lunes, 21 de enero de 2013

Eres de mi propiedad [Sinju - Sinbad x Judal] +16


Éste se trata de un ONESHOT (un sólo capítulo) de género YAOI (chico x chico) de la serie  Magi. Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

La pareja que sale en este capítulo es Sinbad x Judal (Sinju). Y este capítulo contiene escenas eróticas de +16 así que absténgase menores =).





En el lugar espacioso se acumulaba un ambiente ardiente, afrodisíaco; se respiraba en él una atmósfera excitante que conseguía avivar cada miembro del cuerpo llegando a una temperatura corporal mayor de lo normal. Fuera el sol ardiente debía soslayar de cansancio y desazón a sus habitantes pero allí era distinto, el calor era mezclado con una variedad inmensa de fragancias dulces y tropicales; la música que sonaba de algún lugar no muy lejano era rítmica y alegre sonando y fundiéndose con el ambiente; las paredes de mármol y de piedra eran suficientemente frías como para hacer que allí hubieran unos cuantos grados menos a pesar de que los rayos del astro se colaran por los grandes ventanales en forma de arco. Y por si fuera poco, el tejido fino de las ropas y de las alfombras que cubrían el suelo mejoraban mucho más la situación.

Ocultarse en las sombras también era una particular forma de evitar las oleadas de calor. Todo el salón estaba cubierto de cortinas y alfombras coloridas todo ello con detalles y abalorios dorados pero era en su centro donde había un conjunto de cortinas que pendían de mástiles metálicos formando un cuadrado abierto tanto por delante como por el techo.

En el interior del pequeño cuarto sumergido por las sombras había aún más sábanas y alfombras amontonadas, cojines alargados; grandes y pequeños, y aparcados en una esquina, vasijas de plata y oro llenas de frutas y otros alimentos. Copas, botellas de vino, pipas y paquetes de tabaco. Todo para la comodidad del rey que descansaba allí en sus aposentos.

Sinbad tumbado sobre varias mantas parecía estar entre el sueño y la realidad. Con los ojos entrecerrados, dejó caer un suave suspiro de tranquilidad. Reposaba el cuerpo a un lado, cubierto por sus habituales túnicas que de tanto revolverse por el suelo se le habían descolocado dejándole el pecho al descubierto. Pero hacía calor, y eso no parecía importarle mucho. En el cabello no estaba su usual turbante, éste lo tenía suelto dejando la suave y morada melena dispersa por aquellas alfombras. Se rascó con el pie descalzo la pantorrilla. 

 Alguien traspasó el arco de la puerta. Sinbad levantó la cabeza con interés. El joven moreno lo estaba mirando, la música por alguna razón había subido de volumen y ahora él había comenzado a bailar en son de ella.

Su trenza alargada se movía al ritmo de sus pasos como una cortina negra; las pulseras doradas chocaban entre ellas con cadencia y los abalorios de los colgantes y adornos se agitaban con elegancia junto a su amo. Con pantalones bombachos de color crema, dejaba su torso prácticamente al descubierto exceptuando el pecho que se lo ocultaba en un vendaje azulado extremadamente ajustado y estrecho. Él solía vestir con ropa semejante (no para bailar, pero sí tan ajustada como tal) y quizá por ello parecía tan seguro de sí mismo; le gustaba el hecho de poder enseñar de forma provocativa su cuerpo. El pecho plano y firme que iba ajustado en la prenda casi podía asomarse por debajo, en su torso desnudo que conseguía moverse con gracilidad era inevitable perder la mirada en el abdomen tan marcado y trabajado; sus caderas anchas y su cintura tan delgada, parecidas a la de una mujer; añadiendo que su complexión parecía tan fina y delicada como la de una de ellas sino fuera por los músculos masculinos en los que le acompañaba. Los pantalones tan bajados dejaban ver el inicio de la pelvis marcada; para no fijarse, que lo movía con la cintura de un lado a otro con aquel baile sinuoso.

Había llegado hasta él. Su rostro estaba medio oculto; por así decirlo, ya que a pesar del paño de seda que le ocultaba desde el puente de la nariz hasta abajo podía ver por debajo de él su sonrisa maliciosa ensancharse cada vez más y más.

Parpadeó. Sin darse cuenta se había quedado completamente en babia, sin ser consciente de que no había  despegado la mirada de él en todo el tiempo había debido parecer un estúpido, y eso al travieso de Judal le parecía gustar mucho.

Pero eso daba bastante igual; era el rey y quién tenía el dominio de todo aquello no era más que él, al menos en ese lugar y en ese mismo instante. Mientras fuera así, ya podía intentar Judal divertirse a su costa.

Le devolvió la sonrisa al ver que con atrevimiento le había empezado a bailar encima de sus piernas estiradas. Sin miramientos se irguió; alzó la mano y agarrando del pantalón por detrás lo sentó de un estirón en su regazo.

-          ¡Eh!-se quejó él porque había interrumpido su espectáculo. Sus ojos color sangre se rasgaron como dos rajillas.

Pero poco duró su queja pues las anchas manos de Sinbad le agarraban con firmeza de las caderas y una de ellas comenzó a meterse por debajo de su pantalón. Ahora era él quién sonreía victorioso; Judal era tan pequeño y parecía tan frágil en comparación suya que no le infundía ningún miedo. 

-          Eres una de mis bailarinas, ¿no? –aseveró él entonces con voz acompasada. La boca del moreno se había abierto ligeramente, arqueando sus cejas lo miraba un tanto nervioso. Sus ojos maquillados de un color entre morado y negro eran grandes y de pestañas tupidas.-  Si yo te lo ordeno, puedes ser mío.

Las piernas del bailarín estaban ahora arrodilladas en el suelo, abiertas. Judal estaba sentado encima de él, apoyando los brazos en sus rodillas. Al escucharle decir eso, volvió a sonreír.

-          Así que haces buen uso de tus servicios.-concretó él y se agarró el extremo de su trenza jugueteando con las puntas. Eso no parecía haberle asustado, el gesto de inquietud había desaparecido fugaz como el viento. Le miraba de reojo, esbozando la sonrisa pícara.
-          ¿Para qué crees que sino son? ¿Sólo para verles bailar?

Ante esas preguntas que parecían tener una obvia respuesta, Judal le dirigió una traviesa mirada apartando la trenza que ahora suelta, parecía estar deshaciéndola con los dedos. Sin soltarla, oprimió los labios armando un gesto seductor y al mismo tiempo que las manos de Sinbad subían por su torso él lo movió de forma sinuosa y seductora. El hecho de sentir con los dedos recorrer su silueta mientras ésta se curvaba de tal forma era innegable lo excitante que podía llegar a ser.

Avanzó el rostro y esta vez zafando de su cintura, lamió en medio de sus pectorales que con un pequeño deslizamiento hacia arriba de la prenda se dejaron al descubierto. La elasticidad de Judal no parecía tener límites; el joven con aquel movimiento había arqueado el cuerpo hacia delante y ahora Sinbad lo tenía entre sus brazos.

Deslizó la mirada hacia su rostro, observando de reojo lo placentero que se visualizaba al mismo tiempo que recorría el pectoral con la lengua hasta llegar al pezón. Era lo único blando y carnoso que podía zafarse de aquel pectoral tan rígido y trabajado. Rosado y pequeño primero lo mordió con los dientes para luego meterlo en su boca.

Fueron escasos segundos esos gemidos que debieron haber resonado en toda la habitación, las manos de Judal la apretaban el cabello con fiereza, estirando de sus mechones entre sus dedos. El moreno los detuvo con suspiros acompasados y soltó con burla:

-          Así que te gustan los pechos pequeños, pensaba que eras de esos que los prefería voluptuosos y bien formados.
-          Sí, no tengo mucho que coger aquí.-reparó él un poco ofendido volviendo a morder esta vez con más fuerza. Si le hacía daño o no, eso no podía saberlo ya que a Judal eso le parecía agradar de todas formas.

El moreno soltó un gemido deleitoso con eso último y tras eso, se rió de aquella forma tan burlesca y peculiar y que tenía en hacerlo. Sinbad se detuvo y le miró con el ceño fruncido. Intentaba ser el dominante de la situación; mostrarle quién era el que mandaba en aquel lugar pero, sin embargo por más que conseguía doblegarlo ante él en su rostro había demasiada lujuria y excitación. Supremacía; el joven estaba sobre él completamente a su disposición pero en sus ojos no se veía sometimiento alguno; al contrario, con la barbilla en alto y rasgando los ojos, su lengua se asomaba discretamente en el extremo de sus comisuras. No había más que verle para cerciorar de que estaba convencido de que era él quién tenía las riendas de todo aquello.

-          Anda, lárgate.-bufó empezándose a asquear, palmeando su pecho lo empujó hacia delante quitándoselo de encima. Tenía paciencia, después de tantas experiencias había conseguido almacenar mucha, pero Judal conseguía siempre agotársela.
-          Que poco divertido eres.-opinó éste levantando su cuerpo sólo de cintura hacia arriba mientras acariciaba su cabello ya suelto que se dividía en finos y largos mechones.-¿Sólo te gusta hacerlo con personas sumisas? Eso no es nada divertido.

Bufó asqueado y miró hacia otro lado mientras se volvía acomodar en sus sábanas.

-          Vamos, me excitas.-susurró el moreno gateando hasta él.- Y estoy seguro de que yo a ti también.- No iba a mostrar signos de eso último, si eso era lo que buscaba. Intentó mantenerse firme, pero al notar como éste alargaba el brazo hacia un lado no pudo evitar mirarle de nuevo. Había cogido una copa llena de vino y dejándola inclinada, un hilo rojo se desbordaba del extremo cayendo con suavidad por encima del cuerpo del bailarín con los descubiertos pechos por el vendaje arrugado.

Ahora una línea discontinua de color roja que iba de los pectorales hasta la pelvis, metiéndose incluso por debajo del pantalón, dividía el cuerpo del chico. Sinbad siguió la línea con los ojos y luego los llevó a su mirada que parecía impaciente.

Tragó saliva y se contuvo con firmeza. Trucos tan baratos no funcionaban con él, se reacostó acomodándose y removiendo la lengua en su boca, volteó la cabeza hacia un lado con indiferencia.

-          Eh, no desprecies mi cuerpo de esa manera.-soltó él esta vez enfadado. Era como un niño en ese sentido, si la cosa no salían como él quería no hacía otra cosa que refunfuñarse.- Eres un rey estúpido.

Se encogió de hombros. No servían de nada esas tácticas. El moreno se quitó el manto que cubría medio de su rostro y apoyando una mano sobre el suelo se inclinó hacia abajo. En el momento en que lo notó tan cerca, se volteó sorprendido. Tenía la cabeza de Judal a dos centímetros de su pelvis. Lo miraba desde esa posición, no con inferioridad precisamente. La mano que había apoyado en su rodilla fue hacia la zona al mismo tiempo que sacaba la lengua y lamía la textura de la prenda.

Lo apartó, pero no a tiempo. Éste ya había conseguido aquello que quería y ahora volvía a reír de esa forma tan escandalosa.

-          ja,ja, ja, pues eso de ahí está duro como una piedra.-anunció como sino hubiera sido obvio para ambos al haberle hecho eso.
-          Desgraciado.-gruñó él exasperado. Le había cogido de la mano y ahora se la apretaba con fuerza intentando lastimarle. Apretó los dientes mientras lo retuvo contra el suelo. Ahora era él quién estaba encima.-Tanto quieres hacerlo conmigo… estás desesperado…

Había un gesto de pequeño dolor en las facciones de Judal pero lo disimulaba bien con una media sonrisa. La ensanchó al escucharle.

-          No veo nada de malo en eso.   

Aspiró por la nariz y cogió aire. Era exasperante pero a la vez era cierto el hecho de que él también estuviera encendido. El cuerpo del muchacho ahora estaba tumbado sobre las alfombras, con el cabello suelto desperdigado por todos lados. Aún el vino podía verse recorriendo la silueta de su torso.

Sin soltar su mano, se echó levemente hacia atrás y se inclinó hasta él. Saboreó la lujuriosa bebida desde el principio hasta el final. Al llegar a la pelvis los gemidos de Judal parecían acrecentar por segundos.

-          Después de todo, eres un sumiso.

¿Por qué no? Tanto le gustaba burlarse de él no veía el por qué él no podía hacerlo. Sonrió al escuchar como el joven por más que quisiera era incapaz de poder insultarle con coherencia después de que le bajara tan sólo unos centímetros más los pantalones; suficiente ya que éstos ya de por sí habían estado demasiado cerca de su objetivo.

La caldeante habitación se volvió más intensa y ardiente, en ella se podía escuchar a Judal y sus gemidos que no contenía; sus cuerpos llenaban la habitación de su continuo calor. La música parecía haberse alejado, volviendo a formar parte del entorno y perdiendo importancia.

No tenía por costumbre lamer los miembros viriles, pero en el fondo el sentido no era tan diferente al de una mujer. El moreno apretaba las sábanas y tensaba su cuerpo con afán; eso o la mala costumbre que tenía de estirarle de los cabellos o de apretarle la cabeza contra él. Sólo retiraba las manos cuando el pelimorado terminaba cansándose y con un gruñido se las apartaba.



Levantó la cabeza con una media sonrisa mientras limpiaba su boca con una mano, y tragaba. Las túnicas del pecho que ya de antes habían estado revueltas ahora estaban prácticamente en su cintura. El torso de Sinbad, tan corpulento y atractivo, ahora podía verse por completo.  

El impertinente sacerdote seguía con su expresión de placebo, apoyando la mano en la frente y retirando el flequillo desordenado. El vaivén de su pecho desnudo aún era acelerado; Sinbad lo observó unos segundos, apoyando una mano a cada lado de su cuerpo, dejando el rostro frente al suyo.

-          Siendo tu servicio es extraño que el que no reciba placer seas tú.-empezó a decir Judal esbozando de nuevo esa sonrisa. Levantó la mano y con el dedo índice repasó la nuez notoria de su garganta; con el movimiento las pulseras repiquetearon entre ellas.-El rey tonto trabaja para sus sirvientes en vez de al contrario.-susurró.
-          ¿Quién te ha dicho que hemos terminado?-conjeturó con parsimonia sin borrar la expresión.
-          ¡Já!-se burló éste y a pesar de estar arrinconado contra el suelo por la posición, se las arregló para inclinarse hacia un lado, apoyando un codo para erguirse levemente. El deleite de sus facciones se había esfumado volviendo a ser el prepotente que conocía quedando sólo como indicio de su calentura el rojizo de las mejillas.-¿Crees que pienso hacer ahora algo después de haber conseguido lo que quería?

Sinbad entrecerró los ojos. La evidencia de que había venido a por sexo había sido más que evidente, pero no parecía que lo quisiera al menos disimular con falsas excusas.

-          No te lo estoy pidiendo,-concluyó y estiró el brazo para llegar hasta su pelvis y tocarle de nuevo sin permiso. - tampoco me importa mucho que quieras.-concluyó él lo que desde un principio ya se había planteado. La mirada lujuriosa de Judal que fue desde su cuerpo semidesnudo hasta sus ojos le hicieron ampliar la sonrisa.- Aunque está claro que nunca podría ser así, ¿verdad? Eres demasiado pervertido como para que no te apetezca una vez más.
-          El rey tonto me conoce demasiado.-admitió éste levantando las manos y pasándolas por detrás de él. Se colgó en su cuello encaramándose de cintura hacia arriba. Varios mechones de su cabello se echaron hacia atrás.-Aunque sólo es contigo que podría estar así hasta el amanecer.
-          ¿Es un halago?-intentó adivinar, descendiendo, cada vez más cerca del pálido cuerpo del joven.
-          Ja, ja, podría decirse.-respondió él de forma divertida ensanchando las comisuras de la sonrisa maliciosa.

Sus cuerpos se pegaron, apreciándose la alta temperatura de ambos. Disfrutaron por un momento del contacto y tras eso, Sinbad se encorvó levemente para colocar las manos en el pantalón del chico y quitárselo del todo. Levantándolo de la cadera, las piernas de Judal completamente desnudas se le quedaron en alto. Apretó los muslos con los dedos y los separó. Siempre apreciaba el hecho de que era una de las pocas zonas que éste había trabajado menos de su cuerpo y éstos eran más blandos y fáciles de coger. Ahora Sinbad estaba entre sus piernas abiertas.   

-          Ahh, que vergüenza. El rey tonto me está viendo entero.-balbuceó Judal medio sonriendo y ocultando los ojos con los puños.
-          A mí no me engañas. Tú lo has dicho, te conozco demasiado.-se limitó a decir cerrando los ojos con el ceño fruncido. Su rostro enternecido, su voz fingiendo inseguridad…Todo eso no era más que al teatro que a Judal le gustaba jugar. Aún no entendía bien por qué en el fondo le estimulaba tanto; bueno, debía admitir que fingía bien.

Judal soltó la risa que había contenido y dejando ver su rostro sin miramiento alguno, lo penetró con la mirada. Sinbad se tensó intentando mantener la compostura. Fue complicado; desde esa posición como había dicho él, podía ver todo su cuerpo. Su engreidísimo, aunque justificable, le permitía estar de esa manera sin vacilación alguna y seducirle con sólo mirarlo. 

-          Estás muriéndote de ganas.-lo incitó Judal con voz insinuante. No sólo eso, aprovechando de su elasticidad abrió aún  más las piernas; casi podía jurar que una mujer era incapaz de hacerlo tanto.
-          No estoy necesitado como tú, tengo mis recursos para eso.-se defendió apartando la mirada e intentando concentrarse en una de las ventanas para no perder el dominio de sus actos. Tan sólo debía aparentar llevar el mando en todo momento, si se dejaba llevar ahora sabía que terminaría perdiendo.
-          Pero seguro que ninguno es tan bello como yo.-sentenció el otro con toda la confianza del mundo.

Lo miró con severidad. No, la verdad ninguno lo era tanto. Y esa obviedad le molestaba un poco. Se bajó las túnicas del todo; amarrándole más fuerte de los muslos inclinó su pelvis hacia delante. No tuvo la delicadeza de contenerse si quiera un poco, no porque en el fondo él mismo tampoco era capaz de hacerlo. Bruscamente lo embistió y todos los abalorios del cuerpo de Judal se balancearon con su cuerpo.

No tendía por costumbre ser tan mezquino, pero en caso de Judal le agradó ver el rostro entre dolor y deleite que puso. Él tenía mucha más fuerza en comparación con el sacerdote, y mucho más en esa situación en la que por más que quisiera dominarle, fuera como fuera siempre terminaba siendo el pasivo de la relación. Sinbad, incitado, usaba todo su auge por cada forcejeo.

A cada balanceo desprendía más violencia. Sin darse cuenta había perdido el control olvidando ser educado o indulgente con el otro. Sabía bien por qué: con quién lo estaba haciendo era con Judal y éste por más que fuera brusco o feroz no iba desprenderse de él. Se quejaba entre gemidos, pero gozaba como nadie y en cuanto veía que aminoraba, era él el que con gestos exigía enseguida.

De un rápido movimiento lo sentó encima de sus piernas cogiéndole con fiereza de la cintura. Ambos cuerpos sudaban y ardían. Judal le rodeó el cuello con los brazos y acercó su rostro hasta el de él.

Fueron tan sólo unos milímetros la distancia de sus labios. El moreno parecía dispuesto a besarlo, pero en el último momento desvió la trayectoria y fue hacia su cuello. Habría jurado ver de reojo una sonrisa asomada en sus comisuras mientras le besaba la piel.

Exhaló por la nariz de la frustración. Realmente se había quedado patidifuso con la espera e incluso había detenido el balanceo sin darse cuenta. Al proseguir lo hizo más fuerte que antes mientras su ceño se fruncía levemente. Estaban tan alterados que los suspiros y gimoteos de ambos eran constantes y profundos.

-          Auch.-se quejó porque Judal le mordió con demasiado ímpetu, y es que las últimas estocadas le debían haber hecho demasiado daño; era su forma de desahogarse. Eso le hizo aminorar; si seguía así lo terminaría partiendo en dos.
-          Por fin me dejas respirar un poco.-le susurró en el oído entre jadeos. Daba la sensación de que se quedaba sin aire de tanta agitación. Era comprensible, él estaba tan alterado que sino fuera por lo excitado que se sentía se desplomaría allí mismo.-De verdad tenías ganas de hacerlo conmigo.

No dijo nada al respecto; quizá porque por alguna razón pensó que no lo decía con la malicia de siempre sino con una entonación extraña demasiado cariñosa que no entendía y que no iba a darle muchas vueltas. No al menos en ese momento en el que su cabeza tampoco podía procesar muy bien. Apartó una mano de su cintura y la alzó. Enredó los dedos entre los mechones negros de éste y de una sacudida, le agarró del cogote y le levantó la cabeza, poniendo su barbilla en alto.

Ahora tenía a Judal mirándolo, sus párpados maquillados, sus ojos carmesíes tan enigmáticos, eran incapaces de abrirse del todo. Un hilo de saliva caía por el extremo de su boca y sus suspiros acompasados no se detenían. No sonreía, armaba un gesto entre placer y sorpresa; sus cejas se arqueaban hacía arriba y sus mejillas rosadas contrastaban con su piel pálida.

Sinbad se impulsó en una de sus estocadas y empujando aún la cabeza de éste que seguía agarrando, le dio un beso forzado. Oprimió sus labios con furor y los abrió con su lengua para introducírsela desesperadamente dentro. En ese instante, Judal se pegó a él mucho más. Podía sentir los latidos de su corazón acelerados, aunque quizá era el suyo propio; sentía que iba a salírsele del pecho.

En cuanto lo besó, no sólo Judal siguió su juego sino que al intentar despegarse para respirar, fue él quién no se lo permitió apretando más su cuello con los brazos e inclinándose hacia delante aún más. Ambos respiraron bocanadas de aire cuando tuvieron que echarse hacia atrás ya por la falta de oxígeno.

¿Quién era el desesperado ahí? En realidad, no sabía bien decir quién había contenido más las ganas de hacer todo aquello. Sentía que en cualquier momento iba a explotar. Le agarró de las nalgas mientras retomaba la ferocidad de antes que con el beso había aminorado.

-          Sinbad…-susurraba ahora Judal entre los quejidos.

El moreno buscó sus labios queriendo besarse de nuevo. En un principio lo lógico habría sido devolverle la jugada  anterior, pero sentía que ya lo había hecho actuando de forma tan animal desde el primer momento en que lo había tomado. Se acercó hasta él y mordió su labio inferior. En las últimas embestidas en las que ambos llegaban al éxtasis, los dos se besaban mientras suspiraban sofocadamente y dejaban caer algún que otro gemido. Fue Judal el cual al final no tuvo ningún miramiento en vocear más que nadie sus últimos alientos de placer.

El moreno dejó caer su cuerpo entre las sábanas completamente agotado y Sinbad reposó apoyando los brazos que evitaba que le flaquearan. El sudor en el que no habían reparado, ahora se hacía molesto, el pelimorado pasó la mano por su frente, quitándose gotas de sudor. Estaba medio desnudo, pero no pretendía vestirse; al menos no hasta que el calor se suavizara un poco.

-          Ahhh, grandioso.-admiró en un suspiro el sacerdote que extendía cada miembro cuan largo era. Él sí que no tenía prenda alguna, aunque eso no parecía molestarle.- Me pregunto cómo lo haces.-dijo eso último cerrando los ojos.

Aún estaba recuperándose. Estuvo un rato respirando antes de preguntarle:

-          ¿El qué?
-          ¿Cómo que el qué?

Judal había vuelto a retomar el tono arrogante.  Sinbad rodó los ojos hacia arriba. Realmente, esos momentos en los que el moreno parecía tan excitado y entregado a él eran demasiado únicos e inolvidables. Para no serlos;  tan fugaces, tan diferentes al Judal de siempre, era como ver a dos personas distintas. Desde que conoció esa faceta suya, la concepción de él había cambiado mucho. Por más que intentara que no fuera así, no podía evitar la incitación a tener sexo con él de nuevo. Sabía que en el fondo era porque deseaba poseerlo tal como la mayoría de cosas. Él y su modesta ambición; pero con Judal era imposible.

Todo era una alusión creada por la pasión del momento. Esa impresión de que era suyo, de su propiedad, sólo podía sentirla así en esos momentos de gozo. Al terminar todo luego formaba parte de un sueño. Judal seguía tratándolo tan de inferior como siempre; al “rey tonto”. Era el sacerdote quién buscaba que formara parte de sus juegos; en definitiva, era continuamente una lucha por quién conseguía ser dominado por quién.

-          Pues para agotarme así. Parece que quieras destrozarme por dentro.-le explicó éste que se había sentado y ahora se inclinaba hacia él cada vez más.-¿Quieres matarme así?-Eso último lo dijo en un susurro agradable, como si la muerte fuera algo tan banal como debatir. Posicionó el dedo índice sobre el labio mientras con el rostro levemente ladeado le miraba.-No me importaría morir en tus manos de esta manera.
-          Ah, buen dato. Lo tendré en cuenta cuando quiera matarte.-sonrió él arqueando las cejas. Estaba siendo consciente de que el joven se le iba acercando con disimulo y siempre debía ser precavido con sus intenciones.
-          ¿Lo harías? Te quedarías sin juguete favorito.-le devolvió él la sonrisa y gateó dos pasos hasta él. Esa manera de acercársele; se le estaba insinuando de nuevo. No había más que ver la manera en la que movía las caderas y le miraba. El dedo que había usado para presionar sus labios ahora lo recorría por su pecho hasta dejar la mano en la cintura no sin antes acariciarla. De dónde conseguía aprender esas cosas era un misterio, pero que fuera tan bueno como una mujer haciéndolo era un hecho.
-          Admites que eres mi juguete.-contrastó él intentando concentrarse en la conversación para que sus encandilaciones no tuvieran tanto efecto.

Judal había llegado hasta su regazo, apoyando las manos en sus piernas se acomodó en él.

-          Bueno, yo soy el tuyo y tú eres el mío.

Ante esa objeción de la cual no estaba de acuerdo no pudo decir nada al respecto. El moreno se había acomodado pero al decir eso, tocó su entrepierna desnuda y de un movimiento la acercó hasta su boca y la lamió hasta terminar metiéndosela. Jadeó, y pudo escuchar la risa contenida de Judal mientras seguía tocándole.

**





-          hmm, no me importa lo que haga en su tiempo libre, pero me gustaría que al menos tuviera en cuenta su imagen. Siempre tan despreocupado.

Ja’far había entrado en la sala al día siguiente y se había encontrado con un Sinbad durmiendo medio desnudo. El pelimorado entreabrió los ojos aún adormilado y lo observó taciturno sin comprenderle.

-          Ahora me arreglaré…-aclaró él cogiendo una de las prendas que habían quedado más cercanas a él y llevándola para sí con lentitud.
-          ¿Oculto en mil túnicas? –añadió éste aún mostrando cierto enojo.

Como el rey no conseguía comprender que quería decirle, Jaffar se acercó al espejo más cercano que había; uno de adorno que había entre aquel desastre, y se lo puso en frente.

Se quedó por unos segundos mirándose sorprendido. Le costó reaccionar; aún su mente estaba demasiado cansada y las ideas le costaba relacionarlas.

-          Sacerdote sinvergüenza.-farfulló apretando los dientes al comprender que su cuerpo estaba completamente lleno de marcas que Judal había tenido el cuidado de hacer en las zonas más visibles, especialmente el cuello y los brazos; aunque también podía ver que no se había olvidado de otras más íntimas.

Esas marcas decían a gritos “eres mío y de nadie más”.   Por más que no lo fuera admitir nunca, en esa tanda Judal le había ganado.  




LAUZ


miércoles, 2 de enero de 2013

¡Presentación!

Lauz Fragments

¡Hola a todo el mundo!

Un poco tarde para hacer una entrada de bienvenida después de tener el blog abierto por tanto tiempo, pero supongo que más vale tarde que nunca! Creo que no lo he dicho por ningún lado, quizá se ha hecho más que evidente con esto, pero a pesar de que la escritura es una de mis aficiones no es ni mucho menos a la que le dedico más tiempo.

Siempre, desde muy pequeña, me ha encantado escribir historias. Sobre todo, más que por escribir, por la imaginativa y creativa que a veces me pongo llegando a recrear personajes, tramas e historias las cuales quiero explayar o transmitir de alguna manera.

Sé que mi mayor error es la narrativa. Tengo muchísimos fallos de expresión y vamos, en general me veo como una NOOB que le falta mucho por aprender. Y eso que llevo desde los 14 años escribiendo cualquier tontería, llenando mi ordenador de más words que polvo en mi habitación (y eso es mucho). Mejoro poco a poco con el vocabulario, pero suelo cometer errores muy tontos. Aún así, la idea de inventar historias me chifla  y no quiero perder por ello el ánimo.

Así que de aquí viene la idea un poco la creación de este blog. Puedo ver mis historias viejas y mis fallos y aunque sin obligación de ser constante, puedo dejar mis "borradores" sin ningún compromiso. Confío y siempre confíe en que en una afición puedes ser autodidacta, y si se le pone empeño puedes ir perfeccionándola.

El precioso banner que escogí es un dibujo de Geiru  y lo comento porque no tengo intención alguna de llevarme méritos de su arte, ni por asomo. No me gusta mucho  la edición pero perdonad por ello porque no soy muy buena haciend banners <3

Como último decir que para resumir un poco el contenido de mis historias, tiendo bastante a escribir relatos Homo, de parejas chico x chico o chica x chica; aunque sinceramente me gusta cualquier tipo de relación. Mi tendencia tira un poco a lo romanticón, y suelo cofcofbastantecofcof meter bastante lemon, nsfw,+18, como queráis definirlo. Aún así me encanta y me fascina la fantasía, ¡es de lo que más leo! Así que mi mayor GOAL sería algún día escribir una buena historia de fantasía/acción. Tengo como más de 3 carpetas con distintas historias propias de fantasía que por no saber ordenarme tienen su inicio, personajes y nada más. Someday, me gustaría que alguna llegara a algo más.

Espero animarme a publicar más de las historias que tengo guardadas en mi ordenador    ¡Un saludo y muchísimas gracias por leer y seguir! 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Cómplice de secretos 4ª Capítulo


Éste se trata de un FANFIC de género Romance y tragedia de la serie  Harry Potter. Este es el 4ª Capítulo del contenido, para ver los siguientes tan sólo le tendréis que dar click en el título que deséeis del índice. Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

Resumen: Debido a que esta historia es muy larga, voy a haceros un pequeño resumen del contenido. La historia se basa en Harry Potter, sin embargo nuestros protagonistas son originales. Loga y Alexei además viven en un ambiente muy alejado al que se cierne la historia de Harry Potter; nos centramos en la época de Tom Ryddle cuando cursaba Hogwarts. Por lo que, salen personajes de la serie; pero éstos son muy pocos y más bien en su época más joven. También nos encontraremos con familiares de personajes que o bien son inventados o que han sido alguna vez nombrados en los libros. 

La historia gira alrededor de ellos dos. Loga es una chica presumida, extrovertida y escandalosa, de la casa de Gryffindor. Mientras que Alexei es un muchacho tranquilo, frío y reservado, de la casa de Slytherin. Pero el choque continuo que hay entre ellos no es el verdadero problema de la situación; en el colegio comienza haber extraños acontecimientos; y es que, en realidad nadie sabe con detalles la historia trágica que envuelve el año en el que por primera vez se abrió la Cámara de los Secretos. Con el tiempo, nuestros protagonistas se verán envueltos en el problema sin darse cuenta y, mientras Alexei esconde un verdadero secreto que intenta ocultar al colegio, Loga es conducida lentamente hacia una trampa mortal de la cual jamás podrá salir. 


· ·       índice    ··

1 ª Unos malos inicios 

2ª Disparates y más disparates






4: Días de lluvia tranquilos : Alexei


Esa chica comenzaba a asquearle; más bien había empezado a sentir un odio irrefutable hacia ella. Al principio le parecía indiferente, pero desde que quedó castigado por su culpa no podía evitar sentirle tirria. Encima su personalidad le desesperaba. Escandalosa; siempre entraba dando portazos, arrastrando las sillas, sacaba las cosas casi a golpes y por nada soltaba algún quejido o gemido por la boca. Gritona; porque si abría la boca para hablar debía escucharle el castillo entero. Y encima, mirona; porque tenía la cara dura de quedársele mirando embelesada como si tuviera monos en la cara. No le gustaba ser el centro de atención a diferencia de ella, así que ese tipo de cosas le inquietaban.

Ni siquiera un amago de disculparse, ya que según ella no parecía estar a su altura para pedírselo. De todas formas; no iba a aceptar disculpas, ni aunque lo intentara. Ya le parecía un acto irrespetuoso el que hubiera pasado tantos días y no haberlo hecho en un primer momento, aunque viniendo de ella no le extrañaba.

Antes podía ignorarla con mayor facilidad, pero con ese castigo los días se volvían infernales. Porque en clase aún, daba la nota pero en algunas se mantenía callada y si eras tan indiscreto como él no importaba pero por las tardes cuando se juntaban en aquel despacho; los dos frente al profesor, era más complicado.

El pleno frío del invierno que semanas antes se avecinaba, ahora les azotaba con fiereza. Obligando a que la mayor parte, por no decir toda, de los alumnos se cobijara dentro del castillo. Por esa misma razón, era una época que detestaba. Con buen tiempo, los pasillos, las salas, la Biblioteca, estaban más vacías. Él era alguien que prefería mantenerse siempre allí dentro. Si salía fuera por el día era porque o bien había que ir por alguna asignatura, o porque de tanto en tanto le gustaba apreciar la belleza del lago.

-         ¿Os habéis enterado de que están organizando excursiones a un pueblo cercano para los alumnos de a partir de tercer curso?-comentó un alumno del grupo con los que ahora Alexei solía ir (se limitaba a juntarse únicamente en horario de clases).

Escuchó. Como siempre, no iba a meterse en la conversación.

-         Sí, Hogsmeade. Dicen que es un pueblo muy animado, que hay algunas cuantas tabernas y que además dicen que harán una casa de golosinas.
-         ¿Una casa de golosinas no os parece algo demasiado infantil? ¿Y sabéis cuándo empezarán?
-         El próximo fin de semana, serán sólo algunos. Lo único que tiene de interesante es que allí no estaremos supervisados por nadie. Eso sí, deberemos volver a cierta hora al castillo o tendremos un castigo.
-         Vaya, que aburrimiento. No tiene gracia sino te puedes quedar allí a dormir.
-         Quién sabe, quizá cambien los sistemas, lo que sé es porque me lo  ha dicho mi padre, pero no se sabrá bien todo hasta que se lleve el proyecto a la práctica.
-         ¡Oye esto de tener un padre enchufado no es justo, eh!
-         ¡Sólo se organiza de actividades relacionadas con los permisos familiares, no me tomes como enchufado!


Excursiones a un pueblo. Lo que faltaba, aunque si era libre el aceptar ir o no era una buena manera de quedarse más solo en el castillo.

El rumor se extendió y a los pocos días se reveló su afirmación. A todos los alumnos les dieron un certificado. En éste se anunciaba las excursiones al pueblo para crear una forma de diversión a los alumnos mayores de 13 años. En efecto, las excursiones durarían a lo largo de todo el día y terminarían con el último tren hacia Hogwarts, a las nueve en punto. En caso de ser menor de 16 años, el certificado debía estar firmado por el tutor o padres del alumno y ser entregado al jefe de su respectiva casa.

¿Significaba entonce que debía mandarle una carta a su tío? No le apetecía mucho contactar con él. Contra menos lo hiciera mejor. 

-         Profesor Slughorn.-le llamó una vez los alumnos de Slytherin con sus dudas le dejaron en paz, puesto que era él quién a estaba al cuidado de la casa.-Me gustaría devolver el certificado, no me interesa visitar el pueblo. 
-         ¿Por qué? –le preguntó éste entrecerrando los ojos extrañado. Le cogió el certificado y lo golpeó con los dedos varias veces. – muchacho, ten en cuenta que quizá en algún momento puedes cambiar de opinión y no hay marcha atrás. ¿Quién está a tu cargo? Puedo hablar directamente yo con él si crees que te pueden surgir problemas.

Horacle Slughorn era el profesor de Pociones y además el jefe de la casa de Slytherin. Era un mago bajito y gordo, con la rubiera perdiéndose entre tanta cana. Era un profesor simpático y además bastante bueno en su labor, pero siempre se le veía interesado en los alumnos que únicamente destacaban. Con Alexei era muy afable desde que el año pasado empezó a mejorar en Pociones. Seguramente le ofrecía tales opciones porque era él, justamente. Aún así, tampoco le caía mal.

Rodó los ojos hacia un lado y tragó saliva.

-         Borbloy Gandhor Bryant, señor.-aceptó a decir a regañadientes.

No le gustaba decir su nombre. No le gustaba nada de ese alcohólico de mala vida. Al morir sus padres, Gandhor se quedó con su tutela pues así se decidió en los papeles. Era su padrino. Sin embargo, en vez de quedarse a su cuidado él simplemente le obligó a aceptar un trato: Él le ofrecería una paga mensual, con ella se debía distribuir bien para pagar sus gastos y consumos. A cambio, no tendrían por qué vivir juntos y Alexei podría seguir en la casa en la que vivían sus padres y sobre todo; él mantendría el secreto a los demás sobre eso. La oferta era sugerente y le gustó desde un principio, pero comprendió que su tío había querido quitarse el muerto de encima y que no sentía verdadera estima por él. De tanto en tanto le mandaba alguna carta, para ver como le iba. Pero claro, Alexei daba por supuesto que le convenía que él estuviera bien; ya que si algo malo le ocurría, las denuncias y los cargos caerían sobre él.

Como a Alexei desde bien pequeño se le había visto un chico responsable, sin dudar alguna su tío había tenido fe en que no causaría desastres a pesar de ser prácticamente independiente sin llegar aún si quiera los diez años. Y en efecto, no sólo era apariencia. Alexei era un chico muy maduro para su edad y lo suficientemente responsable para cuidarse sólo. Recibió una educación de pequeño muy extensa: Sus padres tuvieron el detalle de hacerle aprender cualquier cosa útil para la vida misma. Incluso sabía esgrima y equitación.

No tuvo muchas lecciones sobre cocina; y sobre otras cosas que se le omitieron al ser demasiado complejas para un niño pero su tío al principio le visitó de tanto en tanto y le explicó algunas tareas básicas. Le desagradaba, pero no iba desaprovechar la única ayuda que tenía. Así que, aprovechó para preguntar sus dudas y que todo lo tuviera mínimamente entendido. Era cierto que al principio le costó organizarse un verdadero horario y cocinar adecuadamente, pero con el tiempo fue mejorando y aunque se había acostumbrado a comer y dormir muy poco, sabía que era algo inevitable. No era por estar solo, sino por las consecuencias que causó la perdida de sus padres y su hermano mayor.

A eso que todos le llamaban enfermedad.

En todo caso, una vez Hogwarts le ofreció techo; algo que tanto su tío como él ya esperaban, la mayoría de tareas y complicaciones se resolvieron y eso era algo que él agradecía bastante ya que le quitaban mucho tiempo al día. Fue complicado entrar para su caso; pero hablando con el Director y un profesor en concreto fue posible. De esa manera, sólo en verano costaba más de mantener el hogar y el alimento.

Sabía que sin la ayuda de su tío, su vida habría sido mucho más caótica. Así que en el fondo, agradecía su existencia. Sólo que eso jamás se lo iba a demostrar, pues le había mantenido no por afecto o cariño hacia él o sus padres sino por pura obligación. Era algo que le había demostrado desde un principio, así que él ni mucho menos le iba corresponder con agradecimientos. Aunque vivir en la choza en la que él estaba, y esperarlo después de estar todo el día en una taberna borracho, no creía que fuera una vida mejor que la que estar sólo en su hogar, muy espacioso y vacío, pero suyo.

Ya, actualmente, ni siquiera se intercambiaban cartas. A él le iba a bien, ahora si tenía dudas acudía más bien a algún profesor. Y su tío sabiendo que no tendría problemas de supervivencia allí, ya no le interesaba. Le seguía ingresando el dinero en su cuenta de Gringotts, pero yasta.

-         Hablaré con él, ¿de acuerdo?-le dijo el profesor Slughorn apoyando con simpatía una mano en su hombro.-No temas, que mañana mismo tendrás el certificado firmado, chico.- Le sonrió y se marchó con el papel.

Bueno, está bien. No es que ir al pueblo le entusiasmara, pero la opción tampoco le parecía mal si podía evitarse la charla con su tío. Quería que llegara el día que no mantuviera ningún contacto con él y contra antes empezara, mejor. ¿Por qué sus padres habían escogido a ese hombre como su padrino? Se lo había preguntado tantas veces que ya había perdido la cuenta.      

Después de comer, camino a clases de Runas Antiguas le tuvo que suceder lo peor que podía ocurrir. Iba solo en aquella ocasión, porque casi todo el grupito ese de Slytherin con el que iba ahora no había escogido Runas Antiguas; cuando se encontró con esa impertinente. No tardó ni dos segundos en reconocer esa melena rubia a lo lejos moviéndose con el viento; corría hacia una dirección y lo peor fue que, al verlo, lo miró, se detuvo y caminó decidida hasta él. Lo agarró del brazo y se lo llevó por delante.

-         ¡Espera, ¿qué haces, lunática?!-medio bramó alterado intentando que ésta le soltara pero no lo hacía.
-         ¡Tienes que venir conmigo!

<<¿Por qué tendría qué hacerlo?>> Y justo cuando hoy acababa ese castigo injusto. Hacía dos días el profesor lo anunció. Si ahora por si culpa volvían a ser castigados terminaría estirándose de los pelos de la locura.

Le consiguió arrastrar hasta el final del pasillo a duras penas. La chica miró por la esquina, inquieta y emocionada. Esbozaba una diablesca sonrisa que no le transmitía muy buenas vibraciones. En cuanto le soltó, Alexei resopló y caminó de vuelta.

-         ¡Ey, quédate aquí!-le llamó haciéndole señas y evitando alzar la voz.
-         ¿Por qué debería? –le dijo sin voltearse si quiera.- No pienso meterme en ningún lío más y estar cerca tuya es igual a hacerlo.
-         ¡Vamos, sosainas!-le animó ella y volvió a por él para cogerle del brazo y estirar.-Es tu oportunidad de vengarte de Myrtle, por su culpa terminaste castigado.

No pudo evitar esta vez voltear la cabeza y penetrarle con una mirada llena de desdén.

<<Fue culpa tuya >> pensó sin miramientos.

No esperó la respuesta del muchacho, le volvió a llevar a la esquina y entonces le señaló a duras penas a la muchacha de coletas que iba sola de camino hacia a los invernaderos con el resto de alumnos de Ravenclaw. Debía ser una oportunidad de oro, porque la chica llevaba una bolsa entrecruzada que estaba medio abierta y su paso lento taciturno y solitario sin duda era una ventaja increíble para cualquiera que quisiera hacerle una jugarreta.

La miró; entrecerró los ojos y volvió a darse la vuelta, volviéndose a ir.

-¡EH!-se quejó ella.
- Te digo que no quiero volverme a meter en líos.

Porque nunca antes le habían castigado; y así habría querido a lo largo de su estancia en Hogwarts pero por culpa de esa bocazas no había podido ser así. Además, él debía tener un curriculum limpio y no llamar la atención del Director.

-         ¡Pues como te vayas pienso decirle a Binns que fuiste tú el que le robó el huevo!-gritó ella segundos después cuando ya pensaba que se habría rendido.

La odiaba. Definitivamente la odiaba. Paró el paso, cabizbajo; ahí a mitad de pasillo.

- ¿Y qué si lo haces? –refutó él convencido y ladeando la cabeza pero sin llegar a mirarla.- Ni siquiera tienes pruebas de ello. Yo también puedo ir a decírselo, ¿En quién crees que confiará más? ¿A una escandalosa y descuidada Gryffindor que siempre se mete en líos o en un diplomático y educado Slytherin que nunca ha causado problemas?

Había ganado. La irritación que mostraba esa chica incluso le causaba satisfacción pura. Observó con calma mientras ésta vociferaba varias blasfemias hacia él, agitando los brazos y mirándole con odio. Lo que no sabía la chica era que contra más enfadada estuviera con él, más gratificación le daba. Se le iba a escapar una risa sin poder evitarlo, cuando ésta rebuscó en su bolsillo y cogió el huevo.

Incrédulo sin poder creerse lo que iba a hacer no le dio tiempo a reaccionar de lo inesperado que le pareció. La chica le arrojó el mismísimo huevo. Ese huevo que tantos problemas había dado desde un principio. Y sinceramente, le daría igual cómo terminara sino fuera porque iba directo hacia su cara.

-         ¡Winwardium leviosa!-gruñó con rapidez sacando con torpeza la varita y recitando el hechizo a duras penas.

Pero lo había conseguido. El huevo se quedó levitando a tan sólo unos pocos milímetros de su frente. Parpadeando con ojos como dos platos ni él mismo se podía creer su propia destreza. Miró el objeto varios segundos, aspirando fuertemente por la boca debido al sofoco del momento; y sonó un chasquido.

-         ¿Cómo lo has hecho?-preguntó Loga que se había quedado de piedra por el resultado. Avanzó varios pasos con la mirada fija en aquel huevo.

Alexei lo iba a coger. Porque así, la chica se olvidaría de esa cosa y los problemas, al menos ese que parecía estar relacionado con él tan sólo porque fue un mero espectador en el vagón del tren, desaparecerían. Pero sonó otro chasquido y el huevo empezó abrirse.

Loga se había quedado en frente de él y el huevo se situaba en medio de ellos dos cuando las cáscaras se rompieron y una pequeña araña apareció entre ellas.

-         Deaj, una araña…-balbuceó la rubia esbozando un gesto de asco.-habría sido tan divertido verla crecer en la mochila de Myrtle…

Sus ojos se desviaron del pequeño animal al ver que las manos de la muchacha se alzaban sospechosamente.

- ¡Ni se te ocurra cogerla!-exclamó alarmado.

Le cogió de las muñecas y le apartó las manos. El huevo calló al suelo porque el hechizo se rompió al bajar su varita; y Alexei deteniendo las manos de Loga, el insecto no tardó en escapar, corriendo con aquellas pequeñas patitas por todos lados hasta finalmente terminar saliendo hacia las afueras del castillo.

Ambos no pudieron evitar quedarse mirando como la araña terminaba desapareciendo; como si fuera algo cautivante de ver. Pero no era más que una estupidez. Alexei balanceó la cabeza de un lado a otro comprendiendo que se había quedado embobado por algo así y miró a la joven.

 Había abierto la boca pero la volvió a cerrar. Era la segunda vez que la veía tan cerca, sin rastro de enfado. Sin duda le favorecía mucho no tener ese ceño fruncido o esa sonrisa estúpida llena de tanta autoridad. Por un momento se cuestionó como luciría sonriendo de felicidad. Ésta dejó de mirar también el animal y lo miró a él. Parpadeó comprendiendo lo que acababa de hacer y le soltó.

-         Fantástico.-soltó con ironía.-esperemos que esa araña decida tener una calmada vida en el Bosque Prohibido y dejar en paz al resto de alumnos del castillo.
-         ¿Acaso crees que una araña así tan pequeña podría crecer mucho más? Seguro que no llega ni a los diez centímetros en su época adulta.

Se encogió de hombros, ya que no le interesaba en absoluto. Casi al mismo tiempo, como si el silencio inquieto les hubiera hecho reflexionar, comprendieron entonces su situación.

-         Mierda, por tu culpa llegaré tarde a Runas.
-         ¡No, es tu culpa!-le recriminó ésta señalándole con un dedo acusador.- ¡Sino te hubieras negado, tan sólo habríamos tardado dos segundos en meterle la araña a la chivata!

Iban de camino a clase, con paso rápido y discutiendo el resto del camino con esas conclusiones que a Alexei le parecían tan absurdas.

Nadie del colegio le había hecho abrir la boca tantas veces y esa conversación debía ser la más larga que había mantenido desde el inicio de curso. Y era absurdo, y en parte deprimente, que su más larga conversación fuera una discusión sin sentido con una muchacha que tanto repudiaba.

La suerte pareció volver con la temporada de lluvia. El cielo se había oscurecido antes incluso de las cinco y media de la tarde y sobre las nueve, un aguacero caía encima de todos ellos. Las gotas chocaban con fiereza contra los pórticos de madera que cerraban cada ventanal, incluso parecía que la gruesa madera fuera a romperse de un momento a otro. Y en ciertos lugares, había que ir resguardado ya que la lluvia se colaba por cada resquicio estrecho que hubiera. Los truenos resonaban por toda la fortaleza entera y en las vidrieras de las salas grandes donde podía verse a través de los coloridos cristales la lluvia caer, los relámpagos creaban su espeluznante silueta. Prácticamente todo el servicio del castillo, incluso los mismísimos profesores, parecían estar ocupados con esa repentina molestia inesperada que amenazaba con inundar el colegio. La magia sin duda conseguía salvarles del apuro, impedía en gran parte que el agua sumergiera los primeros pisos, ya que sino fuera así perfectamente lo habría conseguido: El castillo estaba en la cima de una montaña; las nubes cercanas expulsaban toda su ira directa hacia allí. Los patios interiores sin techo, los pasillos de cara al exterior y la inmensidad de balcones y terrazas; había una gran cantidad de lugares del colegio donde la lluvia era una gran amenaza.    

Todo ese ajetreo le era indiferente, pero no el castigo de Binns que justo ese mismo día acababa de finalizar.

<<¡Por fin!>> No daba saltos de alegría porque tampoco lo veía para tanto, pero de camino al Gran Comedor para cenar, esbozaba una pequeña sonrisa al pensar que ya no tenía por qué volver más a ese aburrido despacho. Ya no tendría por qué ver la cara de ese idiota profesor y ni muchos menos tendría que aguantar más a esa impertinente de Gryffindor.

Y el resto de días no cambiaron de parecer. Por un lado, supo sobre los resultados de unas pruebas que se realizaron en Pociones y en Defensa Contra las Artes Oscuras de la semana pasada. Ambas las tenía con dos sobresalientes. En cuanto a estudios, se acercaba la época de exámenes, y la idea le animaba ya que lo más seguro fuera que éstas no coincidieran con sus días enfermos como le ocurrió el año pasado. Por lo que eso significaba que podría hacerlos al mismo tiempo que todos y que además sus notas serían aprobados seguros.

Por otro lado, comenzaba la temporada de Quidditch en el colegio. Sólo esperaba que la lluvia se calmara un poco la semana siguiente, porque era entonces cuando Slytherin tendría su primer partido. Desde el año pasado, Alexei era el buscador del equipo de su casa. Se sentía bastante orgulloso de si mismo referente a ese tema. Sus calificaciones en Vuelo llamaron la atención de su profesor, éste se lo notificó al Capitán del equipo y entonces le sometieron a una prueba el cual él aceptó. Debió aprobarla con creces, porque al día siguiente ya era el nuevo buscador del equipo. Alexei en comparación con el resto del equipo, no sólo era el más joven sino el más pequeño en cuanto a contextura en sí. El capitán le confesó un día que siempre cogían a chicos máximo de setenta quilos, porque así era más fácil empujar una vez arriba, pero él sería la excepción ya que como buscador tenía otros objetivos (aunque sutilmente le dejó caer que sino era capaz de soportar los empujones de los demás entonces lo quitarían de su cargo).

Los empujones en ocasiones casi le habían arrojado de la escoba, pero por el momento los había soportado bien. Su truco consistía en evitarlos, y en caso de ser el objetivo de algún jugador, entonces esquivarlos como fuera posible. Había verdaderos orangutanes gigantes ahí encima de la escoba jugando.

El año pasado Slytherin ganó la copa de Quidditch. Obviamente, como equipo fue gracias a todos pero sin duda su labor fue muy reconocido y su confianza con la escoba, mejoró aún más.

En resumen, era una de las pocas motivaciones que tenía hoy en día. Al subir a una escoba sentía que todos sus problemas volaban con el viento y se alejaban… muy lejos.

Para colmo, y para añadir a los sucesos afortunados que tenía últimamente; el profesor Slughorn le notificó que su tío no había tenido problema en firmar el certificado y que a partir de ahora ya podría ir a Hogsmeade las veces que quisiera. No era una buena noticia, pero como estaba de buen humor tampoco le pareció mal probar a hacer una visita a ese pueblo de los que ahora cualquier alumno hablaba.

-         Ey, Bryant.-le llamó la atención un chico a la hora del desayuno que se acercó hasta él y se sentó a su lado.

Levantó la cabeza y siguió masticando el trozo de magdalena que tenía en la boca. No era muy común ver a alumnos sobre esas horas en el Gran Comedor. A las nueve en punto de la mañana, Alexei siempre era uno de los primeros en bajar a desayunar. No era el hambre; sino más bien que la mayoría de alumnos decidían saltarse las primeras horas de desayuno y llegar entre las dos últimas. Así que, para evitarse todo el ajetreo que se engendraba allí dentro cada mañana, prefería alzarse pronto y luego aprovechar el resto de horas en otras cosas. No era el único en hacerlo; habían bastantes alumnos que tenían la misma idea que él, o al menos se levantaban también pronto cada día. Pero claro, ese número no tenía ni punto de comparación con el que se formaba en las siguientes. Desgraciadamente, alguna vez lo había tenido que vivir por haberse quedado dormido sin querer (en la época de exámenes, por ejemplo, tendía a quedarse hasta muy tarde estudiando y luego le costaba madrugar).

Ese chico sabía quién era. Iba en el grupo de amigos que ahora temporalmente le habían aceptado; pero sinceramente no se acordaba de su nombre. Parecía ser en sí un chico que no destacaba en nada. Tenía el cabello muy corto, casi rapado y unos cuantos lunares dispersados por toda la cara. Parecía tener un tick en el labio al hablar, o eso le había parecido en ocasiones.

-         ¿Has ido a la fiesta de la otra vez?-le preguntó mientras se preparaba su desayuno.

Resaboreó aún el resto de magdalena que tenía en la boca y se mantuvo en silencio, pensando. Fiesta… No recordaba la existencia de ninguna fiesta.

-         ¡Vamos!-le animó él con una media sonrisa y propinándole un codazo cómplice en la costilla.- ¿No sabías acerca de la primera reunión del año…?

Le hablaba como si fuera evidente saberlo; pero la verdad era que Alexei ni se acordaba de la existencia de esas reuniones. Ahora que se lo decía; sí, sabía muy bien cuáles eran. Y es que, entre los Slytherin, ir a la reuniones secretas era algo muy común. La mayoría de ellos estaban muy orgullosos de que un evento tan ingenioso hubiera sido creado y siga siendo administrado por ellos.

La idea era algo original; lo admitía. Sobre todo porque se las habían ingeniado para que la fiesta fuera casi imposible de encontrar por los profesores o vigilantes. Se hacía en una extraña sala del castillo, en la que si esa persona no deseaba con todas sus fuerzas acceder a la “reunión secreta de los Slytherin” entonces la puerta no se le aparecía nunca. El truco estaba en tener grandes deseos festivos, o eso decían; aunque más bien Alexei pensaba que era cuestión de convicción. El año pasado le obligaron a asistir a una porque la querían hacer en nombre del equipo de quidditch y sus victorias y el resto de jugadores le dijeron que fuera para que así pudieran estar todos. No quería ni asistir, ni tenía ganas de fiesta ni algo parecido, pero el Quidditch era algo que le estaba agradando demasiado y no quería arriesgarse a que le echaran del equipo por aburrido (habrían sido capaces) así que fue suficiente con desear querer entrar a la reunión secreta, porque así de esa manera podría estar con el resto del equipo allí dentro.

Parecía una sala diseñada justo para eso: para festividades. Era una sala enorme, alargada y al final se ensanchaba de forma circular. Quien encontrara la sala sin duda debió de tener mucha suerte. Aunque si Alexei la hubiera encontrado no la habría dedicado para reuniones, precisamente. Sino para algo más provechoso.

Según lo que había oído, en un principio las reuniones se hicieron sólo entre pocos alumnos y a escondidas de los prefectos de la casa. Pero al poco tiempo, los prefectos se enteraron y prometieron no decir nada a los profesores si se llegaba a un acuerdo: Si la celebración se realizaba siempre a escondidas y con ciertas normas, se podría hacer siempre y cuando hubiera un gran motivo para su realización. Entre las normas, una de ellas era poder acceder a la fiesta sólo a ciertas horas citadas con uno de los encargados (así los alumnos se dispersaban en horas distintas y no se llamaba la atención), tener que ir siempre camuflado en caso de ir bien vestido (a algunos les parecía gustar el hecho de ir con traje de gala) y lo más importante, no nombrar la fiesta a nadie que no estuviera invitado. La última era una norma no muy cumplida y a pesar de haber tenido especial cuidado en mantener las reuniones en secreto precisando horas y días incluso en señales que sólo algunos sabían, algún que otro profesor se había enterado al respecto. Sin embargo, ninguno llegaba a nada en claro; porque todos se quedaban estancados en el mismo paso: No sabía cómo llegar a esa fiesta.

Se tomaban muchas precauciones; si el rumor se corría demasiado y empezaban a saberlo alumnos no invitados entonces las fiestas se cancelaban por un largo tiempo y sólo se reinstalaban en caso de estar seguros todos que se podrían retomar.  Los de Slytherin siempre estaban invitados, pero en caso de ser de una casa distinta entonces sólo ciertos alumnos (prefectos su mayoría) podían tener el derecho a invitarlos. Por supuesto, el día de la realización del evento, siempre era un día distinto (incluso a veces siendo entre semana) y el tiempo entre evento y evento también. Así que a veces era uno al mes, otros cada dos semanas; la tardanza variaba según el tiempo que tenían los alumnos, las condiciones en las que estaban para hacerla y el tiempo que podían gastar para dar una excusa de crearla.

Lo que Alexei no entendía aún era como los prefectos podían estar casi al mando de esa, para su opinión, estupidez. Según los alumnos de Slytherin, era porque esas fiestas siempre eran en honor de algo importante y digno de ser celebrado; como la victoria de un partido, el fin de la época de exámenes o el reconocimiento de un día o persona importante. Pero él no las veía más que una excusa para beber y divertirse.

Porque bebían, y no chocolate caliente precisamente. Él había visto como entre los refrescos y los jugos, filtraban bebidas alcohólicas como, Ron de Grosella y una inmensa variedad de Whisky. No accedían todos los alumnos; ésta no era servida directamente, sólo los que sabían donde estaba guardada podían tomar. Pero esos eran casi la mayoría de los Slytherin; aunque muchos otros bebían a costa de ser sus amigos. Y muchos eran menores como él (es más, a él le ofrecieron una copa de Whisky de fuego que rechazó).

Sabía que además de la bebida, no debía ser lo único prohibido que debían hacer allí. Admitía que en ocasiones era inevitable jugar sucio. La vida era muy injusta, y si uno iba con ideales de equidad y honestidad entonces terminaría siendo engañado, utilizado y pisoteado por el resto del mundo. A veces había que escoger caminos que no eran precisamente honestos, sólo para querer aquello que tanto anhelas. Sin embargo, algunos se excedían con tales ideales. Un ejemplo de ello eran casos que había escuchado de rechazo; chicos con un amor no correspondido. Una cosa era intentar gustar a la chica con alguna mentira, o pareciendo un poco más amable y virtuoso de lo que uno es y otra cosa era engañarla de cualquier manera. En las reuniones, en muchas ocasiones, se propalaban pócimas. Pócimas peligrosas y prohibidas, como elixires amorosos o de atontamiento.

 Le parecía ridículo hasta que punto una persona no podía reconocer los límites de lo que estaba bien y lo que estaba mal. Y sabía que “jugar sucio” para los Slytherin había sido siempre un defecto demasiado excedido por la mayoría. Por suerte, a él le enseñaron de pequeño a controlar sus límites como era debido.

-         Hm, vaya. Esta vez se me pasó.-mintió rascándose el cogote.

Mentira. Lo había ignorado de tal forma cuando lo comentaban que se le había olvidado.

-         ¡Jolín, pues lo que te has perdido!-soltó el otro gesticulando con la mano muy emocionado.

Ya entendía el por qué de toda esa conversación. Arqueó una ceja y se pasó los dientes por el labio inferior. Sabía que debía escuchar; no le apetecía pero ese chico se le había acercado tan sólo por ese objetivo. Seguramente la fiesta se debió hacer anoche y debía estar tan emocionado para contárselo a alguien que no se había podido aguantar más y había ido al Gran Comedor bien temprano. No debía haber a esas horas nadie que conociera, o hubiera ido a la fiesta (todos debían dormir seguramente) así que al verle a él el problema se le había solucionado. La amabilidad no existía, pero sí la conveniencia.

Se mantuvo en silencio escuchando; el chico contaba tan animado como si hubiera sido el mejor día de su vida. Le explicó todo; de principio a fin. De cómo llegó, hasta cómo terminó. Le explicaba cosas tan absurdas y desinteresantes que le costaba seguir el hilo. Al final, le explicó de lo que estaba más orgulloso: había conseguido ligar con tres chicas en una sola noche.

-         … Entonces la otra se puso celosa, y empecé a bailar con ella como si nada, ¿sabes? Le agarré así, y le apreté. Había que aprovechar que tenía unas buenas tetas…

Bebía de la leche templada cuando escuchó eso y casi se atragantó. Pechos… Ese niño sólo era un año mayor que él, ¿qué hacía pensando en pechos? Bueno, él al menos no había pensado nunca en ellos. La palabra “tetas” para él significaba únicamente una parte más del cuerpo; que todo ser humano tenía, por cierto.

Estaba claro que no tenían una misma perspectiva de la vida; porque él tampoco precisaba en algún momento su concentración en el tema de “chicas”. La mayoría de niños de su edad tampoco, pero siempre había algún listillo sabihondo que le gustaba hablar de esas perversiones.

-         ¿No te ha gustado ninguna chica nunca o qué?-le terminó preguntando. Sin darse cuenta le había estado mirando con extrañeza todo el tiempo.
-         Eh, sí, alguna.-mintió.

Si decía que no seguro que le tomaba como algún rarito. Prefería evitar discusiones a esa hora del día.

-         Pues deberías probar con Sindy Marvell.-le comentó como si tal cosa.
-         ¿Marvell? ¿Esa chica no va con nosotros?

Le asintió con la cabeza y le dirigió una mirada pícara.

Sindy Marvell podía definirse con un sólo adjetivo: grande. Las chicas de Slytherin, en su mayoría, solían ser así. Se les podía confundir perfectamente con muros gigantes imposibles de derrumbar. Marvell tampoco era una de las que más grandes había visto; pero sin embargo era de segundo año y era mucha más corpulenta que él. Él era más alto, pero la complexión de Marvell le duplicaba. Aunque era cierto que él era muy delgado y no era difícil superarle de tamaño. Pero quitando eso, ni siquiera veía algún rasgo sobresalir de ella; tan sólo que era un poco simpática pero incluso parecía algo boba.

Miró al chico con su habitual gesto indiferente, meditando qué debía decir exactamente. Se rascó la mejilla y parpadeó. ¿Eran los pechos? Ni siquiera había mirado los pechos de Marvell una sola vez.

-         Creía que te habías dado cuenta ya.-se asombró el chico.-Sobre todo porque cuando estamos todos no se te quita de encima.
-         Ah… No, la verdad es que no.-reparó entonces él esbozando una mueca, comprendiendo.
-         ¿No te acuerdas? – le insistió.- Dijo que hasta se haría una mecha roja para ir a conjunto contigo, ¡vamos, no es muy normal decir eso!-le señaló el mechón rojizo del flequillo.
-         Sería ridículo.-admitió él recordando ese momento bochornoso y soltando un suspiro.- Yo no quise tener este mechón rojo por gusto.

Tampoco le desagradaba, le recordaba a su hermano mayor; pero prefería no decirlo porque seguro que entonces los demás pensarían que sí se lo había hecho a propósito. Sabía de la existencia de pócimas que te hacían cambiar el color de cabello; y de gente, en especial chicas, que lo usaban en constancia. Sin embargo, lo que él realizó de pequeño no fue una pócima de tinte sino una de sangre. En el caso de ser tinte su mechón habría desaparecido con el tiempo; pero a su contrario, ya podía crecerle el cabello que ese mechón siempre estaría de ese color.

El chico ya le había contado toda su historia festera, así que le dijo que tenía que hacer unas cosas y lo dejó solo. Su perdida no fue algo que echaría en falta. Apoyando los codos sobre la mesa, se quedó patidifuso mirando el techo.

Las gotas de lluvia caían sobre él, transparente. En realidad no era que estuvieran bajo un techo transparente, pero el hechizo que desde el año pasado se hacía cada día lo hacía parecer. De esa forma, podías ver a través de él. Solía haber siempre un mar de estrellas preciosas, o un sol que cegaba la vista, pero en esa ocasión los nubarrones lo impedían. Tan de mañana, y parecía incluso ser de noche. 

Mientras la lluvia cesara aunque fuera un poco pasado mañana, para el entrenamiento, era suficiente. Sin darse cuenta empezó a cavilar estrategias de Quidditch.