ambas eran morenas y por supuesto, a pesar de que una tenía el tono de cabello más oscuro que la otra era demasiado sencillo confundirlas. A Loga le gustaba llamarlas les fantômes porque tenían unos ojos tan grandes como dos bolas de billar. Sus ojos verdes brillantes siempre miraban todo con curiosidad; a Loga le daba la sensación de que buscaban cualquier excusa para reírse un rato. Además, parecían de verdad fantasmas. Eran tan delgadas que la ropa les venía siempre holgada, con tez excesivamente pálida y para colmo, tenía la sensación de que siempre estaban husmeando por todos lados.

Le maldijeron por la bajini refunfuñando y ésta les ignoró yéndose hacia su cama y desplomándose cuan larga era en ella. Suerte que dormía lejos de aquellas arpías. Mirando por la ventana en la que se veía el cielo oscurecerse, pensaba que no tenía ningunas ganas de ordenar nada y que mejor lo iría haciendo poco a poco. En realidad, como cada año.

Palpó sin querer la ropa que le habían plegado los elfos y se volteó hacia un lado. Encima del montón de ropa habían unos pocos objetos; en general casi todos referente a lo que necesitaría ese año para las asignaturas. Puso la mano por encima con desgana y los removió. En la mansión en la que vivía tenía muchísima más ropa y caprichos, pero en realidad a la hora del momento de hacerse las maletas Loga siempre cogía lo básico. Sencillamente, el resto le aburría.

Se irguió quedando sentada y ensimismada mirando hacia los objetos, hasta que le costó reaccionar de que faltaba uno de ellos.

-         ¿Hmm? Juraría que lo había traído.-murmuró pensativa y removiendo de nuevo éstos, comprendiendo que no había ningún marco de fotos entre ellos a primera vista.

Bueno, era una estupidez pero por alguna razón tenía la costumbre de cada año ponerse aquel marco de fotos en la mesita. No sabía bien ni por qué lo  hacía. Siempre terminaba excusándose porque “era una lástima echar a perder una foto tan bonita” pero en el fondo sabía que era porque en ella era donde salía su madre. La única foto que había quedado de ella tras marcharse. 

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